Alo (Colombia)

Hablar de suicidio es salvar vidas

- por cristina morales

ENCONTRAR LOS ESPACIOS PARA HABLAR CON NUESTROS HIJOS, REAPRENDER EL MUNDO DESDE SU VISIÓN Y NO PASAR POR ALTO COMPORTAMI­ENTOS O FRASES ALARMANTES SON FORMAS DE PREVENIR EL SUICIDIO.

{N}“Nadie sabe lo de nadie”, es una frase que mi abuela solía repetir. Se quedaba horas mirando por la ventana, viendo a las personas pasar y decía: “No sabemos el dolor con el que vienen los demás, no conocemos sus temores, sus luchas ni sus sueños”. Desde niños nos repiten que en la vida todo tiene solución salvo la muerte, pero ¿qué pasa cuando para alguien esta es la única alternativ­a? Sergio Urrego, Daniel Eduardo Osorio y Daniel Segura Bonnett escogieron esta opción, que dejó en sus familias un profundo dolor, un vacío imposible de llenar, pero también la certeza de que algo está pasando en nuestra sociedad para que cada vez más jóvenes y niños tomen este camino sin retorno.

Según cifras de Medicina Legal, en lo que va de este año, 1.610 personas se han quitado la vida en Colombia. Entre ellas aparecen 48 menores entre 10 y 13 años, y 139 entre 14 y 17 años. Mientras que en el mundo, de acuerdo con datos de la Organizaci­ón Mundial de la Salud (OMS), más de 800.000 personas se suicidan cada año, lo que representa una muerte cada 40 segundos.

Las razones que pueden llevar a una persona a tomar una decisión de este talante son tan variadas como personales, pero la mayoría convergen en un punto: discrimina­ción.

Para Andrés Lasso, psicólogo clínico experto en suicidio de

la Fundación Universita­ria Konrad Lorenz: Algunas situacione­s ponen a las personas en mayor riesgo como la desesperan­za, creer que las cosas no van a cambiar. “La dificultad para afrontar y pensar en soluciones a los problemas, no contar con una red de apoyo, estar expuesto al suicidio de otras personas, sobre todo si se tiene una visión romántica o heroica del acto en sí mismo, por ejemplo, si se queda con la idea de que ‘descansó’ o ‘pasó a mejor vida’. También ser poco propensos a pedir y recibir ayuda de otros es un factor de riesgo”, indica.

SERGIO, EL LÍDER INNATO

El 5 de agosto del 2014 comenzó para Alba Lucía Reyes Arenas, madre del joven Sergio Urrego, como una pesadilla, pero también con el reto de limpiar el nombre de su hijo, quien en la tarde del día anterior, a los 16 años, se lanzó desde el tercer piso de un centro comercial en Bogotá. ¿La razón? Fue acusado injustamen­te de acoso sexual por parte de los padres del que fuera su novio, según narra Alba, motivados por las directivas del colegio.

Ella es una mujer menuda, de mirada dulce y voz cálida, que al revivir los hechos que rodearon la muerte de su Sergio sonríe con nostalgia, algunas veces su voz se quebranta y otras no puede evitar reír al recordar el maravillos­o humor negro de su hijo, su capacidad de liderazgo, su pasión por la lectura y por la música: “Sergio era amante de Edgar Allan Poe y le encantaban las canciones de Celia Cruz, y así me gusta recordarlo”, dice Alba.

Hoy por hoy, Alba logró comprobar que el proceso disciplina­rio que seguía el colegio a Sergio debido a su orientació­n sexual estuvo contaminad­o, y además limpió su nombre. Todo esto le permitió empoderars­e como líder en la prevención de suicidios por medio de la Fundación Sergio Urrego, que ella creó (www.fundacions­ergiourreg­o.org). “Desde muy niño, Sergio marcó la diferencia. Se considerab­a ateo, anarquista y gay. Creo que la mejor forma de homenajear­lo es por medio de la Fundación, en la que trabajamos para que ningún otro niño tenga que vivir lo que mi hijo”, asegura.

DANIEL EDUARDO, EL ARTISTA

“Daniel amaba la vida. Amaba el sol y el agua, la buena comida, el cine, la música. Amaba también el conocimien­to. Y amó mucho su arte, el dibujo y la pintura, a cuyo estudio y práctica dedicó muchas horas, de las que derivó, sin duda, mucha felicidad. Daniel disfrutó sus amigos, su familia, y supo lo que era enamorarse, sufrir y gozar el amor…”, este es un fragmento del texto que Piedad Bonnett, escritora, poetisa y madre de Daniel Segura Bonnett, leyó en su funeral. Daniel murió el 14 de mayo del 2011 en Nueva York, solo dos meses después de cumplir 18 años.

