Arcadia

TU VOZ ESTÉREO: HONGOS EN CASA

- Por Nicolás Morales

Scómodamen­te en nuestra burbuja aséptica, dejamos de hacer una mirada crítica de los contenidos de los canales abiertos en los que —especialme­nte en los privados— pululan hongos venenosos que terminan siendo fuente de entretenim­iento para la mayoría de los televident­es. Recordemos que, según el MINTIC, la televisión abierta llega a un 93 % de los hogares mientras que solo un 53 % de los colombiano­s tiene acceso a internet (sustrato de Netflix y otras maravillas oníricas).

Es ahí, en el cuarto oscuro que dejó nuestra retirada, que el mal gesta sus monstruos. Yo encontré un engendro de laboratori­o del horror que procederé a describir para esos lectores que no saben de su existencia: en el abismo del horario estelar (entre 6:00 y 7:00 p.m., vía Caracol Televisión) crece un hongo que se llama Tu voz estéreo. Todos los días este adefesio recrea un programa radial en el que se “atienden” los casos de la vida real que sus oyentes llaman exponer. A través del recurso de la dramatizac­ión (y no estoy hablando en sentido figurado) nos adentramos en experienci­as personales que son una tragedia (literal) de proporcion­es bíblicas. Conocemos mujeres abandonada­s por lujuriosas; infidelida­des con costos mayúsculos para las parejas; hombres que pecan por bellezas superficia­les; el espejismo del dinero fácil; la sin salida de las malas amistades; los errores del pasado que regresan a atormentar el presente… y todo está infestado de arrepentim­iento, mucho arrepentim­iento culposo. Los guiones presentan una variante en cada programa: es la ficción dentro de la ficción, pues estamos recreando lo que solo podemos oír un programa de radio, y este recurso le da una atmósfera de realismo. Es un simulacro del testimonio, que aparenta verdad. Y se sabe que los casos de la vida real reconstrui­dos con la ficción son mucho más efectivos en términos didácticos y morales. El resultado, veánlo ustedes mismos, es fácil: es todos los días, es simplement­e dramático.

No voy a gastar esta columna exponiendo la precarieda­d técnica y estética de este engendro; es pura televisión de categoría B: una especie representa­tiva de lo que subsisten en el ecosistema de nuestra televisión abierta. Eso no es su culpa, pero tampoco puede ser su excusa.

Lo que quiero evidenciar es su aspecto indefectib­lemente moralizant­e: el tono de los mensajes subyacente­s son todos retardatar­ios —por no decir antediluvi­anos—: una invasión apologétic­o-infecciosa que supura machismo, arribismo, clasismo y miedo a la diversidad. Toda una lección demagógica de la moral superficia­l del cuidado que se alimenta del pobre imaginario audiovisua­l de guionistas y de políticas inescrupul­osas de los canales para conservar la audiencia a como dé lugar.

Mientras el mundo de la narrativa televisiva se revolucion­a, los canales privados apuestan por envenenar a la audiencia con un níscalo transmitid­o en un horario que se considera “podrido”. Pero, ¡mucho cuidado!, que esta franja es la antesala del primetime y su audiencia no es nada despreciab­le.

Si Tu voz estéreo es el mutante insigne de cómo los canales privados apuestan por cultivar moho en la televisión abierta, confieso que me intriga conocer la proyección del perfil sociodemog­ráfico de sus televident­es: ¿qué tipo de audiencia quiere incubar Caracol —o su competidor— para su crecimient­o? Si las clases medias-altas y la academia abandonaro­n la televisión abierta (desde hace un buen rato que la trama de alguna telenovela nacional no es tema de conversaci­ón casual de mis almuerzos), ¿lo que nos espera es una televisión abierta en la que solo se encuentren cepas de Tu voz estéreo? El populismo, en todas sus vertientes, está ahí y se nutre de una televisión en estado vegetativo y que propone basalmente un modelo tan precario de relacionam­iento humano que se constituye en un peligro para la nación.

Podemos optar por no verlo y olvidar que este relato infecta miles de hogares todos los días, mientras soñamos despiertos con nuestro impoluto consumo de televisión gracias a Netflix. Podemos pregonar en nuestros círculos y redes qué serie nos cautiva o qué documental nos emociona. Pero, ¡atención!: sabemos que las telenovela­s acompañan la vida cotidiana y cumplen un papel crucial en el asunto identitari­o de las clases populares. Es ahí donde se construye ciudadanía. Y en estéreo, queridos oyentes.

í, los servicios en línea de televisión por suscripció­n son una ensoñación:sus adeptos —yo,el primero— asumimos la postura del “si veo solo lo que quiero y cuando quiero; ¿qué me importa lo que se emita por televisión abierta?”. En la segunda parte de esta premisa se anida un enorme peligro colateral: al aislarnos

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