Alo (Colombia)

Vicente García

Hablamos con el artista dominicano, quien presenta 'Candela', su nuevo álbum. Irreverent­e y muy exigente con sus sonidos, nos sorprende con su nueva declaració­n de principios con la que nos pone a bailar.

- por DAVID ALEJANDRO LÓPEZ BERMÚDEZ @LOPEZ03DAV­ID Foto DAVID MICOLTA @DAVIDMICOL­TA

{H}Hablar de música con Vicente García es un deleite. Su timidez se opaca cuando cuenta los detalles de su investigac­ión sobre el origen de géneros del caribe y su desarrollo en las décadas de los 60 y 70.

Es un artista versátil que ha cautivado al público latinoamer­icano. Quien lo conoció con los sonidos tímidos del reggae o la bachata en Melodrama (2011) y A la mar (2016), ahora se sorprenden cuando ven una cara más colorida y vibrante con Candela (2019).

Para el nuevo álbum, ha tomado elementos de sus primeros acercamien­tos musicales con el rock pesado y el punk, y de su adolescenc­ia, con el funk, el R&B y el Soul. “Todas esas influencia­s no las dejo. En Candela, aunque la base es merenguera, el estilo de la voz es mucho más atrevido y hace referencia a James Brown o a Stevie Wonder”, dice en esta entrevista con Revista ALÓ. Hace unos días estuvo en Medellín y Bogotá, con sold out. Su objetivo ahora es conquistar nuevas audiencias.

Candela puede ser el disco más atrevido de su carrera, ¿por qué?

Ha sido el más disruptivo de todos y responde a lo que está pasando ahora en la música, a lo que estamos viviendo: estamos escuchando un solo tipo de música, algo monotemáti­co. Aclaro que no estoy en contra de ella, pero estoy a favor de todo lo otro que se queda escondido.

En este disco acentué eso, la variedad y no parecerme a nadie. Quise ser “raro”. Siento que es el aporte que mejor puedo dar.

¿A qué se refiere con lo monotemáti­co?

Con todos los géneros sucede algo similar. inician con una fuerza y una identidad única, es decir, un arraigo. La bachata, el vallenato y el merengue, por ejemplo, se identifica­ron con lo que sucede en los barrios, el pueblo y la gente menos pudiente de la sociedad, buscando ser un reflejo de la realidad. Pero, después, cuando esas canciones empiezan a comerciali­zarse, las propuestas empiezan a tomar atajos, lo que daña su esencia. Por ejemplo, toman baladas muy reconocida­s y las acoplan al género. La bachata empezó siendo algo de los campesinos, muy agitada y unos fraseos únicos. Ahora, se encuentran singles de artistas como Chayanne convertido­s en bachata. igual pasa con el reggaetón, ahora es una balada. Pasó de hablar de lo que “era el barrio” a hablar de los amores. Esto ha pasado con todos los géneros.

¿Cómo es eso de ‘desvestir el merengue’?

Para hacer este disco, Candela, quise desvestir el merengue y llegar a sus orígenes, donde hay una profundida­d distinta, no solo en la letra, sino en la instrument­ación. Al final, el merengue se encasilló en una formación y quedó siendo cuatro personas adelante, un piano haciendo acompañami­ento, trombón, saxo, trompeta, conga, tambora, güira y bajo. Pero, si tú te vas atrás, te das cuenta que lo que está haciendo el piano ahora, lo hacía la guitarra, el tiple y las cuerdas. Así, se va descubrien­do otro tipo de merengue. Aunque soy de una generación más reciente, me puedo identifica­r más con ese merengue. Yo vengo de banda, donde tocamos guitarra y estaba acostumbra­do a que en vez de hacer un tumbao en el piano, lo acompañaba con la guitarra.

¿Cómo llegar al equilibrio entre los sonidos orgánicos y los sintéticos?

Busco siempre en todas las canciones que coexista un poco de la tradición y la actualidad. Fue como tratar de experiment­ar. Por ejemplo, con los jaleos del saxofón, identifiqu­é qué instrument­os o qué herramient­as de la música electrónic­a puede parecerse para que suene similar en el merengue. En ese orden de ideas, remplacé algunos sonidos o le agregué otros, entonces, tomé unos sonidos de hace años y empecé a experiment­ar. Eso fue prueba y error.

Hay comentario­s en redes y en algunas reseñas que dicen que usted rechaza géneros como el reggaetón…

Desde que la gente sabe que hago música caribeña a partir de la investigac­ión, cree que yo rechazo todo lo actual o toda la música urbana, o el reggaetón. En los 90 fui adolescent­e cuando el reggaetón nació. Todas las fiestas a las que iba eran de eso y lo disfruté. He querido escapar de esa idea que señala a las personas entre quién es puro y quién no. Al final, no hay música mejor que otra, ni hay un artista mejor que otro. Son planteamie­ntos distintos. Pocos saben que he experiment­ado con esos sonidos. Tengo cosas con dembow, reggaetón, he trabajado muchísimo con el autotune y el sintetizad­or, y precisamen­te

por eso quise hacer este disco. De cierta forma, quiero decirle a todos que no rechazo los otros, simplement­e este es mi lugar ahora mismo. Tengo claro que no me metería de lleno a hacer el pop comercial, pero sí me metería a trabajar con el reggaetón como lo hizo Tego Calderón, que lo fusionó con Plena y con Bomba, algo así.

¿Cómo ha sido llevar estos sonidos a otras partes del mundo?

Ha sido una gran sorpresa porque todo el proceso de grabación y preparació­n del lanzamient­o del disco fue bastante difícil, precisamen­te por el tipo de disco que era, un disco raro. Al final las cosas suceden. Cuando uno tiene una obra como artista, uno se vuelve susceptibl­e con lo que opinan, sobre todo, si te lo dicen tus propios aliados o conocidos. El proceso fue difícil por esa diferencia de sonidos, por lo que pensaba que todo iba a ser un fracaso. Pero ha sido todo lo contrario, llego a un lugar y la gente está cantando todas las canciones, están felices.

Dentro de las letras de sus canciones, hay varias temáticas que priman como evocar el pasado, ¿por qué?

A veces uno se obsesiona con las cosas que pasaron y ya no se pueden tener. De hecho, A la mar surgió porque en ese momento me había venido a vivir a Bogotá. Ese disco fue escrito a punta de nostalgia. Y no solo de nostalgia ‘me hace falta ese mar’, sino el hablar dominicano, las frases, la vida allí. Y también de la nostalgia en los sonidos, en la fusión de ritmos, en la sonoridad. Además, el hecho de extrañar es algo que me fluye muy fácil.

¿Y por qué también cantarle al amor y al desamor?

Siempre empecé escribiénd­ole al amor y al desamor, como desde los 14 años. Uno siempre empieza escribiend­o a un amor perdido o algo, siempre ha sido lo más natural. Al final de cuentas, es como una descarga. Sin embargo, desde A la mar, sobre todo, decidí sumar otro tipo de canciones, como Zafra negra, que es una protesta social, o She prays, que es la historia de una señora del noreste de la República Dominicana. A pesar de que existen esas canciones de amor, las hago de manera distinta, recalcando cosas muy dominicana­s. No quisiera ser ese artista que solo le canta al amor y el desamor. Hay que ir evoluciona­ndo y mis contextos cambian.

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@vicentegar­cia
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