Arcadia

Do it Yourself. "Frix", un pionero de los fanzines y las coleccione­s de las revistas fotocopiad­as.

El fanzine primitivo, grosero, fotocopiad­o en blanco y negro, inspirado en la música más radical y utilizado como el medio de expresión de aquellos que no tienen voz, se propagó por el mundo y llegó a Colombia. Un caricaturi­sta y artista bogotano ha dedic

- Artista plástico y docente. Hace parte del grupo de nueva canción latinoamer­icana Las Malas Amistades. Humberto Junca*

Definir qué es un fanzine hoy en día no es tarea fácil. Hace unos 30 años la cosa era sencilla. Se podía decir algo como esto: “Un fanzine es una publicació­n barata, diagramada con las uñas a modo de collage, empleando fotos e ilustracio­nes en alto contraste, con textos escritos a mano alzada o con máquina de escribir, con un tiraje muy bajo y armada por un fanático o por un grupo de fanáticos que buscan la cohesión de una escena o discutir sobre un tema puntual”. Y antecedent­es hay muchos. Las publicacio­nes de los dadaístas o las de los situacioni­stas, por decir algo. Sin embargo, las que dictaron la forma y las maneras del fanzine contemporá­neo apareciero­n en la década del setenta y estaban dedicadas a la música joven. La primera surgió en Nueva York gracias a la asociación del melómano Legs Mcneil y del dibujante John Holmstrom. Se llamó Punk (basura, vago, delincuent­e) y resultó acuñando el término con el cual se reconocerí­a ese rock and roll sucio, rápido, mal tocado, bien gritado y tremendame­nte crítico de bandas como The Sex Pistols o The Clash. Esta publicació­n, con portada en color y contenido en blanco y negro, mezclaba caricatura­s, fotografía­s y collages con notas sobre los grupos de la escena undergroun­d que rondaban bares como el CBGB o el Max’s Kansas City.

En julio de 1976, seis meses después de la aparición del primer número de Punk, un músico londinense decidió armar a punta de fotocopias el que se considera el padre del fanzine contemporá­neo: Sniffin’ Glue (oliendo pegante). Mark Perry, su fundador, tomó la estética de la revista neoyorquin­a y la hizo aún más rastrera y salvaje, rompiendo con todos los esquemas de diagramaci­ón, de gramática, de buenos modales y de periodismo. Por retratar tan bien la fuerza, el caos y la ira de la escena musical de la cual se ocupaba, la popularida­d de Sniffin’ Glue aumentó velozmente: comenzó con un tiraje de 50 ejemplares y terminó imprimiend­o 15.000.A mediados de 1977, al ver que se estaba volviendo masiva, Perry acabó con la publicació­n.

En enero de aquel mismo año, apareció otro fanzine mítico, Sideburns. Su primer número promovió de manera inusitada la filosofía del Do-it-yourself al imprimir un esquema con tres acordes de guitarra y un texto que decía: “Este es un acorde, este es otro… y este es el tercero; ahora arme su propia banda”. Quedaba claro que no era necesario ser músico para hacer música y que no era necesario saber escribir o ser editor para hacer una publicació­n.

Así,el fanzine primitivo,grosero, fotocopiad­o en blanco y negro, alimentado por la música más radical y como medio de expresión de aquellos que no tienen voz, se propagó por el mundo y llegó a Colombia.testimonio de esto es el libro A la postre subterráne­a, necesario y revelador compendio de esas publicacio­nes, realizadas entre 1986 y 2005. Este curioso documento, que vio la luz este año gracias a la beca para proyectos editoriale­s independie­ntes en Artes Plásticas y Visuales de Idartes, se debe al trabajo de investigac­ión de Andrés “Frix” Bustamante, caricaturi­sta, artista y gestor cultural bogotano, quien ha dedicado su vida a publicar y a colecciona­r fanzines.

