Alo (Colombia)

¡Conéctate con tu pasión!

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el mood pandémico productivo.

Hasta que decidí hacer un alto en el camino y entender que las respuestas no estaban afuera, en el deber ser. En el exterior, ni mucho menos en lo que ya conocía. Este tiempo exige algo más y por eso estamos todavía en nuestras casas. La vida nos llevó a mirarnos para adentro. Y para que vean que esto no es solo una teoría, les voy a contar parte de mi historia con este tema.

Me quedé sin trabajo el 14 de marzo. Nadie sabía que en julio íbamos a seguir en cuarentena, lo que sí tenía claro era que debía seguir pagando mi vida: el arriendo, el carro, el mercado, el colegio de mi hijo… en fin. Pasar mi reel u hoja de vida era una opción, pero con pocas posibilida­des dadas las circunstan­cias mundiales. Golpeé puertas, hice llamadas. Pero nada. Hasta que hablé con una amiga, muy sabia por cierto, y me dijo: “Conéctate con tu pasión. Una vez hagas lo que te mueve y llena tu alma, tu energía va a cambiar y las llamadas de trabajo van a empezar a llegar”.

Y así fue. Sin esperar un sueldo a cambio, empecé a trabajar sobre el amor. Mis redes sociales se llenaron de expertos en el tema. Empecé a estudiar, y a vibrar desde mi pasión. Cada día les huía a esos pensamient­os de angustia e incertidum­bre; la meditación me ayudó mucho en ese camino. Me enfocaba en lo que quería, ¿por qué darle energía a algo que yo quería cambiar? Mejor dársela a donde yo quería llegar. Tuve momentos donde perdí la fe, pero después me levantaba para seguir con mi nueva actitud. Hacía todo lo que me diera bienestar y mantuviera los pensamient­os negativos de lado: hacer ejercicio, yoga, comer bien, jugar con mi hijo, pintar, hablar con las personas que amo (preferible­mente no de las carencias, sino de los sueños o buenos recuerdos… mejor dicho, de cosas chéveres). Y sin darme cuenta, el teléfono empezó a sonar con propuestas de trabajo, con nuevas oportunida­des.

Puedo dar fe de que a mí me funcionó. Por eso les digo que vale la pena hacerlo. Al final, solo tenemos dos caminos: quejarnos (que no cambia nada) o intentar hacer lo que amamos. Es momento de dejar de ser lo que el mundo quería que fuéramos y empezar a conectarno­s con nuestro propósito de vida.

Dejemos de sobrevivir para vivir realmente. Saquemos nuestro cerebro de ese estado de alerta, de pánico, de miedo que nos paraliza y no nos permite aprender. Cuando salimos de ese estado y llevamos nuestro cerebro a un estado de confianza y paz, empezamos a evoluciona­r, a crear y a manifestar una nueva realidad.

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