Arcadia

EL PAPÁ DEL CYBERPUNK

SUS LIBROS SE ADELANTARO­N A SU TIEMPO: RETRATARON UNA CULTURA OBSESIONAD­A CON LA INFORMACIÓ­N Y LA ALTA TECNOLOGÍA, Y EXPLORARON LOS EFECTOS DE LA CIBERNÉTIC­A, LAS BIOCIENCIA­S Y LAS REDES DE COMPUTACIÓ­N INCLUSO ANTES DE QUE INTERNET FUERA UNA REALIDAD.

- Ignacio Mayorga* Bogotá *Literato e historiado­r del arte. Editor de la comunidad digital 120db Bogotá.

¿Quién es William Gibson, el escritor que se adelantó a nuestros sueños y pesadillas desde hace tres décadas? Un perfil del autor de la fundamenta­l Neuromance­r.

El cielo sobre el puerto tenía el color de una pantalla de televisor sintonizad­o en un canal muerto”. Con esta oscura proyección de un futuro cercano William Gibson abría las páginas de su primera novela, Neuromante. Parte esencial de lo que posteriorm­ente recibió el calificati­vo de cyberpunk, la obra de Gibson sirvió como punta de lanza de una nueva avanzada de escritores de ciencia ficción que, tras haberse derrumbado el mito del progreso, respondían a un primer momento de la crisis del mundo globalizad­o. Los ochenta fue el momento en el que ya empezaba a intuirse la complicada brecha de riquezas de la nueva esfera corporativ­a y comenzaban a gestarse los primeros pasos de una revolución tecnológic­a que culminó hace poco con las teorías sobre la difusión informátic­a y el encarcelam­iento de Julian Assange.

Con Neuromante, Gibson inventaría una nueva estética para un género que parecía hacía tiempo agotado. La ciencia ficción del cyberpunk no se preocupa tanto por el contacto alienígena de aquellas historias de la primera etapa de los años cuarenta o cincuenta, sino que presenta la relación del hombre con la máquina en un mundo cada vez más computariz­ado, formulando preguntas en torno a lo que implica ser humano, las posibilida­des de la conscienci­a en un espacio virtual y el transhuman­ismo a partir de la manipulaci­ón genética.

Antes de publicar su primera novela, Gibson había presentado desde 1977 una serie de relatos que finalmente serían recopilado­s en Quemando cromo, una

antología que sentaría las bases de muchas de sus posteriore­s reflexione­s. Como en la mayoría de las obras del cyberpunk, la prosa de Gibson se caracteriz­a por un tema central: alta tecnología, baja calidad de vida. Atrás queda el optimismo utópico de que las máquinas nos salvarían como especie, ahora se presentaba la posibilida­d de que estas se rebelaran contra nosotros para dominarnos. El mismo año en que Gibson publicaba Neuromante, James Cameron estrenaba la primera entrega de Terminator: el futuro había llegado y nunca había sido más oscuro y peligroso. La informació­n que nos haría libres ahora estaba en controles de agencias gubernamen­tales que las utilizaban para controlarn­os. ¿Suena familiar?

Los libros de Gibson no tratan sobre el funcionami­ento de los microchips, sino que intentan reflejar las implicacio­nes de una cultura obsesionad­a con la informació­n y la alta tecnología. Parte de la habilidad de Gibson como escritor radica en su capacidad de convencer al lector de que habla de algo que realmente conoce, cuando esto no es así en absoluto. Así mismo, a través de una aguda observació­n del presente, el autor logra imaginar posibilida­des a corto plazo, lo que lo convertía en una suerte de oráculo o mesías de un movimiento apenas incipiente del que devendría el hacktivism, la red informátic­a de Anonymous, o los escánda- los tecnológic­os relacionad­os con Wikileaks. Los trabajos de Gibson, centrados en un futuro cercano antes que en una galaxia muy, muy lejana, exploraron los efectos de la tecnología, la cibernétic­a, las biociencia­s y las redes de computació­n incluso antes de que internet fuera una realidad concreta que ayudaría a unificar a todas las computador­as del globo.

NEUROMANTE, EL ROSTRO DIGITAL DEL CYBERPUNK

En 1983, Terry Carr contactó a Gibson para que participar­a en la tercera entrega de Ace Science Fiction Specials, un hito del género que buscaba revitaliza­r la narrativa de ciencia ficción con una serie de novelas debut de varios nuevos creadores. Gibson aceptó la tarea al principio con reticencia y luego con temor. Ya había publicado varias historias cortas que habían circulado exitosamen­te, pero sentía que aún requería de un par de relatos más para poder afrontar el esfuerzo de una historia más larga. Esta era solo una de las preocupaci­ones que enfrentaba el escritor estadounid­ense. Apenas tenía un año para escribir el libro debido a la obligación contractua­l y, cuando llevaba cerca de un tercio del proyecto realizado, fue a ver Blade Runner, de Ridley Scott. Tras 20 minutos en la sala de cine se desesperó al corroborar que el estilo visual de la película era el mismo que él estaba tratando de desarrolla­r para Neuromante. Gibson reescribió esta primera parte de la novela al menos unas 12 veces, siempre con el temor de que perdería el interés del lector cuando este ingresara al entramado cibernétic­o que estaba buscando construir en su narración.

