Indhira Serrano
Nuestra
vida va más allá de nuestras pequeñas elecciones diarias o de lo que encontramos en nuestras redes sociales, limitado por un algoritmo a lo que queremos ver y oír. Nuestra vida se interconecta con la vida de otros cada segundo, aunque siempre queramos pensar que podemos controlar con nuestras pequeñas decisiones personales lo que nos pasa a nosotros y a nuestros seres queridos.
Por eso lo que pasa a otros es algo que rara vez nos toca, y si lo hace, muchas veces tiene que ver con un sentimiento de lástima que nos pone siempre en una posición lejana y aparentemente segura, pero el algoritmo real que es la vida sigue moviéndose y muchas veces encontrará la forma de tocar nuestra puerta.
El abuso y asesinato a Salomé, una niña de apenas cuatro años, ocurrido en Garzón, Huila, solo unos pocos días después de que el país en pleno se indignara por la violación de una niña embera por parte de miembros del Ejército nacional, nos hace pensar en qué podemos hacer para que estas conductas disminuyan o cesen. Estoy segura de que si tal monstruosidad toca nuestra puerta no nos conformaremos con un gesto masivo de solidaridad en redes sociales; querremos cambios reales. Y aunque desde el Estado se han hecho avances para castigar a los que cometen estos actos, es importante para nosotros como sociedad y como individuos saber si efectivamente podemos hacer algo para cambiar esta realidad.
En los años que estuve apoyando a la fundación Niños por un Nuevo Planeta, una casa-hogar para menores que han sufrido abuso y violencia sexual, dirigida por Paola Franceschi, entendí la importancia de romper la cadena del abuso, ya que con gran frecuencia un abusador es alguien que también ha sido abusado. Hablando con amigos y conocidos acerca del tema, lo que más me sorprendió fue el alto porcentaje de personas que me confesaban haber sufrido algún tipo de abuso durante su infancia o pubertad, y cómo en la mayoría de los casos no se habían atrevido a denunciar a su abusador por miedo o vergüenza o incluso por coacción de su propia familia, que los persuadió u obligó a guardar silencio.
Podemos empezar por erradicar las conductas que permiten este silencio, eliminar la idea de que quien tiene el poder tiene la razón. Entender que si bien el abuso sexual existe en todos los niveles y no respeta etnia, creencias, nivel social o cultural, al estar relacionado con el poder tiene un fuerte impacto en los grupos a los que históricamente se les ha despojado de su poder, bloqueando su derecho a la justicia, pero, lo más importante, su derecho a proteger a los suyos y a evitar que estos horrores vuelvan a ocurrir. En momentos como este, donde la opinión de todos está al alcance de todos, tenemos la oportunidad de ayudar a crear un mundo donde los más vulnerables puedan caminar en esta tierra sin temor.
actriz, modelo y conferencista
indhira serrano