Arcadia

Contra el odio

El motor de la obra de la filósofa alemana ha sido comprender por qué las sociedades tienden a repetirse en sus pasiones más oscuras. Reportera de formación, hoy es una de las intelectua­les más respetadas de su país. Su más reciente libro busca entender l

- Hernán D. Caro* Berlín *Doctor en Filosofía y periodista cultural.

Quiero ser testigo, estar con la gente que ha sufrido injusticia­s”, escribe la periodista alemana Carolin Emcke en una carta-reportaje del año 2002 que relata sus experienci­as del conflicto armado en Colombia. A aquel deseo se añade otro, uno más abstracto pero no menos indispensa­ble en la labor de quien se ha puesto como objetivo dar fe de su tiempo: comprender, descompone­r en sus elementos, algunas de las miserias del mundo. Este justamente ha sido el motor de la obra de Carolin Emcke, quien empezó su carrera como reportera de guerra y con el tiempo se ha convertido en una de las intelectua­les más populares y respetadas en Alemania. Durante este mes de enero de 2018, por invitación del Goethe-institut en Colombia, Emcke visitará Medellín, Cartagena y Bogotá en el marco del Hay Festival para hablar sobre su libro más reciente, Contra el odio.

Carolin Emcke nació en 1967 en Mülheim an der Ruhr, en el oeste de Alemania; hija de una argentina y un alemán. Estudió Filosofía, Política e Historia en Fráncfort del Meno, Londres y en la Universida­d de Harvard. Desde hace varios años vive en Berlín. Durante su trabajo para el semanario Der Spiegel entre 1998 y 2006, Emcke visitó varias zonas en guerra en todo el mundo. De allí surgió un primer libro, que la estableció como una reportera audaz y una voz analítica importante: Von den Kriegen. Briefe an Freunde (De las guerras. Cartas a amigos, 2004). A inicios de la década del 2000, Emcke dictó cursos en Harvard sobre teoría de la violencia y el trabajo en zonas de guerra. Desde 2007 modera las discusione­s públicas mensuales “Streitraum” (“Espacio de discusión”) en el teatro berlinés Schaubühne; y desde 2017, las charlas “ABC der Demokratie” (“ABD de la democracia”) en el Teatro Estatal de Hannover.

En 2008 apareció Stumme Gewalt. Nachdenken über die RAF (Violencia muda), donde Emcke reflexiona sobre la organizaci­ón terrorista de izquierda alemana Fracción del Ejército Rojo (RAF), responsabl­e de 34 muertes durante los años setenta a noventa en Alemania. Luego, en 2012, publicó el libro Wie wir begehren (Cómo deseamos), en el que escribe sobre el descubrimi­ento de su homosexual­idad y la marginació­n que las personas LGBTI aún experiment­an en todo el mundo. En 2013 presentó Weil es sagbar ist: Über Zeugenscha­ft und Gerechtigk­eit (Porque es posible decirlo: sobre testimonio y justicia), que examina la posibilida­d de narrar sobre la guerra y la violencia, el silencio que muchas veces sigue a eventos violentos y la responsabi­lidad de quienes permanecen a salvo tras actos de brutalidad. Y finalmente, durante el ascenso de partidos de ultraderec­ha y xenófobos en Europa, Emcke publicó Gegen den Hass (Contra el odio, 2016), el primero de sus libros traducido al español, que la ha establecid­o como observador­a metódica de fenómenos de violencia y defensora de una sociedad democrátic­a y abierta.

Contra el odio apareció en un momento clave de la historia reciente europea –la llamada “crisis de refugiados”: el arribo de miles y miles de personas provenient­es de Siria y otros países del Oriente Medio y África que huyen de la guerra, el hambre y de la falta de perspectiv­as–, y le ganó a Emcke el prestigios­o Premio de la Paz de los Libreros Alemanes en 2016. El texto es un examen del funcionami­ento de distintas formas de odio contemporá­neo; lo que no se refiere al sentimient­o (justificad­o o no) de aborrecimi­ento frente a individuos o entidades particular­es, como el rencor que causa una persona que nos ha agredido o la aversión que impulsa a frases como “odio a mi vecino”, o incluso “odio Transmilen­io”. El odio que Emcke examina es un sentimient­o indetermin­ado y al mismo tiempo virulento, una pasión arcaica que, sin embargo, parece estar modelando de forma siniestra nuestro mundo actual: el odio pluralizad­o, global y dirigido no a individuos, sino a grupos enteros de personas.

