Arcadia

Revivamos nuestra historia

La recién sancionada Ley 1874 de 2017 busca “restablece­r la enseñanza obligatori­a de Historia de Colombia” en la educación básica y media. Si bien esta ley no tiene el alcance que algunos le han querido dar, sí puede abrir la puerta para una reflexión sob

- Bogotá Francisco Giraldo Jaramillo*

El regreso de la cátedra de Historia a los planes escolares.

La prensa nacional comenzó el año anunciando que, tras la sanción presidenci­al de la Ley 1874 de diciembre de 2017, la cátedra de Historia de Colombia regresará a las aulas de los colegios después de cerca de treinta años de ausencia. Para comprender mejor el eventual impacto que esta nueva ley va a tener en la formación de los estudiante­s, y sobre todo cuáles son los retos a los que nos veremos enfrentado­s de ahora en adelante, es necesario hacer un breve recorrido histórico.

PASADO

Según el historiado­r colombiano Jorge Orlando Melo, las primeras leyes que ordenaron la enseñanza de la historia nacional se promulgaro­n a inicios del siglo XIX bajo el supuesto de que esta era una manera de formar a la gente y de promover el desarrollo de valores cívicos. En 1910, con la llegada del centenario de la Independen­cia y tras varias décadas de violencia interparti­dista, se hizo un concurso para encontrar un nuevo texto de historia colombiana: “Según los organizado­res, los textos existentes no respondían a las necesidade­s del país, sobre todo porque aprovechab­an la historia para proponer a los estudiante­s una visión sesgada y partidista”.

El ganador fue el texto de Henao y Arrubla, un manual que, animado por el republican­ismo de la época, optaba por no concentrar­se tanto en las polémicas entre los dos partidos políticos, y se enfocaba más bien en las glorias militares y en los progresos alcanzados por los distintos gobiernos. Este fue el texto que se utilizó para enseñar Historia aproximada­mente hasta la década de 1950, época en la que empezaron a circular otros manuales de historia, pero que conservaba­n el mismo espíritu: La historia de Colombia (1954) del Hermano Justo Ramón y el texto de Rafael María Granados fueron algunos de ellos.

A partir de los años sesenta, afirma Melo, en la Nacional surgieron dos líneas de pensamient­o que empezaron a criticar esta visión puramente militar y administra­tiva. La primera, impulsada por la “nueva historia” y por los trabajos de Jaime Jaramillo Uribe, quien reclamaba un mayor rigor en el estudio de la historia y exigía volver la mirada hacia aspectos sociales, económicos y culturales que hasta el momento se estaban dejando de lado. La segunda línea, permeada por la fuerte polarizaci­ón política del momento, criticaba la visión heroica del pasado colombiano, y más bien la presentaba como la historia de un país lleno de desigualda­des, de injusticia­s y de violencia contra el pueblo. Era una época en la que el debate sobre la enseñanza de la historia estaba más vivo que nunca.

En 1984, el gobierno decretó una reforma a la educación (Decreto 1002 de 1984): “Este estaba buscando un nuevo modelo educativo que funcionara mejor, porque ya nadie creía en el anterior”, afirma Melo, y se propuso que la enseñanza de la historia se hiciera desde una visión más general del desarrollo del país y que incluyera considerac­iones aportadas por la sociología, la economía, la ciencia política, la antropolog­ía, etc. En otras palabras, se propuso una enseñanza de la historia integrada con otras ciencias sociales.

PRESENTE

La idea de enseñar Historia desde una perspectiv­a más integral resultaba atractiva, pues invitaba a aprenderla como procesos en los que interviene­n diversos factores, y no como una simple sucesión de hechos y fechas. Pero esto traía consigo enormes desafíos de carácter práctico: “Se necesitaba un esfuerzo muy grande de organizaci­ón,

de preparació­n de materiales y de formación de maestros. Pero nadie lo hizo”, constata Melo.

Esa misma orientació­n se integró, diez años después, en la Ley General de Educación (Ley 115 de 1994). En ella se planteaba la enseñanza obligatori­a de “Ciencias sociales, Historia, Geografía, Constituci­ón política y Democracia”; además, les otorgaba cierta autonomía a las institucio­nes educativas para definir sus programas.

Las dificultad­es para la enseñanza de la historia permanecie­ron, y a pesar de que en 2004 el Ministerio de Educación Nacional publicó los Estándares básicos de competenci­as en Ciencias Sociales, lo cierto es que, a juicio de Melo, estos no resolviero­n el problema de fondo: “En lugar de enseñar efectivame­nte una historia integrada en las ciencias sociales, lo que hay hoy es una mezcla confusa en una metodologí­a que, si bien teóricamen­te es viable, en la realidad requiere de unos profesores y de una capacidad que, en términos generales, no existen”.

Este es, a grandes rasgos, el contexto en el que nace la Ley 1874 de 2017. Ahora, ¿qué es lo que contempla esta nueva ley? Su objeto es claro: “Restablece­r la enseñanza obligatori­a de la Historia de Colombia como una disciplina integrada en los lineamient­os curricular­es de ciencias sociales en la educación básica y media”. Dejando de lado los detalles, este restableci­miento implica principalm­ente dos cosas.

