“siento mi corazón roto al ver tantos feminicidios”
La
situación de los abusos contra las mujeres ha llegado al punto máximo de ebullición en el país; siento mi corazón roto al ver tantos feminicidios, violaciones y acosos sexuales.
Es momento de darle visibilidad a esta problemática que sigue cobrando vidas y la psique de más niñas y mujeres cada día. No solo son víctimas, son sobrevivientes que luchan por erradicar la violencia, las conductas machistas que llevan a algunos hombres a creer que son dueños de los cuerpos y las vidas de las mujeres, a abusar del poder que les otorga un uniforme o título.
El problema es estructural, las leyes y el sistema son patriarcales, a las mujeres no nos creen cuando denunciamos, ergo, no queremos denunciar.
Dicen las estadísticas que el 90 por ciento de los casos no se resuelven. Parece que la sociedad no entiende qué comportamientos son abusivos. ¿Por qué entre todos normalizamos comportamientos, piropos, burlas, humillaciones en aulas estudiantiles, lugares de trabajo, o la explotación sexual? Culturalmente, nos parece bien que los hombres aludan a nuestra belleza en algunos de estos escenarios; pues eso, señoras y señores, no está bien. Por ejemplo, a ningún hombre se le dice que es muy “bonito” para estudiar ingeniería de sistemas, que tiene un cuerpo muy lindo en una clase de derecho penal, que se le ve muy bien el jean que trajo hoy al rodaje.
Tampoco reciben a menudo acosos sexuales; en el caso de las mujeres, incluso han llegado a someter a muchas en redes de explotación. Los cuerpos de las mujeres no son mercancía, nuestro valor no está dado por aquel asignado por los hombres, somos talento, esfuerzo, estudio, pero sobre todo seres humanos y sujetas de derecho. Necesitamos a los hombres para seguir reflexionando y desaprendiendo formas que nos han agredido de forma pasiva-agresiva durante generaciones. Los espacios de trabajo, incluidas las fiestas, si son del trabajo, siguen siendo espacios laborales y debemos, entre todos, dignificarlos. Todos debemos trabajar en espacios seguros.
Ojalá este diálogo sirva para sacudirnos a cada uno sobre la educación que damos y hemos recibido en casa, pero sobre todo, al sistema penal, fiscales y jueces, porque son ellos quienes tienen que atender con mayor compromiso y celeridad los procesos, no revictimizar a las víctimas, reeducarse y comprender que el respeto por la vida y por el cuerpo femenino son fundamentales y son sagrados.
Marcela Mar