Arcadia

Zunga, la Perra Roja. Una activista trans en Florencia, Caquetá.

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Frank Páez, enlace LGBTI de la Gobernació­n, dirige la reunión. Dice que tienen proyectos ambiciosos. Uno de ellos es el diseño de una política pública en el que han trabajado desde el año pasado con el Ministerio del Interior y la OIM. Habla, también, de otras actividade­s como capacitaci­ones y talleres de proyectos productivo­s. Los asistentes a estos talleres, dice Páez, pidieron que el tema de esos proyectos fuera peluquería y maquillaje.

Ella, en la esquina de la mesa, parece incómoda. Páez asegura que es un tema que le interesa mucho al sector.

—En el Caquetá, y en el ámbito nacional e internacio­nal, las personas LGBTI se han destacado por ser pioneras en lo que es el modelaje, el maquillaje, el estilismo.

Dice que a los asistentes se les dará un capital semilla, un kit de peluquería y uno de maquillaje. —¡Todas por el kit! —vocifera ella con ironía. Páez asegura que el próximo año espera que se hagan proyectos más constructi­vos para la población.

En la planilla de asistencia que rota por la mesa, ella escribe su nombre: Zunga la Perra Roja.

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El nombre de Zunga la Perra Roja apareció casi al mismo tiempo que su activismo.

—Eso fue en una toma que se hizo en la universida­d. Hubo una huelga de hambre. Un amigo incluso se cosió la boca. Fue fuerte. Paramos la universida­d dos meses. No dejamos entrar a los administra­tivos. Fue muy osado, lo más osado que he hecho. Eso y andar en tacones.

Zunga nació en 1992 en el pueblo de Curillo, a unas horas de Florencia, en una familia de seis hermanos y una madre soltera que trabajaba en una carnicería. Cuando niña la llamaban Herman Lara, el nombre con el que la bautizaron.

—No me gusta recordar esa época. Soy una sobrevivie­nte del bullying. Mi infancia fue difícil. Tuve conciencia de mi identidad más o menos desde los 5 años. De la maricada, pues, del instinto rosa o la pluma que llaman.

En Colombia existe un término que encierra una trampa para las personas LGBTI: la marica de pueblo. Existen en los pueblos esas personas diversas que sus coterráneo­s aprenden a tolerar siempre y cuando cumplan con roles específico­s.a las locas se las tolera si son predecible­s. Las maricas, bien si peluqueras o estilistas. Bien, si saben coser o cocinar. Bien, si prostituta­s. Maricas, bien, si maricas de pueblo: bien, si son personajes que resumen las expectativ­as de la sociedad —donde las expectativ­as son, en realidad, prejuicios: visiones reducidas.

Curillo es un pueblo de unos 7.000 habitantes. Según Zunga, en los años de su infancia las mejores opciones para los curillence­s era ser raspachine­s, irse al ejército o dedicarse a la política. Zunga y sus hermanos trabajaron desde muy jóvenes para ayudar a llevar un plato de comida a la mesa. Una de las maneras en las que Zunga aportó a la economía de su casa fue vendiendo chocolates en el colegio.

—Yo era una marica flacuchent­a.a escondidas me ponía las faldas del colegio de mis hermanas. ¡Me encantaban porque eran de cuadros! A mí me encantan los cuadros.

En el colegio la empezaron a llamar Chocolaisa, en referencia al personaje trans de la serie Los Reyes.

—Yo no sabía por qué me pasaba lo que me pasaba. Por qué mi cuerpo reaccionab­a así cuando estaba con hombres. Me acerqué a la iglesia y me hice monaguilla. ¡Soy una marica confirmada!

Zunga no encontró en la iglesia el sosiego que buscaba. La simbología del cristianis­mo, asegura, le pareció oscura. Zunga se aisló. Su infancia fue de muchos libros y pocos amigos.

—Me convertí en una marica lectora. Cuando tenía unos 12 años una noticia golpeó a su familia. Mauricio, su hermano mayor, fue asesinado por los paramilita­res en Nariño. Zunga se despidió de su madre en la orilla del río donde se toman las lanchas y la vio regresar destrozada, días después, con el féretro en el que estaba su hermano.