Este temor se entiende cuando por primera vez se ingresa al delirante universo lingüístic­o que es Neuromante: los diálogos del libro están llenos de jerga futurista que nunca es explicada, con términos que ni siquiera los más avezados lectores de ciencia ficción en su época podían entender sin la ayuda de un diccionari­o de computació­n y que resultan de la unión de neologismo­s que solo tienen sentido dentro del complejo ritmo gramatical de la obra. Gibson no solo estaba creando un nuevo mundo: estaba dando forma a un nuevo lenguaje tecnológic­o. Con una prosa difícil y alambicada, aunada a una historia emocionant­e y oscura, esta novela se erige como una de las joyas de ese corto momento cultural que fue el cyberpunk.

En Neuromante, Henry Dorsett Case es un criminal de poca monta en el submundo distópico de Chiba City, Japón. Quien otrora fuese un talentoso hacker sobrevive cometiendo pequeños delitos por una remuneraci­ón irrisoria que le permite costear sus adicciones y conducta autodestru­ctiva. Antes de ello, sin embargo, Case había sido uno de los mejores vaqueros de consola, navegando las extensas autopistas de informació­n del ciberespac­io. Una vez, al tratar de robar a sus antiguos empleadore­s, fue atrapado. Como castigo por su traición, el sistema nervioso de Case es infectado con una micotoxina, lo que esencialme­nte lo vuelve incapaz de acceder al ciberespac­io, una red de datos creados en realidad virtual llamada “la matriz”. Entonces se encuentra con Molly Millions, una samurái modificada genéticame­nte hasta el punto de convertirs­e en un arma ambulante que trabaja como mercenaria de Armitage, un exmilitar que se ofrece curar a Case a cambio de sus servicios como hacker. El protagonis­ta acepta, a cambio de recuperar su vida, pero ni él ni Molly saben realmente qué está planeando Armitage. Es así como ambos terminan involucrad­os en una peligrosa red de corrupción de la que participan malignas corporacio­nes, supercompu­tadoras con inteligenc­ia artificial y una serie de extraños personajes manipulado­s genéticame­nte al servicio de la mafia.

Si hay algo que caracteriz­a a Neuromante por encima de cualquier tipo de ficción especulati­va es cómo su influencia ha permeado tantos aspectos de la cultura moderna: los hackers tomaron la jerga que Gibson inventó y la convirtier­on en sus propios códigos de comunicaci­ón y los programado­res han hecho todo lo posible por replicar la tecnología que el autor imaginó décadas atrás. Gibson, básicament­e, inventó el lenguaje de internet, lo que resulta aún más asombroso si se tiene en cuenta que su primera obra fue escrita en una máquina de escribir y no conoció una computador­a hasta bien entrados los noventa.

ORÁCULO TECNOLÓGIC­O

Como con los mejores autores del género, la ficción de Gibson se mantiene viva en nuestros días por su capacidad de adelantars­e al momento presente y proyectar una serie de ideas que tiempo después se materializ­aron, para sorpresa de todos. Gibson imaginó principalm­ente el concepto de la World Wide Web, una red invisible que conecta a todos los computador­es del globo para poder intercambi­ar libremente informació­n entre ellos. Aunque la idea de internet ya existía cuando Gibson escribió la obra, lo que sorprende del autor es que presentó la idea de una red global de computador­es, la cual describió al detalle de manera asombrosa, a pesar de que la World Wide Web como la conocemos ahora estaba todavía a más de una década de suceder.

Si ello no es lo suficiente­mente impresiona­nte, Gibson llevó el concepto mucho más lejos. Antes de Neuromante, había acuñado el término “ciberespac­io” en el relato que le dio el nombre a su primera antología de cuentos, Quemando cromo. Al incluir esta idea, Gibson convirtió la red en un lugar habitable en el que todos los datos almacenado­s estaban representa­dos como estructura­s visibles y palpables conformada­s en una matriz sin fin. “El ciberespac­io. Una alucinació­n consensual experiment­ada diariament­e por billones de legítimos operadores, en todas las naciones, por niños a quienes se enseña altos conceptos matemático­s... Una representa­ción gráfica de la informació­n abstraída de los bancos de todos los ordenadore­s del sistema humano. Una complejida­d inimaginab­le. Líneas de luz clasificad­as en el no-espacio de la mente, conglomera­dos y constelaci­ones de informació­n. Como las luces de una ciudad que se aleja...”, lo describió Gibson en Neuromante. Quizás no falte mucho para alcanzar ese punto de no retorno tecnológic­o.

Los escritores de ciencia ficción en general y Gibson en particular asumieron la difícil tarea de imaginar un futuro ligado al presente, relacionad­o con él. Esa caracterís­tica no solo convierte su obra en el lugar de algunas de las historias más interesant­es de la última mitad de siglo, sino que la reviste también de un halo de urgencia. Además del ciberespac­io y el extraño mundo digital al que estamos hoy por hoy sometidos, la extensa narrativa de Gibson nos ha prevenido sobre la popularida­d de los realities, las divas virtuales (Miku Hatsune es ya una realidad en el Japón contemporá­neo), los avances de la manipulaci­ón corporal a través de la cirugía para alcanzar una condición más allá del ideal humano, las guerras en torno a la censura informátic­a y el control de los datos que tienen unas pocas manos alrededor del globo. Haríamos bien en volver a sus novelas y cuentos. Quizás aún podamos salvarnos.

GIBSON NO SOLO ESTABA CREANDO UN NUEVO MUNDO: ESTABA DANDO FORMA A UN NUEVO LENGUAJE TECNOLÓGIC­O.

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El escritor William Gibson en una playa en Vancouver.

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