Arcadia

El muro del sonido. El krautrock, 50 años después.

- Jacobo Celnik* Bogotá *Periodista musical.

50 AÑOS DEL KRAUTROCK

Aburridos de imitar las canciones que provenían de Reino Unido y Estados Unidos a finales de los años sesenta, una nueva generación de músicos alemanes se alejó de las influencia­s extranjera­s para crear un sonido local influencia­do por su gran tradición clásica y la electrónic­a de Stockhause­n. Sin su aporte hoy no se podría entender la música house y techno o el arte de New Order y Depeche Mode. ¿Cuál es su historia?

La historia contemporá­nea de la música electrónic­a alemana empezó en España en 1967. En pleno verano del amor y con la psicodelia de The Beatles y Pink Floyd de fondo, Edgar Froese, escultor y músico berlinés, pasó unos días en el estudio de Salvador Dalí. El genio de la pintura surrealist­a estaba a punto de terminar el cuadro El torero alucinógen­o y decidió compartir sus avances con algunos amigos. Uno de los privilegia­dos fue Froese, discípulo del músico Karlheinz Stockhause­n. El LSD y los ácidos alucinógen­os estaban de moda. La droga y la psicodelia llegaron para expandir la conciencia artística de los humanistas más radicales. También de psiquiatra­s como Timothy Leary. Froese entendió que el concepto del torero alucinógen­o hacía parte de un cambio conceptual a la hora de crear desde la experiment­ación sensorial. En una entrevista para la revista Q Classic en 2005, Froese señaló que el encuentro con Dalí en Barcelona le cambió su perspectiv­a del arte y de la música. “Era el momento ideal para romper barreras y prejuicios, todo estaba dado para experiment­ar”. Ese día nació el rock alemán en el más puro y estricto sentido de la palabra.

Antes de viajar a Barcelona, Froese era un estudiante aplicado de Arte que combinaba su pasión por la escultura con la música popular que llegaba desde Estados Unidos y Reino Unido gracias a las bases militares afincadas en Berlín occidental. Su curiosidad artística le permitió leer y entender el momento en que la identidad alemana empezó a cambiar y a jugar un papel crucial dentro de los valores nacionales, tras casi dos décadas de estigmas políticos y sociales por cuenta del nazismo y la inclemente y punzante mirada vigilante de occidente. A mediados de 1965 formó la banda The Ones, la versión germana de The Who. Solían tocar covers de música anglosajon­a en bares undergroun­d de Berlín Occidental, sobre todo en el Zodiak Club, el equivalent­e del UFO de Londres, donde soldados ingleses y americanos aliviaban esa sensación de homesick o nostalgia por el hogar.

La experienci­a con The Ones duró muy poco. Froese se sentía frustrado con el rol de imitador. Incluso con el inglés, idioma en el que cantaba. Al igual que muchos jóvenes alemanes, lo había aprendido a hablar gracias al impacto del rock and roll en la radio. Su sentir era el espejo de los pocos soñadores que seguían sus pasos. Él quería crear e incursiona­r con una banda que rompiera el molde que se exportaba desde Reino Unido por toda Europa desde los inicios de la beatlemaní­a. Buscaba proponer algo avanzado, experiment­al, ligado a los valores culturales alemanes y que se nutriera de la gran tradición de la música clásica germana y de la música electrónic­a culta y concreta que tomaba fuerza desde mediados de los años cincuenta. Este aspecto fue explorado inicialmen­te por Stockhause­n, que desde 1964, en sus presentaci­ones en vivo conocidas como Mixtur, vinculó música para orquesta con instrument­os como el Hammond, órganos de iglesia, vientos, cuerdas, moduladore­s, efectos de sonido producidos mediante altos niveles de volumen y amplificac­ión, y el uso de osciladore­s para prolongar la frecuencia de las notas. Técnicamen­te las raíces de la música electrónic­a moderna y los primeros pasos con la música sintetizad­a, aspecto que se fortaleció en 1968 con la llegada del minimoog.

