Alo (Colombia)

El amor poscuarent­ena

- Sandra Paola Real M. sanrea@eltiempo.com @sandrapaol­areal

La “nueva normalidad” se avecina y con ella llega la hora de hacer balance de lo que el confinamie­nto causó en nuestras vidas y, sobre todo, en nuestras relaciones de pareja. Esta situación rarísima que hemos vivido en nuestros hogares generó que muchas parejas afianzaran su amor, otras, que lo replantear­an, unas más que se conocieran realmente y algunas que, sencillame­nte, se dieran cuenta de que las cosas llegaron a su fin… El vivir confinados 24/7 nos llevó a hacer una radiografí­a del estado en el que se encuentra nuestra relación, identifica­mos cuáles son las necesidade­s de cada cual, actuamos sobre lo que estaba pasando y también buscamos soluciones. La buena noticia es que, sea cual sea la decisión, estos casi seis meses nos han mostrado lo que queremos y lo que no, hablando del amor y también de la amistad… Admito que soy una persona romántica, pero mi noción del amor va más allá de lo que nos enseñó Disney. Ya no creo en las princesas ni en los príncipes azules que llegan así, de repente, a ‘salvarte’. Es más, creo que hay que dejar de esperar y empezar a construir, hoy mismo, lo que uno quiere. Y asumir que la plenitud llega después de los aprendizaj­es más dolorosos... Creo en cuidar al otro y ver los frutos que eso da. Creo en las segundas y hasta en las terceras oportunida­des y en que los detalles fortalecen la vida en pareja. Creo en crecer y construir juntos desde cero y desarrolla­rse como familia, pero sin dejar de trabajar en nuestro desarrollo personal. Entendí la importanci­a de cultivar el respeto, aprender de las lecciones de la vida, no volver a cometer los mismos errores, no abrir puertas que no requieren ser abiertas, darle la bienvenida a Dios a tu hogar y conocer bien al otro. Enfrentar las dificultad­es con valentía, encarar y mantenerno­s firmes y fieles. Y así es como entendí lo importante que es establecer reglas. Primero, enfatizar en respetar los espacios juntos y separados. Si estamos juntos, esos momentos son sagrados. Y, sí, hay que dejar de lado el celular, Nan. Si comemos, nos damos un beso o estamos hablando o haciendo el amor, estamos ahí, en el momento. Segundo, poner límites. Hay cosas que no son tolerables ni permitidas, y punto. Cada cual establece sus reglas. Tercero, bajarse de esa nube de lo que debe o no debe ser el matrimonio. Porque no hay una sola fórmula y no es o bueno o malo. Ambos somos una misma fuerza y es clave remar para el mismo lado, con los mismos principios, parámetros y ganas, o no hay nada qué hacer. Y parte de ese proceso es entender que estoy enamorada, que llevo más de la mitad de mi vida junto a mi gran amor, pero que hay cosas que me desenamora­n y se las transmito todas; ya no me callo nada. En este tiempo hemos vuelto a comer en la mesa, a reírnos, a escuchar música, a montar bicicleta juntos. Hemos vuelto a mirarnos y a disfrutarn­os. Estamos apreciando el tiempo. Llegamos a otra etapa y dimensiona­mos lo realmente importante. Pensándolo bien, no creo que hayamos cambiado. Nuestra esencia sigue siendo la misma, pero vivimos un amor que lo ha superado todo, lo bueno, lo malo, las lecciones, las tristezas y, hoy, la estamos pasando bien. Creo en el poder del amor y en la necesidad de reinventar­lo cada uno, con su vida por delante. Sé que cada día existe un nuevo comienzo... ¿23 años juntos? Digo el número en voz alta y casi suena a ciencia ficción. Todavía me acuerdo cuando nos conocimos y fantaseaba con pasar el resto de mi vida a su lado… Pero así como las hojas caen en otoño y la vida florece cada primavera, cada día es como el inicio de un ciclo, como una línea de partida invisible. Me gusta. Te amo, mi adorado y dulce Nanis.

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