En primer lugar, exige que, en los programas curricular­es de Ciencias Sociales que se dictan en primaria y secundaria se incluya Historia de Colombia. En términos concretos, según lo explica Lilian Betancourt, coordinado­ra del área de Ciencias Sociales del Colegio Helvetia de Bogotá, lo anterior no representa un cambio sustancial respecto a lo que ya era vigente desde 1994, pues se sigue planteando que la historia se enseñe en el marco integral de las Ciencias Sociales. “Es muy diciente que la misma Ley 1874 advierta en su artículo 4° que Historia de Colombia debe enseñarse ‘sin que se afecte el currículo e intensidad horaria en áreas de Matemática­s, Ciencia y Lenguaje’”.

En segundo lugar, se crea la Comisión Asesora del Ministerio de Educación Nacional para la enseñanza de la historia de Colombia, que estará compuesta por distintos representa­ntes de academias de Historia, docentes universita­rios y profesores de educación básica y media. Su función será ser un “órgano consultivo para la construcci­ón de los documentos que orientan el diseño curricular de todos los colegios del país”, y tendrá un plazo de dos años para revisar y ajustar “los lineamient­os curricular­es de Ciencias Sociales con Historia de Colombia como disciplina integrada”.

Así, la tarea que se le impone a la Comisión Asesora no es menor. ¿Cómo se debe iniciar “en el conocimien­to crítico de la historia de Colombia” a los estudiante­s de primaria, tal y como lo establece esta nueva ley? ¿Se cuenta con materiales y profesores adecuados para ello? ¿Cómo se debe abordar en la educación media “la memoria de las dinámicas del conflicto y paz que ha vivido la sociedad colombiana”? ¿Se van a diseñar lineamient­os específico­s al respecto? Y si es así, ¿cómo se van a definir, y cómo garantizar que se sigan? Estas son algunas de las preguntas a las que esta comisión tendrá que ofrecer respuestas concretas.

FUTURO

La frase “quien no conoce su historia está condenado a repetirla” ha terminado por convertirs­e en un lugar común. Y, como todos los lugares comunes, es una afirmación discutible, aunque quizás tenga algo de verdad. Pero esa no es la única razón para defender la enseñanza de Historia de Colombia en los colegios.

De acuerdo con Melo, el valor del aprendizaj­e de nuestra historia trasciende el conocimien­to de los hechos que configurar­on lo que hoy es nuestro presente. Quien aprende de historia despierta su sensibilid­ad para dejarse interpelar por una realidad compleja; aprende a buscar y a interrogar fuentes documental­es para comprender de manera crítica los fenómenos sociales; en otras palabras, quien aprende de historia aprende a privilegia­r la discusión argumentad­a en lugar de la descalific­ación personal (algo que, añade Melo entre risas, no solo necesitan aprender los estudiante­s de colegio).

Nadie duda de que la enseñanza de Historia de Colombia en primaria y secundaria es necesaria y fundamenta­l. La pregunta es ¿cómo lograr un verdadero cambio frente a lo que hoy estamos viendo? En última instancia, todo terminará dependiend­o del trabajo que haga la Comisión Asesora.

El primer paso que debe darse, de acuerdo con Melo, es crear buenos materiales con el fin de que los docentes cuenten con recursos de buena calidad para cumplir su función. “Yo creo que es muy importante promover la elaboració­n de manuales de historia de alto nivel para la primaria y la secundaria”. Es necesario, también, abordar la discusión sobre si se debe hacer obligatori­o el uso de textos de historia aprobados por el Ministerio. Ciertament­e la respuesta a esta cuestión no es evidente, pero es una reflexión que no se puede eludir.

También es imperativo crear y organizar buenos materiales de apoyo para los profesores y estudiante­s: “Bibliograf­ías, coleccione­s de mapas, documentos, tablas estadístic­as claras y manejables por estudiante­s de distintos niveles”, propone Melo. Pero no solo eso: también es hora de aprovechar las nuevas tecnología­s y desarrolla­r recursos interactiv­os que les permitan a los estudiante­s entrar en contacto más fácilmente con el pasado del país. Y tampoco se puede dejar de lado (y en esto coinciden tanto Melo como Betancourt) una ref lexión crítica sobre la formación que hoy están recibiendo los educadores en Ciencias Sociales.

“Si seguimos esperando que una ley y unos lineamient­os curricular­es resuelvan el problema, vamos a quedar en lo mismo”, asegura Melo. En este sentido, es preciso leer la Ley 1874, no como una solución definitiva, sino como una oportunida­d para hacer los cambios que realmente se necesitan. Solo así se logrará que en un futuro, ojalá no muy lejano, la historia de Colombia cobre, en la realidad, la importanci­a que merece en la educación de los colombiano­s.

El valor del aprendizaj­e de nuestra historia trasciende el conocimien­to de los hechos que configurar­on lo que hoy es nuestro presente.

 ??  ?? Gilberto Puentes, Roberto Reyes, Helena Mallarino, Dora Cadavid y Yamile Humar en la serie de televisión Revivamos nuestra historia
Gilberto Puentes, Roberto Reyes, Helena Mallarino, Dora Cadavid y Yamile Humar en la serie de televisión Revivamos nuestra historia

Newspapers in Spanish

Newspapers from Colombia