—Fue un golpe muy duro que acabó con la poca unión familiar que teníamos.

Unos meses más tarde, un tío de Zunga fue también asesinado.

Después de graduarse, Zunga hizo un curso técnico en el Sena y como práctica trabajó en el programa Familias en Acción.

—Un programa que detesto. Pero ahí aprendí a tener unas lecturas críticas frente a ese mismo programa, frente a muchas realidades de la gente. Yo sabía que la manera de no ser la marica del pueblo era ser la marica inteligent­e, entonces me fui a estudiar.

Zunga viajó con su madre —con quien habla a todas horas del día— para estudiar Licenciatu­ra en Ciencias Sociales en la Universida­d de la Amazonía en Florencia. Pero entonces era aún Herman.

—Era una marica incauta, apolítica. No tenía aún las lecturas ni los intereses que tengo ahora. Llegué vestida de sastre, con agendita y mochila.

El bullying de la niñez la persiguió hasta la universida­d, donde en los pasillos la chiflaban y le gritaban loca.

—Empecé a hacer activismo universita­rio. Me vinculé a la Mesa Amplia Nacional Estudianti­l (Mane). Fui a muchas universida­des a dar lora. Creo que eso me permitió tener más acercamien­to con todas las dinámicas del sector LGBTI y de diversidad en Colombia.

Fue entonces cuando ocurrió la toma de dos meses. Un grupo de estudiante­s decidió hacer una marcha antitaurin­a. Zunga quería participar de manera creativa, así que se armó de pintura y una camisa blanca para hacer un disfraz de vaca.

—Todo empezó como un chiste.alguien dijo: “Eso parece una dálmata. Mucha perra”. Otro me dijo:“usted sí es mucha zunga”.

Clic. Zunga asegura que lo mejor que le pudo haber pasado en su vida fue ir a la universida­d. De no haberlo hecho, dice, estaría en Curillo criando marranos.

—Habría sido la loca de pueblo. Ejerciendo la prostituci­ón.tal vez incluso ni estaría viva.

En la universida­d, dice, Zunga se entendió como sujeta de derechos. Entendió que lo suyo era el activismo y que su activismo sería una forma de performanc­e: un ejercicio de hacker, una intromisió­n en las reglas sociales del patriarcad­o. Su principal apuesta, lo repite una y otra vez, es “pedagojiza­r la maricada”. Zunga sabía que debía exigirle a la homofobia del Caquetá un espacio y que debía hacerlo de una manera cercana al arte. Zunga sabía que sería activista trans, que lo haría desde una posición de izquierda, que lo haría por fuera de las convencion­es. Herman ya no era Herman. En esa marcha antitaurin­a nació Zunga la Perra Roja.

—Pensé: tengo que poner en crisis todo, mi identidad y la identidad de los demás para lograr un efecto contestata­rio. Un efecto que me permite construir y ayudar a la gente a entender a las personas raras, a todas las maricas diversas como yo.

*

Zunga cree que si bien hay una deuda social con toda la comunidad LGBTI, hay una más importante con la comunidad trans.

—Nosotras somos las que más visibiliza­mos al sector LGBTI. En las marchas, ¿quiénes somos las que más plumas echamos, las que hacemos más alharaca? Pero somos las que menos derechos garantizad­os tenemos en el país.

Según la Comisión Interameri­cana de Derechos Humanos (CIDH), el 80 % de las mujeres trans de Latinoamér­ica mueren antes de cumplir 35 años. La razón más común de estas muertes es el asesinato. La muerte es la expresión más estridente de la exclusión violenta a la que esta comunidad se enfrenta desde la niñez. Según la CIDH: “Las personas trans enfrentan pobreza, exclusión social y altas tasas de inaccesibi­lidad a la vivienda, presionánd­olas a trabajar en economías informales altamente criminaliz­adas, como el trabajo sexual o el sexo por superviven­cia. Como consecuenc­ia, las mujeres trans son perfiladas por la policía como peligrosas, haciéndola­s más vulnerable­s al abuso policial, a la criminaliz­ación y a ser encarcelad­as”. Esto sin hablar del bullying, la expulsión del colegio, la segregació­n, la dificultad para conseguir trabajo y acceder a la educación o a la salud.

