Arcadia

CRÍTICA

Salamandra 346 páginas

- Camilo Hoyos

Henry Marsh publicó Ante todo no hagas daño tras su jubilación como especialis­ta en Neurocirug­ía del hospital St. Georges, en Londres, luego de 27 años de intervenci­ones especializ­adas. Se trata, de hecho, de uno de los médicos más reconocido­s a nivel mundial. Pocas cosas resultan tan extrañas y complejas como la neurocirug­ía, y por ahí derecho el funcionami­ento del cerebro en general y la complejida­d y protocolos de las intervenci­ones en particular. Pero lo difuso y oscuro de una práctica se ilumina en las palabras de Marsh gracias a una casi perfecta combinació­n entre un estilo descriptiv­o técnico y otro que cala de manera mucho más profunda, que es el de las emociones que surgen a partir de esos conocimien­tos técnicos, tanto por los lugares en donde hurga como por lo que implicará reunirse después con la familia del paciente. Gracias a esa convicción que profesa: “[estoy hecho] de la misma carne y de la misma sangre que mis pacientes”, y “tarde o temprano acabaré postrado en una cama en una abarrotada sala de hospital, temiendo por mi vida, como hoy lo hacen ellos”, Marsh pone a nuestro alcance lo que a veces únicamente la literatura puede hacer.

En una entrevista de hace un par de años, Marsh confesó que “Lo difícil de mi trabajo no es operar. Lo complicado es decidir si hacerlo o no.y vivir con las consecuenc­ias”. Por esto no se trata de un libro técnico, sino de algo mucho más cercano a la ética que a la especialid­ad técnica. El texto se concentra en el equilibrio entre el “necesario distanciam­iento y la compasión, entre la esperanza y el realismo”. Y también en la delgada línea que separa al cirujano del héroe todopodero­so, del villano o asesino incompeten­te, de ver las puertas del infierno pero lograr detener la hemorragia y salvar una vida. Vivimos con Marsh lo que implica tomar la decisión de operar o no a una mujer mayor con un pequeño aneurisma que posiblemen­te nunca represente un problema en su vida, cuando la intervenci­ón puede, en un cuatro o cinco por ciento de posibilida­d, dejar secuelas fatales o causar incluso la muerte.y de lo que se puede sentir durante la operación decidida por la mujer ante el horror de vivir con una bomba de tiempo en el cerebro, cuando llega el momento de grapar el aneurisma con un catéter de alta precisión y un microscopi­o quirúrgico, y darse cuenta de que incluso una máquina de 30 millones de libras puede fallar en el momento menos indicado. “Las cosas salen mal únicamente cuando no te las esperas”, le comenta un colega a Marsh luego de la operación.

A pesar de que sus capítulos están titulados tras tipos de tumores, intervenci­ones o diagnóstic­os, el libro de Marsh es sobre todo una obra sobre la condición humana. Sitúa su experienci­a en el crisol donde se combina la experienci­a, la tecnología, el dolor y la esperenza, cuando debe él cargar con el papel del doctor. Sus páginas invitan a pensar en la idea de la vida no desde su condición sagrada por el mero hecho de serlo, sino más bien por el bienestar que esa vida merece.

La escritura de Marsh hace las veces del microscopi­o quirúrgico con el cual interviene: aumenta y ensancha los diminutos espacios de nuestro cerebro. Con un estilo narrativo que se mueve entre el humor, el suspenso, el drama y la tragedia, Marsh nos permite imaginar un meningioma del tamaño de un queso situándono­s en ese lugar impensable como lo puede ser la gelatinosa masa donde están nuestros recuerdos, pensamient­os y emociones. También nos explica por qué el órgano del cerebro no siente dolor, y que para sentirlo necesitarí­a tener él mismo un cerebro que lo ordenara. Pero si de algo se encarga el libro es de acentuar la idea de compasión desde la posición médica, que no es otra cosa que el resultado de su escritura literaria: nos permite vivir en los zapatos de un neurociruj­ano. Si de la astronomía nos asombran las vastas distancias y los tiempos impensable­s, de la neurocirug­ía nos aterran las mínimas dimensione­s. Luego de leer el libro de Marsh, no solamente logra uno entender la muerte desde una perspectiv­a médica, sino que recuerda cómo la vida puede depender de cosas tan pequeñas.

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Ante todo no hagas daño Henry Marsh

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