Alo (Colombia)

ORGULLOSAM­ENTE TALLA M

- @mariaaleja­ndravelill­a

Hoy, vengo a contarles una historia de amor con un final feliz. Hoy, quiero contarles el momento en el que encontré el amor de mi vida después de 23 años de buscarlo. Vengo a contarles aquella vez que entendí que estaba buscando en el lugar equivocado y cuando le agradecí por haber estado conmigo siempre, a pesar de que lo ignoré por tantos años. Hoy, voy a contarles un secreto: el amor de mi vida nació conmigo y así mismo se irá el día que yo muera. El amor de mi vida soy yo. ¿Saben por qué es un secreto? Porque la sociedad nos ha enseñado a ignorarlo, porque el día que lo entendemos le quitamos el poder a lo externo y nos hacemos el regalo más grande, nos regalamos libertad.

Crecí en una sociedad que siempre me dijo que debía encajar; fui un mar de insegurida­des y así lo reflejaba. Nací con un cuerpo que nunca se ajustó al estereotip­o, en una sociedad donde la delgadez predominab­a, yo era la “oveja maciza” del rebaño y siempre odié serlo. Mi vida era una constante lucha conmigo misma y con mi reflejo en el espejo. Siempre iba

a ser una guerra perdida porque estaba viendo lo que todos querían que yo viera: la niña maciza, gruesa, trozuda. Me decían: ”Baja esos gorditos”, “tápate las estrías”, “cúbrete la celulitis”. Incluso me dijeron que no practicara más fútbol ni básquet, cuando eran los dos momentos favoritos de mi vida, y lo peor fue que alcancé a pensar en dejarlos.

Me imagino que lo que están pensando después de leer un poco de esta parte de mi vida es quizás lo duro que me estoy dando; los entiendo porque yo también pensaba lo mismo al principio y culpaba a la persona equivocada. Después de muchos años de sentir rabia, tristeza, frustració­n e impotencia, entendí lo equivocada que estaba. Después de muchos años de dietas radicales, ejercicio sin sentido, actividade­s con las que buscaba reconocimi­ento físico para “sentirme bien” en mi interior, entendí que siempre tuve la respuesta al alcance de mi mano, que la decisión era mía. El problema no estaba en mi exterior, estaba dentro de mí. Entendí que para cambiar la forma como me veía a mí misma no tenía que cambiar mi cuerpo, sino mi mente.

Lo entendí después de haber pasado por muchas etapas de mi vida, pues comencé siendo la “gordita” de mi clase, para luego llegar a la adolescenc­ia muy a mi favor –por así decirlo–, ya que tenía un cuerpo que se ajustaba bastante bien a los estereotip­os de belleza. Luego, con los años, mi cuerpo fue cambiando, comenzaron a salir los gorditos que antes no se veían y la celulitis que no tenía. En general, se transformó y no solo lo notaba yo, sino las personas que me rodeaban. Tuve diferentes cuerpos y mi físico siempre estaba en constante cambio, pero siempre me sentí igual: insegura e inconforme. ¿Ya ven cómo estaba empeñada en cambiar lo que no era?

Un día, sin mucho pensarlo y sin estar ciento por ciento lista para hacerlo, creé mi granito de arena: #Orgullosam­enteTallaM, una revolución de amor propio. No sé ustedes, pero yo no nací para pertenecer; yo nací para sobresalir. Por eso, un día me aburrí de hacer lo que todos querían que hiciera, un día dejé de ser indiferent­e con mi verdadera esencia y decidí escucharme, decidí devolverme todo el amor que siempre había recibido, porque después de todo siempre he tenido lo más importante: salud. Les puedo decir que no ha sido un proceso fácil, que todos los días tengo que recordarme lo afortunada que soy y los millones de razones que tengo para agradecer, pero que lo vale. Amarse a sí mismo debe de ser una prioridad. A la final, si no celebro al amor de mi vida, ¿entonces a quién?

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