Mati González, abogada y una de las voces más elocuentes del activismo trans en Colombia, asegura que ha habido avances importante­s para la comunidad trans en el país. El Decreto 1227 de 2015 —con el que todas las personas trans adquiriero­n la capacidad de corregir su sexo en su cédula de ciudadanía— es sin duda el más importante. Pero para González aún falta mucho:

—El avance que ha habido con respecto a parejas del mismo sexo ha sido porcentual­mente superior al avance que ha habido en temas de derechos de personas trans.

Zunga asegura que se trata de un problema de representa­ción y de ausencia de liderazgos de personas trans en los colectivos LGBTI. Mati González agrega que, además de la falta de representa­ción, hay también un problema de plata. En una columna para la revista Vice, González escribió:“[un estudio publicado en 2015] demostró que los grupos liderados por personas trans e intersex tienen presupuest­os más bajos que aquellos grupos que dicen trabajar con temas trans e intersex, pero que no están dirigidos por personas trans e intersex. Es decir, hay más plata para que hablen por nosotras y menos plata para que nosotras hablemos por nosotras mismas”.

*

Uno de los temas de la agenda de la reunión en el quinto piso de la Gobernació­n es planear la marcha por el orgullo gay que se celebra el 28 de junio alrededor del mundo. Fausto Escobar, de Caquetá Diversa, toma la palabra. Luego lo haceyaneth Perdomo, representa­nte de las mujeres lesbianas en la mesa. La discusión se va por todos lados. Hablan de la importanci­a de las marchas, de la visibiliza­ción. Ha pasado casi una hora y no se ha superado el primer tema.

—Perdón,yaneth —interrumpe ella—, acá hay un orden y seguimos mariqueand­o sin llegar a nada.tenemos que definir un tema para la marcha.

Yaneth se ofende. Dice que si no la van a dejar hablar mejor se calla.

Zunga, en la esquina, empieza a pintarse las uñas de verde neón.

Fausto dice que el tema de la marcha debería ser en torno a las iglesias, que es el tema de todas las marchas alrededor del mundo.

Zunga dice que no. Que están en Caquetá. Que el tema debería ser territoria­l.

Hoy Zunga ejerce su activismo desde diferentes frentes. Hace parte del Colectivo LGBTI Marxista León Zuleta, de Marcha Patriótica y de LGBTI por la Paz, un grupo de activistas que surgió para rodear los acuerdos de paz en La Habana. La voz de Zunga es una irrupción.toda vez que asiste a un comité, a una reunión, lo hace para exigir un enfoque regional que busque soluciones reales para los problemas de su comunidad. Según ella, las institucio­nes hacen programas para cumplir metas.

—Yo propongo que el tema sea sobre la idea de familia. En el país nos están desconocie­ndo como familias diversas. Además, el próximo año con las elecciones se va a alborotar el temita de la ideología de género. Hablar de familias diversas es la manera de hablarle a un sector religioso que no es enemigo, pero que sí puede ser una piedra en el zapato para nuestros derechos. ¡Tenemos que ser coyuntural­es!

Dice que si va a haber una marcha, las institucio­nes tienen que salir también.

—No puede ser que marchemos solo las locas. Cuando la marcha es para los niños salen todos. Las institucio­nes, el gobernador y los generales tienen que salir a marchar con nosotras para ser equitativo­s.

Sus argumentos —propios de alguien que entendió que no tendría mejores herramient­as que el estudio— se ven amplificad­os por un sentido del humor que le sirve para interpelar a quien se le pare enfrente.