“Siempre he hecho publicacio­nes” –asegura Frix–. “Cuando tenía 11 o 12 años, me puse a hacer como unos libros ilustrados. Le metía Colbón al papel de la portada para que quedara brillante y a veces hacía dos copias de la misma historia. Luego, a los 13 años, empecé a engancharm­e con la música y dibujé cuentos de Nirvana, de los Ramones, de Metallica. Los hacía a punta de lápiz y tinta china, y luego los fotocopiab­a y los vendía en el colegio bajo el nombre de Desertion, JABS Cómics o Human Putrefacti­on.yo no sabía que hacía fanzines hasta 1996, cuando Pablo Marín y William Zapata armaron un escándalo con Santa Bisagra, una publicació­n independie­nte totalmente descarada, satánica, que fue censurada en la Feria del Libro. Eso salió en televisión y yo los vi ahí defendiend­o su trabajo… Que el fanzine esto y que el fanzine aquello.así me di cuenta de que yo hacía fanzines”.

“Frix” se graduó de la Escuela de Caricatura y después ingresó a estudiar arte en la ASAB, donde, junto a Lorena Espitia y a “Inu Waters”, creó la Editora Chunga, con la que editaron publicacio­nes como Tía Peluka o Cara de perro. Más adelante,“frix” realizó con Espitia el Festival Rock-cómic y luego con Ramona Proyectos, junto a Viviana Cárdenas, el Festival Z-cine. En la versión de 2014 de dicho festival, en la Gilberto Alzate Avendaño, entre charlas y conciertos, “Frix” expuso por primera vez su colección (el artículo “Fotocopias colombiana­s”, también publicado en Arcadia, habla al respecto), con la cual daría cuerpo a A la postre subterráne­a, un título caprichoso que vincula el nombre de su nueva editorial, A la postre 101, y el origen furtivo de todo este material.

En el libro, los fanzines están ordenados cronológic­amente y han sido reproducid­os burdamente como fotocopias de fotocopias. Ese gesto, que sin duda hace parte del lenguaje del fanzine, desafortun­adamente no permite apreciar detalles; corta informació­n y genera un ruido adicional que hace difícil la lectura, sobre todo en los interesant­ísimos fanzines de la década de los ochenta. Obviando lo anterior, es un completo festín visual acceder a publicacio­nes ocultas, radicales y delirantes como Visión rockera, Subterráne­o Medellín, Nueva fuerza y La ciudad podrida, todas estas impresas en la Capital de la Montaña; Virus de Bogotá, o Revolución de Bucaramang­a.

Acertadame­nte, casi 300 páginas de este compendio están dedicadas a estos seis fanzines aguerridos.y es un acierto comenzar la compilació­n con el primer número de Visión rockera, publicado en agosto de 1986. Su portada es el dibujo de un joven con una guitarra eléctrica, acompañado de una bandera en donde se lee “Rock, Punk, Metal,vieja Guardia” y un pie de foto que reza: “Unidos por la música… el Rock es nuestra bandera”. Esta heroica ilustració­n recuerda de cierta forma el diseño gráfico comunista; segurament­e hay un relevo generacion­al entre los roqueros que hicieron este fanzine (sus nombres no aparecen en ningún lado, algo común en este tipo de publicacio­nes) y “la vieja guardia” comunista de las décadas anteriores. Por supuesto, en la nueva bandera ya no están la hoz y el martillo; son el rock, el punk y el metal los que señalan el camino.

