Arcadia

EL REGRESO DE MARIO CONDE

La transparen­cia del tiempo Leonardo Padura Tusquets | 440 páginas

- Juan Pablo Calixto

Hace rato Mario Conde es parte fundamenta­l del universo literario de Leonardo Padura. Conde tardó cinco años en regresar con una nueva historia policiaca de persecucio­nes, trampas, amigos y bandidos. Y en esta última aventura no decepciona, solo hace más grande de lo que era su propia historia: la de un pertinaz investigad­or y sus andanzas por las calles de La Habana.

El escrítor cubano le dio vida a su personaje en Pasado perfecto, en 1991, con esta perezosa y profética frase: “No necesito pensarlo para comprender que lo más difícil sería abrir los ojos”. Desde entonces han visto la luz nueve novelas sobre las gracias y desgracias de Mario Conde, el expolicía cubano que toma la misma cantidad de ron y café.

A pesar de la mano genial y creativa con que Padura se ha ganado el interés y cariño de lectores en todo el mundo, Conde es un animal con vida propia, caprichoso, libre; un “comemierda”, como le dicen sus propios amigos, un indomable y a veces lacónico investigad­or cubano.

En La transparen­cia del tiempo, Conde, a punto de cumplir 60 años, se ve envuelto en la búsqueda de una virgen negra medieval perdida en España durante la guerra civil, un objeto invaluable para un creyente, pero con un altísimo valor monetario para cualquier traficante de arte. El expolicía termina entonces enredado con especulado­res y marrullero­s de la peor clase, de aquellos que sobreviven con esfuerzo a las duras condicione­s de su país en crisis. Corre 2014 y Conde siente que su tiempo ya pasó.

Para quienes han seguido la obra de Padura y las tramas de Mario Conde, esta es una confirmaci­ón de su inmensa maestría. Para quienes llegan por primera vez, es una puerta abierta hacia los paisajes del Caribe que el narrador ha sabido poner ahí para nosotros.

La transparen­cia del tiempo es a la vez una novela policiaca y una fantasía histórica. Dos tramas se entrecruza­n: intercalad­as, van sucediendo las peripecias del investigad­or para encontrar a los ladrones de la virgen negra, extraviada en los barrios de mala muerte de La Habana, y el recorrido de casi mil años desde la aparición y milagros de la escultura de madera hasta que llega a los brazos ansiosos y febriles de Bobby, amigo de Conde, a quien le fue usurpada por su joven amante.

“Pensó entonces que estaba viendo el tiempo a través de la transparen­cia de una gota de lluvia suspendida de una rama”: el libro lleva al lector por los hondos abismos de la memoria y el olvido. Un hombre que siente que ya pasó lo que tenía que pasar, que solo le queda un cuarto de vida y que, además, no será el mejor. Ese es Mario Conde, el amigo querido al que van dejando solo aquellos que escapan de la isla o abandonan irremediab­lemente el mundo. Leonardo Padura nos da entonces un relato conmovedor sobre la amistad y el paso indiferent­e del calendario. La novela tiene sus achaques, sus pasajes largos, como de sala de espera, pero se leen con gusto mientras se resuelve el caso.

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León Darío Peláez
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