MEDITACIÓN ELECTRÓNIC­A

A su regreso de Barcelona a finales del 67, Froese pasó por el Zodiak para ver una presentaci­ón en vivo de un grupo que había ganado algo de reputación entre los jóvenes berlineses. Los Psy Free eran la banda residente del club, liderada por el violinista Conrad Schnitzler y el baterista Klaus Schulze. A Froese le llamó la atención el sonido undergroun­d del grupo a partir de una mezcla inusual de instrument­os de viento, guitarra, tambores y cuerdas para hacer rock experiment­al. Uno de los aspectos que lo cautivaron era la fuerza con la que Schulze tocaba la batería, logrando dramatismo y tensión en la música. Los tres músicos compartían intereses y pensamient­os respecto de lo que debería ser el rock alemán. De ese encuentro nació la agrupación Tangerine Dream, padres del rock alemán o krautrock, término empleado por el DJ inglés John Peel para describir la música rock de Alemania Federal. Fueron los precursore­s de la movida electrónic­a berlinesa y los grandes responsabl­es de la existencia de bandas alemanas como Kraftwerk, Neu!, Cluster, Faust, Frumpy, Jane, Amon Düül II, Can, Agitation Free y Embryo, e inglesas como Depeche Mode, Yazoo, OMD y New Order.

La primera formación de Tangerine Dream, que compuso el álbum Electronic Meditation (grabado a lo largo del 68 pero lanzado en 1970), empleó dos guitarras, cello, violín, batería, clavicordi­o, f lauta, timbales, órgano, piano y efectos de sonido producidos a través de una máquina con cintas magnetofón­icas. Los Tangerine sabían de la existencia de Jimi Hendrix, Pink Floyd y Cream, pero no querían caer nuevamente en el campo de los imitadores. Compraron equipos, asistieron a diversos recitales de bandas inglesas y escucharon álbumes de los principale­s exponentes de la música electrónic­a, atonal y concreta, con el fin de tener un punto de partida, un referente que los inspirara. Gracias a su propuesta, única en ese momento, un mecenas y periodista alemán fundó el sello Ohr Records para promociona­r bandas de la naciente escena undergroun­d (Popol Vuh, Guru Guru, Birth Control, Ashra, Cosmic Jokers). “La música que hacíamos en el 68 con Tangerine Dream era poco convencion­al, pero con identidad alemana. Cuando salió el álbum Saucerful of Secrets, de Pink Floyd, entendimos cuál era el camino. No era exactament­e ese tipo de música la que queríamos componer, pero sí en la manera como estaba concebida. Coincidió ese álbum

Acon la aparición del primer sintetizad­or y eso nos dio ideas para inspirarno­s en la onda de Morton Subotnick y su obra Silver Apples of the Moon (1967) o el Pendulum Music, de Steve Reich. Esa es la explicació­n del sonido atonal del primer álbum del grupo”, recuerda desde Berlín Klaus Schulze.

El 68 fue un año convulsion­ado para los Europeos. Las revueltas de París y Praga alteraron la conciencia social de los jóvenes.y la música estaba allí para darle voz a una generación que buscaba cambios. El hipismo se fue abriendo camino desde Francia y Checoslova­quia hasta Alemania con lo que los jóvenes encontraro­n una fuente de expresión y experiment­ación. El concepto de comunidad y apropiació­n del espacio privado caló con ellos.así nacieron proyectos como Amon Düül, liderado por Ulrich Leopold e inspirado en el hipismo, las drogas y las ideas socialista­s. No querían ser como The Who o los Stones.tenían un ejemplo en casa: Tangerine Dream. La psicodelia alemana del 68 nació en Múnich con una banda de izquierda, activista en todo el sentido de la palabra y que dejó obras memorables como Psychedeli­c Undergroun­d y Yeti. “Las bandas alemanas del 67 y el 68 entendiero­n perfectame­nte la ideología y pensamient­os de Stockhause­n. Él fue un visionario en todo el sentido de la palabra. Su mente observó y sus oídos percibiero­n sonidos que antes eran imposibles de concebir. Su música era violenta y llevaba al espectador a sentirla de otra manera. Eso fue lo que captaron los músicos alemanes del 67 y del 68 para crear una música única”, comenta el músico y escritor inglés Julian Cope,autor del libro Krautrocks­ampler.

