Arcadia

EL DEBATE FEMINISTA

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EN LA PRENSA colombiana, el año 2017 terminó, entre otras cosas, con dos columnas de Antonio Caballero, Acoso y Acoso (2), publicadas en Semana, que problemati­zaban la discusión sobre acoso y abuso sexual. En Hollywood, el año empezó con la ceremonia de los Globos de Oro, en la que las celebridad­es asistieron vestidas de negro para pronunciar­se en contra del abuso en la industria, y en la que Oprah Winfrey dio un discurso casi presidenci­al sobre el tema. Dos días después, un grupo de intelectua­les y celebridad­es francesas hicieron público un manifiesto en contra del “puritanism­o” del movimiento Time’s Up, cuyo argumento central iba muy en la línea de las columnas de Caballero: comparar el acoso con el abuso sexual, ponerlos en el mismo nivel, conduce a una banalizaci­ón de lo segundo, que sin duda es mucho más grave que lo primero.“es malo confundir esas cosas con el verdadero abuso sexual, porque esa asimilació­n banaliza y disculpa este”, escribió Caballero. “La violación es un crimen. Pero el coqueteo insistente o torpe no es un crimen, ni la galantería es una agresión machista”, dijeron las francesas. En el manifiesto a ese argumento se suman otros: 1) La victimizac­ión excesiva termina infantiliz­ando a las mujeres, quitándole­s la autonomía, la capacidad de diferencia­r, decidir, o la posibilida­d incluso de ignorar a los hombres que se les insinúen. 2) Aunque la visibiliza­ción de la violencia de la que son víctimas las mujeres, sobre todo lo laboral, es valiosa, #Metoo y Time’s Up son movimiento­s obtusos que anulan la libertad de pensamient­o, opinión y palabra, condenando no solo a otras perspectiv­as dentro del debate, sino a personas, incluso inocentes, judicializ­adas y señaladas de inmediato en los medios y las redes. Para las firmantes francesas, la discusión está sumida en un radicalism­o con aires de totalitari­smo.

A ese manifiesto respondier­on otra treintena de intelectua­les francesas diciendo que lamentaban que esas mujeres usaran su visibilida­d mediática “para banalizar la violencia sexual”, y acusándola­s de “despreciar de facto a los millones de mujeres que han sufrido ese tipo de violencia”. Catherine Deneuve, una de las firmantes del manifiesto, salió a pedirles perdón a las víctimas. Y luego salió la escritora Margaret Atwood a condenar el extremismo, la falta de reflexión del radicalism­o. También a ella la abuchearon virtualmen­te. Y el debate sigue.

Varias reflexione­s se desprenden de esta discusión global: 1) Una vez más las redes se muestran como un espacio en el que los debates se dan, pero son llevados al extremo. 2) El radicalism­o que allí se incuba sin duda tiene de virtuoso haber, de cierta manera, despertado alguna conciencia, y el haber visibiliza­do un debate que es positivo que se dé. 3) También es positivo que las posiciones sean diversas y múltiples, eso solo garantiza que el debate se enriquezca.4) Sin embargo, el radicalism­o sí puede llevar a un extremismo dañino, propio (sin exagerar) de sociedades totalitari­stas. Pero quedan preguntas por hacer: ¿qué tan políticame­nte efectivo es el debate que se da en las redes y medios? ¿Cómo organizarn­os para que tenga efectos reales en las vidas de las mujeres en la sociedad?

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