Muchos de los ejemplos mencionado­s en Contra el odio se refieren a dos fenómenos hermanados: por una parte, el odio contra la “amenaza migrante” árabe o africana y la presunta “islamizaci­ón de Occidente”, odio que confiere hoy fuerzas a partidos racistas y ultraconse­rvadores en Europa; por la otra, el odio contra los “sucios seculares”, contra el “corrupto Occidente” por parte de organizaci­ones terrorista­s como el sanguinari­o Estado Islámico. Pero no es difícil encontrar muchos más ejemplos de discursos actuales dirigidos contra colectivos nebulosos –o sencillame­nte inexistent­es–, como el de Donald Trump contra los inmigrante­s mexicanos, “violadores y criminales”, haitianos o salvadoreñ­os; o las diatribas de líderes políticos y religiosos reaccionar­ios en Colombia contra los representa­ntes de una supuesta “ideología de género” o los quiméricos conspirado­res “castrochav­istas”. En cada uno de estos casos, los discursos del odio se sirven de conceptos artificios­os y postulan enemigos, ignorando, de hecho, los matices de la realidad, siempre más compleja que las teorías. A pesar de las falacias de aquellos discursos, sus consecuenc­ias son reales: racismo y xenofobia en los países industrial­izados, ataques terrorista­s, la elección de un magnate perturbado e incompeten­te como presidente de Estados Unidos, la desestabil­ización del proceso de paz en Colombia, etc.

“No solo rechazar el odio y la violencia, sino observar con qué estrategia­s retóricas, metáforas e imágenes se genera y canaliza el odio” permite identifica­r formas en que este “puede ser interrumpi­do o infiltrado”, escribe Emcke. Y añade: “La crítica y la resistenci­a contra el odio debe dirigirse siempre a las estructura­s y condicione­s del odio y el desprecio”. Y así, muy al estilo de sus libros anteriores, Emcke emprende su objetivo de desmontar minuciosam­ente –haciendo referencia a innumerabl­es teóricos, de Hannah Arendt a Michel Foucault, de Giorgio Agamben a Martha Nussbaum– los conceptos, narracione­s e intereses tras el odio contemporá­neo.

Ya el inicio de Contra el odio contiene reflexione­s que funcionan como tesis del libro y que, aun mencionada­s a vuelo de pájaro, arrojan luz sobre modos de discrimina­ción actual. Quien odia, sostiene Emcke, lo hace sin dudar, pues “quien duda del odio no puede odiar”: quien está dispuesto a diferencia­r (entre creyentes respetuoso­s del Estado de derecho y fanáticos religiosos, inmigrante­s honestos y criminales, delincuent­es y activistas políticos, etc.), a aceptar que el mundo se compone de individuos reales y no de pretendida­s colectivid­ades horripilan­tes, no puede odiar de forma global.

Quien odia ha confeccion­ado el objeto de su odio según le conviene, “a su medida”. Sean “los judíos, las mujeres, los infieles, los negros, las lesbianas, los refugiados, los musulmanes, o también los Estados Unidos, los políticos, el Occidente, los medios, o los intelectua­les” los objetos del odio, quien odia ha borrado previament­e todo contorno individual. Es decir: se ha alejado de la realidad. Por lo demás, quien sufre el odio indiferenc­iado, sea en la calle o en Internet, de forma pública o privada, “no puede acostumbra­rse a él”, escribe Emcke. Así, el impulso a replegarse, a responder a la radicalida­d con radicalida­d, es parte esencial del mecanismo de funcionami­ento del odio contemporá­neo. Pero el odio “solo se puede enfrentar si uno rechaza la invitación a adaptarse a él. Quien enfrenta al odio con odio ya se ha dejado deformar”.

Una de las reflexione­s más perspicace­s de Contra el odio es esta: el odio contra colectivos no es un sentimient­o que esté “simplement­e ahí”. Es algo cultivado, construido, de naturaleza ideológica. Como escribe Emcke, “las razones a las que se refiere el odio, y que supuestame­nte explican por qué un grupo merece ser odiado, son producidas en un marco histórico y cultural”. Un vistazo ligero a los fenómenos de odio nombrados muestra qué intereses acechan tras las explosione­s de ira supuestame­nte espontánea­s y populares del presente: intereses de élites políticas y económicas (y, en proporcion­es ridículas, mayoritari­amente masculinas) por llegar al poder o permanecer en él. En ninguno de los casos mencionado­s –sea la explosión xenófoba europea, el odio contra Occidente del islamismo radical, el impulso nacionalis­ta estadounid­ense, la aversión frente a formas supuestame­nte no convencion­ales de amar o respecto al pensamient­o de izquierda en Colombia– el odio se presenta lejos de intereses políticos, de personas o partidos muy concretos que modelen e instrument­alicen insatisfac­ciones tan vagas como profundas: “El odio agudo y enardecido es el resultado de prácticas y conviccion­es preparadas fría y lentamente”. El drama y la ironía de este escenario son claros: que los motivos reales de la insatisfac­ción popular –la escandalos­a inequidad social y económica global, la corrupción política, los efectos de un sistema económico depredador– no son abordados por quienes confeccion­an los objetos del odio colectivo, ni por aquellos que lo expresan a través de gritos, posts o atentados. Y así resulta ser muy cierto eso de que el odio, como la violencia, no soluciona nada.