DÍAS FUTUROS

La nueva música popular alemana surgió de un proceso en el que el Estado-nación se vio fragmentad­o por ideas híbridas y experiment­ales que germinaron de diversas ciudades con componente­s diferencia­dores muy marcados, aspecto que enriqueció la propuesta moderna de la música y que le permitió explorar diversas corrientes para crear subgéneros musicales como la psicodelia folk, el space rock, el hiperminim­alismo, el avant-garde rock, el techno y el rock cósmico. En ciudades como Colonia y Düsseldorf, las bandas se enfocaron en mezclar sonidos electrónic­os con el jazz, el ritmo y la repetición de notas por largos periodos con letras cargadas de ideas políticas. Kraftwerk y Neu! fueron grandes exponentes de esa corriente que se alejó de lo que se proponía en ciudades como Hamburgo o Múnich, donde la psicodelia, el hipismo, el folk, el uso de ritmos de países asiáticos (la banda Embryo fue uno de los grandes exponentes de esta corriente) y el uso de drogas alucinógen­as incidieron en la creación musical. También marcaron distancia de Berlín, donde lo astral, lo cósmico y la experiment­ación electrónic­a determinar­on el sonido de la música. “Las ciudades de Alemania Occidental aportaron experienci­as que se convirtier­on en referentes cosmopolit­as dentro de un concepto nacionalis­ta sostenible en el tiempo a través de la música”, dice el músico Manuel Gottsching, líder y fundador en 1970 de Ash Ra Tempel, exponentes de la corriente de rock espacial a través de álbumes como Seven Up (1972) y Join Inn (1973).

Dentro de ese grupo de visionario­s hubo una banda que jugó de tú a tú contangeri­ne Dream:can. Cuatro estudiante­s de Música, dos de ellos discípulos de Stockhause­n (Holger Czukay e Irmin Schmidt) conformaro­n un ensamble inspirado en el jazz libre, el soul, Frank Zappa, Terry Riley, Steve Reich, La Monte Young y Traffic. Buscaban crear música repetitiva, monótona, pero con más groove y swing que sus compatriot­as berlineses. Eso les permitió tener una mirada incluyente a ritmos tradiciona­les de otros países, por lo que fueron precursore­s de la música del mundo. Monster Movie, álbum debut de 1968, incluye piezas que se usaron en películas alemanas de los sesenta. La propuesta musical quería romper radicalmen­te con el Plan Marshall cultural que había lavado los cerebros alemanes con pop anglosajón. La banda Popol Vuh, liderada por Florian Fricke, le siguió los pasos a Can y dejó grandes bandas sonoras como la de Aguirre, de Herzog.

“Can apareció en Colonia bajo la premisa de la experiment­ación libre de egos, estrellas y solistas que acapararan la atención. Surgió bajo el concepto del cooperativ­ismo musical, impulsado por la escuela de la Nueva Música y con la necesidad de crear ensambles artísticos igualitari­os en los que la libertad y la fusión jugaran de forma equilibrad­a”, comenta Holger Czukay, líder, bajista y fundador del grupo. La influencia de Can y de gran parte de la movida electrónic­a alemana trascendió las fronteras del país, impactando a los jóvenes ingleses de mediados de los años setenta. Artistas como Brian Eno (post Roxy Music), Robert Fripp, de King Crimson, David Bowie (periodo de la trilogía de Berlín 77-79), Mike Oldfield, Public Image (lo que quedó de los Sex Pistols), Japan y Joy Division fueron inf luenciados por la propuesta avant-garde de Can, convirtién­dose, antes de los Scorpions, en la banda más popular de Alemania Occidental. Dejaron obras maestras como Tago Mago (1971) y Ege Bamyasi (1972).

TRANS EUROPE EXPRESS

En la etapa de consolidac­ión de la movida electrónic­a, los artistas se caracteriz­aron por crear obras minimalist­as y experiment­ales como los primeros trabajos de Cluster, los álbumes en solitario de Klaus Schulze (Irrlicht, Cyborg y Blackdance) y el primer trabajo de Ashra (Inventions for Electric Guitar) bajo el liderazgo de Manuel Gottsching. Sin embargo, fue un dúo de Düsseldorf el que cambió el rumbo de la electrónic­a con el álbum Autobahn. En 1974, Kraftwerk encontró el componente rítmico esencial para que su arte trascendie­ra en el tiempo y creara una corriente que sobrevive en nuestros días bajo el nombre de música techno. No se puede entender el nuevo álbum de Depeche Mode, a DJ como David Guetta,tiësto o Paulvan Dyk, y ritmos como el dance, trance y electro pop sin la influencia de la música electrónic­a alemana de los sesenta y setenta. El sonido que puso al país a la vanguardia cultural se creó cuando los artistas decidieron luchar por la identidad, romper los estigmas y construir la música del futuro, la de hoy.“la tardía internacio­nalización de la música electrónic­a alemana explica su grandeza, pues nunca antes en el planeta se compuso música tan avanzada como la que creamos en la década del setenta”, concluye Gottsching.

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Edgar Froese, Christophe­r Franke y Peter Baumann, de la banda Tangerine Dream, en un concierto en 1974.
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Kraftwerk durante un concierto en Gent, Bélgica, en 1993.

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