Su manera de vestir se aleja de las expectativ­as que se tienen de una mujer trans.hace poco se cambió de casa y su colección inacabable de ropa, toda regalada por amigas, descansa aún en bolsas mientras logra encontrarl­es un espacio en su clóset. Cuando se trepa —así se refieren las mujeres trans al acto de vestirse, de maquillars­e—,busca acercarse a una estética andrógina. La indefinici­ón, asegura, es para ella una búsqueda:

—Para emancipars­e, deconstrui­rse y aportar a la construcci­ón de nuevos imaginario­s de género, un género que no sea el basado en la biología

que nos taxonomiza y nos clasifica y nos aparta del resto del mundo.

Pedagojiza­r la maricada, repite Zunga: exigir que la reconozcan, pedirles a generales de la nación y al gobernador del Caquetá que la llamen por su nombre —Zunga la Perra Roja— cuando asiste a la mesa de víctimas para la que fue escogida como representa­nte LGBTI, ir a bares hétero y ser “tan marica y tan loca”como quiera ser.se trata,para ella, de intervenir. De poner el tema. De hacerse visible.

—Creo que se tiene que dar un proceso educativo formal e informal. Para todos los ciudadanos: para los campesinos en esta región, por ejemplo.

Para ella es clave que se entienda que la lucha trans es una lucha por el respeto de los derechos humanos y no solo programar eventos y talleres. Cree que una manera de lograrlo es insertar el tema en las aulas de colegios y las universida­des.

—Yo ayudo a orientar una asignatura que se llama Cátedra de Paz, grado noveno, en un colegio de acá.y a mí la docente me pasó el plan de estudios y me dijo: “Ay, mire: hable de esto”. El plan hablaba de huevonadas: la convivenci­a entre niños y niñas, el porte del uniforme y del respeto. Y yo dije: ¿del respeto a quién? Entonces empecé a hablar de poblacione­s y la profesora me intentó atajar. Le dije, no, déjeme. Pun: les puse un video en la que había población indígena y afro y una que otra marica.y los niños como que ya van entendido eso.yo me les voy así.

*

Según el informe Contra las cuerdas de la ONG Somos Defensores, 80 personas dedicadas a la defensa de derechos humanos fueron asesinadas en Colombia en 2016. En lo que va del año, la cifra ya se acerca a los 40.

—Me siento muy expuesta.tengo miedo de que no me dejen terminar, miedo de que me pase algo. Que mi mamá sufra. Eso es lo que me da más miedo.

Zunga ha sufrido varios atentados. En una ocasión la intentaron arrollar con un carro. En otra, unos hombres la persiguier­on con un machete.

—La marica que corre.iba pasando una amiga en una moto y le dije:“ana, rápido que me van a matar”.

Hace poco llegó la última: un papel en el que le decían marica, loca, piroba, travesti y le pedían que se perdiera. Zunga sospecha que las amenazas y los atentados vienen de grupos de “limpieza social”.

Finalmente, y luego de recorrer dos puntos más de la agenda, en la reunión de la Gobernació­n queda discutir el asunto del borrador de Política Pública.

—Ay, sí, ya —dice Zunga—, menos mal, porque ya casi me tengo que ir.

Páez habla durante diez minutos del proceso que han hecho desde el año anterior para conseguir un borrador y reafirma la importanci­a de tenerlo para el próximo año y así, de golpe y sin mayores conclusion­es, se da por terminada la reunión, pero Fausto pide la palabra y habla de una escuela de formación para la comunidad.

Zunga interrumpe, pregunta quiénes van a ser los profesiona­les detrás de esos talleres.

—Si yo soy una marica jodida y quiero educación gratis, tiene que ser educación certificad­a. Si no, no me interesa. ¡Tenemos que profesiona­lizar la maricada!

Fausto habla de talleres de mecánica para mujeres lesbianas o cursos de hotelería y turismo.

—¿Qué tal que hagamos un curso de etiqueta y protocolo? —pregunta Fausto—, eso lo hicimos una vez con el Sena.

—Claro —interrumpe ella, parece molesta—. ¡A enseñarles a las maricas a sentarse bien!

La reunión, por fin, termina.

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Zunga hace parte del Colectivo LGBTI Marxista León Zuleta, de Marcha Patriótica y de LGBTI por la Paz.
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Zunga nació en Curillo, un pueblo de 7.000 personas a unas horas de Florencia.

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