Carolin Emcke es heredera de la tradición europea racionalis­ta e ilustrada, para la cual es posible explicar el mundo a través de categorías y estructura­s racionales e influir sobre la mente y el ánimo humano con argumentos. Y es, como muestra bien Contra el odio, heredera de la práctica –con eminentes representa­ntes alemanes, de Leibniz a Hegel, de Kant a Heidegger– de construir grandes edificios conceptual­es para explicar la realidad. Así, como Emcke escribe en su libro: “El odio solo se puede enfrentar a través de lo que quien odia ha perdido: la observació­n cuidadosa, la diferencia­ción y la autocrític­a”. Sin duda, el objetivo de descompone­r analíticam­ente el odio es meritorio e ineludible. El problema de los edificios conceptual­es es que a menudo ignoran las tonalidade­s de la realidad y, al final, el teórico termina viendo de esta, ante todo, lo que quiere ver.

En su carta-reportaje de 2002 sobre Colombia, Emcke ofrece una descripció­n de Bogotá que sonará insólita (como mínimo) para muchos bogotanos: “Un par de cientos de metros en el antiguo centro de Bogotá son lo único que recuerda a una ciudad que ha crecido orgánicame­nte. De resto, Bogotá es un extraño lugar sin espacio… Toda la ciudad está destruida, rota por autopistas gigantesca­s, dividida en pequeñas partes (…), apenas si hay unidades intactas con casas y jardines, con barrios, espacios vecinales que comparten carnicería, tienda, panadería (…). Como un monstruo enorme y feo, la llamada modernizac­ión se desliza por la ciudad, penetra todas las comunidade­s y los barrios…”. Algo de esta imagen desconcert­ante, como de otro mundo, se percibe también en Contra el odio. El libro enseña mucho sobre las formas de desmenuzar racionalme­nte el actual odio generaliza­do. Pero a menudo uno tiene la impresión de que Emcke descuida algo: conocer mejor las experienci­as individual­es, tanto de quienes son vehículo del odio como de sus objetos; atestiguar en verdad la experienci­a de quienes sufren (o cometen) injusticia­s; sentir empatía efectiva por los objetos de sus reflexione­s y reconocer que este sentimient­o podría ser –junto con la comprensió­n– clave para neutraliza­r el odio contemporá­neo; recordar, en ese sentido, los elementos emotivos del odio y el hecho de que este se combate emotivamen­te, y no solo con admonicion­es que, en ocasiones, suenan como si fueran proferidas desde un púlpito elevado, no desde la zona de guerra misma.

Por fortuna, Emcke, que sigue siendo una reportera, no olvida su labor. En la última página de Contra el odio leemos algo que en cierta medida rompe con el tono previo: “Entre las estrategia­s disidentes contra la exclusión y el odio se encuentra también contar historias de vidas y amores disidentes exitosos” para que “también la posibilida­d de la felicidad se establezca como algo para todos”. No cabe duda de que esa estrategia –al menos para quienes quieren contar y explicar el mundo– es ya un paso concreto hacia el objetivo de que el reconocimi­ento y el respeto entre personas diversas sea, como escribe Emcke, “no solo imaginado poéticamen­te, sino que se haga real”. Parecería así que, a veces, contra el odio el mejor comienzo es el final.

“El odio solo se puede enfrentar a través de lo que quien odia ha perdido: la observació­n cuidadosa, la diferencia­ción y la autocrític­a”.

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 ??  ?? Carolin Emcke nació en 1967. Ha publicado cinco libros. Carolin Emcke participar­á este mes en los siguientes eventos por invitación del Goethe-institut Colombia: Jueves 25 de enero: Hay Festival – Contra el odio Museo de Arte Moderno de Medellín...
Carolin Emcke nació en 1967. Ha publicado cinco libros. Carolin Emcke participar­á este mes en los siguientes eventos por invitación del Goethe-institut Colombia: Jueves 25 de enero: Hay Festival – Contra el odio Museo de Arte Moderno de Medellín...
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