“Esta Es una lucha de todas y todos”
“Y
cualquiera que haga tropezar a uno de estos pequeñitos que creen en mí, mejor le sería que se le colgara al cuello una piedra de molino de asno, y que se ahogara en lo profundo del mar”, Mateo 18. Esta palabra de justicia divina taladra mi existencia y creo en ella.
Hoy, cada colombiana es Salomé. Somos cada niña indígena (parece que son muchas las víctimas) o cada niña o niño con el mismo sufrimiento. Ellas son parte de nuestro corazón; su sangre, su dolor, su miedo y su humillación son nuestros.
Yo quisiera a las que han sobrevivido abrazarlas y que les llegara el amor que todas sentimos por ellas. Enjugar sus lágrimas. Y decirles que van a tener apoyo, que van a salir adelante, que se va a hacer justicia y que no va a volver a pasar. ¿Cómo consolamos o prometemos o inspiramos si no hacemos nada? El dolor me abruma, pero también me da fuerza para hacer la parte que me corresponda como ser humano para la transformación de nuestra sociedad. Tenemos que actuar, cada uno desde su posición y entorno. Mi grano de arena se llama Casa en el Árbol, donde cuidamos niños y mujeres en pobreza extrema con proyectos de educación que generan ingresos, apoyo psicosocial y valores para salir adelante. No podemos quedarnos con el dolor y no hacer nada. Averigüemos cada organización del Estado o independiente donde podamos ayudar. Empezar realmente a involucrarnos de alguna forma para ayudar en esta tragedia nacional, de acuerdo con los estudios o las muchas ganas que tenga cada uno en ser parte de un país más unido y equitativo. Necesitamos compromiso real de muchos. Dediquemos firmes unas horas al día o a la semana o al mes a instituciones especializadas. Esta es una lucha de todas y todos. Unamos realmente este dolor con amor para apoyar a las víctimas y trabajar en que se haga justicia y se castigue a los culpables. En el cielo es tan fuerte la promesa que les sugiere un suicidio. Así de aberrante es “hacer tropezar” a uno de sus pequeños amados.