Sergio Molina
Decían
que: “En las buenas y en las malas”, y siempre nos preparamos para ello en cuanto a la vida en pareja, eso incluía hasta una tercera guerra mundial o una bomba radiactiva. Pero nada indicaba que una pandemia fuera la contingencia.
Hay dos clases de relaciones amorosas en términos de convivencia: las que deciden vivir permanentemente y las que se encuentran a necesidad o demanda. En ambos casos, la covid-19 ha hecho lo suyo. Comenzó como algo circunstancial que luego se fue quedando para amenazar nuestra libertad, libertad que por cierto no habíamos valorado tanto, en términos de relación de pareja. La cuarentena se alargó y para los que están bajo el mismo techo apareció el “síndrome de casa estudio”. Tal cual como en los realities, detestándonos a veces, ignorándonos, amenazándonos por convivencia o queriendo destacar y ganar en la prueba de la semana. La cuarentena 24 /7 en las mismas 4 paredes se vino con todo y su apellido: la rutina, esa que tanto tememos en nuestras vidas, pero que, dicho de paso, es inevitable y hasta manejable.
El acuartelamiento en primer grado conllevó a que descubriéramos rasgos no tan bellos en nuestras parejas y que creíamos conocer, de modo que retumba en nuestras mentes la sentencia: “¡Pensé que lo sabía todo de ti!” En el inventario de reacciones propias y de nuestras parejas parece que teníamos todo calculado, mas el confinamiento nos puso en modo de conocidos que se detestan, exasperan y se sorprenden en facha de camiseta holgada, motuda y mil veces lavada, algo así como una pinta dominguera y sin ducharse.
Todo este tiempo ha sido, para muchas parejas, un momento de verdad con el que no se contaba, entre otras cosas porque los momentos de encuentro sexual estaban reservados para los viernes o sábados como seguidilla de una buena cena o divertimento. La pérdida de noción del tiempo conllevó a los amantes permanentes a un autoservicio o ensalada de la barra, de modo que la sexualidad va perdiendo emoción para muchos por su entrega inmediata, y ni qué decir si se confunde con días que saben a lo mismo.
La paradoja es que el aislamiento provocó en unos un ‘¡No te quiero ver!’, al menos tan seguido, y en otros un… ‘¡Necesito verte, no me aguanto más!’ Estos últimos son los amantes que no conviven ni comparten apartamento. El sexo deliberado en unos pasó a ser calculado en otros. Para aquellos a quienes la virtualidad sexual les resultaba estimulante, con el sexting y las nudes exclusivas que les anticipaba un delivery sexual face to face o cuerpo a cuerpo, ya les resulta frustrante el ver y no tocar. Definitivamente, esta pandemia, además de biológica, trajo consigo un colateral sexual y amoroso.
Entre el ‘No te aguanto’ dicho por los confinados y el ‘Ya no me aguanto’ de los que están en abstinencia sexual, aparece como común denominador la que podemos llamar “crisis pandémico-afectiva”. Como sea, tanto para los del concubinato como para los semiinternos, ha llegado la hora de entender que esta es una circunstancia ajena que está poniendo en duda el juramento eterno. La pandemia y el sobrecontrol sirvieron de escenario para exorcizar lo crudo y real de cada uno. La libertad está alterada y en ello no hay que buscar más responsables que el hecho mismo, un tercero contingente que se llama pandemia. Las relaciones amorosas no se salvan en este caso ni con alcohol ni con antibacterial, se reorientan desde la observación consciente, el diálogo y el entendimiento de la realidad tal cual es. ¿Cambiaste? Quizás no, solo estás reaccionando al estrés que provoca la exposición y el confinamiento, sin mencionar la incertidumbre económica y la amenaza de supervivencia. Ni eres tú, ni soy yo, ¡somos todos!
Tal vez te sirva de consuelo saber que la escena de hastío en unos o el apremio de verse y no poder en otros está haciendo daño en millones de personas en el mundo. ¿Recuerdan cuando leímos que el amor debería ser creativo? Aquí tienen entonces la oportunidad. Llegó el momento no solo de respirar profundo, sino de jugar prendas cuando los niños duerman o ajustar el pico y cédula, en tu apartamento o en el mío, para el derroche sexual. Que sobrevivas tú, la buena relación y el disfrute sexual.
Finalmente, insistiré: No teman a la rutina, a veces se hace más presente, pero también llega a su fin. Acudan a la galería de fotos con su pareja en las que sonreían antes del confinamiento; no es nostalgia, es quizás la relación verdadera que ahora está congelada y que puedes recuperar.