INAUGURAR AIRE
En diciembre, y durante buena parte de enero, los noticieros y los periódicos mostraron el proverbial nudo de carros y camiones que, año tras año, se forma en la carretera que sube al Alto de la Línea, aunque un presidente en 2008 hubiera inaugurado un túnel, aún no construido, que lo iba a desatascar de una vez por todas y para siempre.
En 2016, un vicepresidente-ministro inauguró la Ruta del Sol. Pero hoy, año y medio después, todavía siguen abriendo calzada y echando asfalto sobre esa misma carretera.
En Bogotá, un alcalde inauguró un tren de cartón y un logotipo, en lugar de un metro que prometió pero no hizo. Y después, su sucesor inauguró un render.
Pues bien, la foto que aparece arriba de estas líneas corresponde a esa tradición de inaugurar aire a la que nos han acostumbrado. Aquí se trata del alcantarillado de Medellín, que tardó cerca de 40 años en construirse. Entre 1910, cuando comenzaron las primeras discusiones sobre salubridad, hasta 1950, década en la que por fin se terminó, lo entregaron a pedacitos: un tramo de cañería aquí, otro acá, otro acullá. Esta imagen, de 1936, es una gran metáfora visual: el pueblo pobre y descalzo se acomoda, en la periferia del cuadro, en torno a hombres ricos de traje que posan en el centro: son los dirigentes. ¿Qué hacen? ¿Por qué están tan satisfechos? Explica el título original de la fotografía: porque están entregando el alcantarillado. Pero si se mira con detalle, se verá que tan solo inauguran, pomposa y solemnemente, una alcantarilla solitaria.