En su libro Lo que no tiene nombre, Piedad narra los sucesos posteriore­s a la muerte de Daniel, y describe cómo su partida le hizo ver el arte de su hijo con otros ojos, tal vez tratando de indagar si en sus dibujos había algún indicio o una revelación de los sentimient­os que lo aquejaban.

Daniel sufría de un trastorno esquizoafe­ctivo, que se caracteriz­a por episodios recurrente­s en el estado de ánimo (depresión o bipolarida­d). En estos siete años, Piedad encontró en la escritura,

su gran pasión, la fuerza para sanar su dolor y mantener vivos los recuerdos de Daniel: su infancia, siempre despeinado; su adolescenc­ia, bajando las escaleras de la casa rumbo a una fiesta, y el día que se despidiero­n antes de que él partiera a Nueva York a estudiar.

Su mensaje para todas las madres es “que hagan todo lo que el amor les dicte. Que agoten todos los recursos. Que estén siempre acompañánd­olos, así sea silenciosa­mente. Y que les repitan que ahí están, incondicio­nalmente”, indica.

DANIEL EDUARDO OSORIO, EL OPTIMISTA

«No hay día en el que Patricia Osorio no se tropiece con algo que le recuerde a su hijo Daniel Eduardo y el drama que vivió durante cerca de nueve años. El 23 de mayo del 2017, Daniel salió a encontrars­e con su hermana, pero al llegar al edificio no ingresó al apartament­o de Diana, sino que pasó hacia la terraza. Allí, el joven, ya de 21 años, decidió terminar con sus tristezas. (...)

Patricia recuerda que todo comenzó cuando su hijo ingresó a sexto grado en el colegio San Viator, en Bogotá. Durante la primaria se destacó por ser un niño alegre, muy activo, era músico, escribía poseía, era un líder y tenía excelentes notas. “Pero en sexto entró en decaimient­o, y eso continuó en séptimo. En el colegio me dijeron que él no hacía tareas”, recuerda la madre, quien no entendía el motivo del comportami­ento y tampoco advirtió las señales. Incluso, dice que para esa época el niño fue llevado a la casa donde vivían los curas, donde supuestame­nte no podían entrar los estudiante­s. En esa casa, según le contó, había patos y flores. Y Daniel era un amante también de los animales y disfrutaba de ese ambiente.

Ya en noveno grado, siendo adolescent­e, Daniel no quería seguir en el colegio. Pero terminó ese año, y alcanzó a asistir dos semanas del grado décimo. “Yo le preguntaba que por qué no quería volver, que lo veía disperso y se distraía fácilmente. Aunque él me contaba todo, no se atrevía a decirme nada de ese tema”. (...)

Y agrega: “Casi nadie tiene conocimien­to pleno de lo que es un abuso, no saben cómo acaban con la persona mental, emocional y físicament­e; eso lo va torturando hasta que muere”. Directivas del colegio San Viator señalaron que la institució­n no estaba enterada del presunto caso de abuso sexual.

Solo en el 2016, Patricia descubrió el origen del comportami­ento. “Encontré las cartas donde Daniel contaba que desde los 12 años era víctima de abuso sexual y que él no aguantaba más”, dice la madre del joven. De inmediato ella acudió a la Fiscalía, a la Personería y a la Defensoría del Pueblo, pero, asegura, nadie la escuchó. Solo dos años después de la muerte de su hijo la Fiscalía se interesó en el caso. (...)» *

* Apartes de la entrevista realizada por Guillermo Reinoso, editor de EL TIEMPO

La misión de la familia es generar espacios seguros para que los niños se abran. Y aprender a leer entre líneas, lo que dicen, lo que escriben en redes, la música que escuchan”.

DAVID ORJUELA, SUBDIRECTO­R DE LA FUNDACIÓN SERGIO URREGO

 ??  ??
 ??  ?? Alba Lucía Reyes Arenas
Alba Lucía Reyes Arenas
 ??  ?? FOTO: COrTesía Penguin randOm HOuse gruPO ediTOrial La escritora Piedad Bonnett y su nuevo libro Donde nadie me espere.
FOTO: COrTesía Penguin randOm HOuse gruPO ediTOrial La escritora Piedad Bonnett y su nuevo libro Donde nadie me espere.
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Colombia