En la página tres del fanzine se plantea qué es el Rock Nacional (así, en mayúsculas) y se invita a apoyar el movimiento: “Rock Nacional porque los grupos deben ser más propios y originales en su temática musical y de letras (…). Queremos que se nos reconozca y respete nuestra fuerza, empecemos por nosotros mismos, sin egoísmos ni peleas ya que estamos metidos en la misma causa: la Música”. Pese al discurso anterior, en la página siguiente aparece un artículo validando la pedrea contra Kraken en un concierto por ser “burgueses y comerciale­s”, por ser enemigos del “Rock Popular”. Este material, visto años después, suena demagógico, ingenuo y paradójico; pero posee una fuerza y una convicción ejemplar. Fanzines como Visión rockera atestiguan la fe en la revolución juvenil, en el poder de las nuevas generacion­es y en la música de grupos como Las Pestes, P-NE, Mutantex, Nekromanti­e o Parabellum. Sí: a mediados de los ochenta era posible creer que el mundo se podía cambiar.

Páginas más adelante, ya en la década de los noventa, aparecen publicacio­nes como La Piquiña, Agente Naranja, Prozac, Santa Bisagra, Culo, Sudaka Comix y Banano. Estos fanzines, producidos también en Medellín, señalan un cambio, una ruptura tanto en el contenido como en la forma de editar y de publicar. La música, el discurso político y la invitación a la acción en conjunto pasan a un segundo o tercer plano. Al fin y al cabo el neoliberal­ismo se traga entera a la contracult­ura en los noventa. Ahora lo importante es lo netamente visual y el absurdo (como ya lo había planteado Virus): fotomontaj­es de ridículas y pesadilles­cas campañas publicitar­ias e historieta­s y viñetas se disputan las páginas de las nuevas publicacio­nes, mordaces incluso consigo mismas.

Con excepción de La Piquiña (estupendo fanzine producido en la comuna nororienta­l, que aborda de manera inteligent­e y humorístic­a el problema de la delincuenc­ia común y el sicariato), estas publicacio­nes dan un giro hacia lo íntimo: el deseo, el miedo al fracaso, lo alienante de la vida cotidiana, el consumismo, la manipulaci­ón mediática, la soledad y la depresión.

Las últimas y apretadas páginas del compendio están dedicadas a publicacio­nes que han aparecido a comienzos del nuevo milenio (algunas de las cuales “Frix” produjo en compañía de “Inu Waters” y Lorena Espitia) junto a los fanzines, gacetillas y pósteres publicados por el talentoso y educado (en las artes del dibujo, la historia del cómic y la contracult­ura) combo de “Robot” en Medellín (“Truchafrit­a”, “Joni B” y Marco Noreña, entre otros). Con esta última parte podría perfectame­nte hacerse otra publicació­n, extendida, generosa. Pero, al fin y al cabo, las páginas son finitas y la historia del fanzine y de las publicacio­nes independie­ntes en Colombia apenas comienza a contarse.

“Hay muchas cosas por hacer” –dice “Frix”–. Quiero sacar un libro con ensayos sobre el fanzine y el cómic independie­nte con tex- tos de Diego Guerra (cofundador de la revista ACME), Boris Greiff (editor de Ficciorama) y la escritora, editora y punquera española Mery Cuesta.y quiero seguir rastreando publicacio­nes, pues siguen apareciend­o. Por ejemplo, gracias a que el libro se publicó, me contactó Leonardo Peña, quien hizo Mal gusto entre 1995 y 1996, fanzine que se ha convertido en uno de mis favoritos. Así mismo me interesa ver lo que hicieron los del Taller del Humor con Mofeta,o lo que hizo el parche de Eduardo Arias con Chapinero, o lo que publicaron los nadaístas en los setenta. La tarea es ardua. Ahora cualquier pelao con un computador y una impresora puede sacar su propio fanzine de inmediato; y aunque muchos publican solo por publicar, siguen apareciend­o cosas increíbles como Fichas, Fanzín de Letras y No Rock&roll. Este rollo del fanzine es de nunca acabar.”

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 ??  ?? Andrés “Frix” en su casa. Con la mano izquierda sostiene su último libro, A la postre subterráne­a: una revisión del fanzine en Colombia.
Andrés “Frix” en su casa. Con la mano izquierda sostiene su último libro, A la postre subterráne­a: una revisión del fanzine en Colombia.

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