con Corazón
una promesa por los niños
Vera una familia de bajos recursos pidiendo ayuda, sen- tirse conmovido y aligerar el cargo de conciencia con un par de monedas o sencillamente siendo indiferentes, es una es- cena que se repite diariamente en nuestro país. Sin embargo, existen excepciones a la regla, y este es el caso de Gloria Lon- doño de Cajiao, una mujer que tomó dicha experiencia como inspiración para hacer un cam- bio y brindarles techo, amor y educación a miles de niños desamparados.
Todo comenzó en los años sesenta, cuando Gloria era una adolescente y salía de cine en compañía de su hermano Mau- ricio y su prima María Cristina Gómez. Los jóvenes vieron a
madre con tres pequeños tiritando bajo la lluvia, así que les compraron algo de comida, y cuando regresaron a su casa hicieron la solemne promesa de ayudar a los niños sin hogar.
Cumplir esa promesa no fue fácil. Para empezar, María Cris- tina murió un par de semanas después cuando montaba a caballo. Gloria se casó a los 18 años y se enfocó en su familia, y su hermano Mauricio Londo- ño murió 15 años más tarde en un accidente automovilístico.
Entonces, Gloria Londoño tuvo que honrar aquel compro- miso sola. Estando casada y con tres hijos a cargo, estudió Be- llas Artes en la Universidad Jor- ge Tadeo Lozano, luego trabajó como profesora y fue voluntaria en una fundación para adultos mayores. Allí conoció al religio- so Ray Schambach, quien la ani- mó a crear la Fundación Hogar San Mauricio.
Comenzó a operar en 1981, cuidando de trece menores en una casa de Usaquén. En 1986, se trasladó a un terreno en Chía, donde se construyó una ciuda- dela y un colegio para cien niños (que hoy sigue funcionando). Y hace 20 años pasó a un terre- no en San José de Bavaria, en el norte de Bogotá, donde residen 167 pequeños y 160 más reciben alimentación, educación y ser- vicios de salud.
Después de tantos años de labor social, Gloria Londoño está convencida de que garan- tizar los derechos de los miles de niños que han pasado por su fundación ha sido un desig- nio divino. “Me honra que Dios me haya contemplado en sus planes”, afirma esta manizale- ña que nunca ha perdido la fe, y que tiene un nuevo sueño en la mira: abrir un hogar para meno- res de bajos recursos en estado de embarazo.