Arcadia

ES LA CURADURÍA, ESTÚPIDO

- Por Nicolás Morales

Casi nadie entiende en Colombia el rol de la curaduría de los eventos culturales. Las y los curadores parecen piezas de segundo nivel, pero muchas veces son el motor del mismo engranaje cultural. En el mundo del arte, nos llevan años luz. El curador o curadora es

una autoridad de marca que garantiza el éxito de una exposición (o que la hunde). Es el nombre: sin esa persona casi nada pasa.

El Festival Internacio­nal de Cine de Cartagena de Indias (Ficci) es una buena muestra del poder de la curaduría profesiona­l. El Ficci era antes tan mediocre como lo es hoy el Museo de Arte Moderno de la misma ciudad, tan escaso en público como lo es el Festival de Cine de Laguado. Pero, ¿cómo logró semejante reputación y tal renombre? Con la construcci­ón de un proyecto cultural completo con presupuest­o, metas, estructura y, obvio, lo más importante, curaduría.

Probableme­nte fue Mónika Wagenberg la curadora que inició la trasformac­ión del Ficci, que dejó de ser un evento pintoresco y se convirtió en un festival ‘pro’. Pero quienes lo consolidar­on e hicieron de él un festival de referencia fueron Diana Bustamante y su equipo, encabezado por el curador Pedro Adrián Zuluaga. Punto. Este último elemento ha sido determinan­te para el éxito internacio­nal del festival. En cada versión hay pensamient­o cinematogr­áfico, contactos y una manera de estructura­r conceptual­mente los ciclos de las películas. Es decir, hay curaduría.

Ahora, hay que insistir en la necesidad de no perder el norte curatorial en el Ficci si se quiere que siga siendo notable, con vocación continenta­l. Las cosas no parecen ser tan fáciles con la herencia de esas peligrosas, casi tóxicas, relaciones con RCN. Algo importante: ese festival no le pertenece a su junta directiva, sino que es patrimonia­l por ley de la República y recibe dinero –y no poco– de nuestros impuestos. Así que debe aceptar que la

comunidad polemice sus decisiones y se haga preguntas como dónde está el nuevo equipo curatorial y si este será tan competente como el anterior.

Pero nada garantiza que un nivel alto de curaduría perdure. Por ejemplo, el Festival Iberoameri­cano de Teatro de Bogotá (fitb) patentó un modelo de curaduría exitoso por años, que me pareció muy disminuido en la última versión. Lo que prueba que las cosas pueden decaer.además, ya no es un secreto que la Feria Internacio­nal del Libro de Bogotá (Filbo) está opacando al Festival de Teatro, cuando hace unos años el gran evento de Bogotá era su Festival de Teatro.y en eso tiene que ver mucho el rol de la curaduría y, obvio, las peleas por el poder. Un ejemplo: me asombraron las piezas de publicidad y de apoyo a las obras, pues sus textos eran muy flojos, casi de internet.ahí es clara la ausencia del curador.

Creo que es a Guido Tamayo a quien le debemos la semilla de una Filbo que pensó por primera vez en armar su componente cultural con curaduría. Antes parecía la feria del libro de Monguí, solo con libros exhibidos y muy pocos eventos. Sus combates permitiero­n traer a estrellas como Susan Sontag o Ricardo Piglia, montar franjas de escritores y eventos con recordació­n. Guido fue curador naciente, quizá, pero muy diligente. Diana Rey, a través de la Cámara Colombiana del Libro, entendió que se debía profesiona­lizar la curaduría de la oferta cultural de la Filbo.y eso lo hizo con mucho éxito. Después vendrían Juan David Correa y Adriana Martínez, quienes estructura­ron las líneas y nutrieron de carne la programaci­ón.y eso fue tan atractivo para un eventual comprador como para el libro mismo. La última versión de la feria, curada por Giuseppe Caputo y armada por Sandra Pulido, fue la mejor de todos los tiempos.y, sin embargo, todavía creo que las editoriale­s y el público no han entendido la importanci­a ni la función de la curaduría, pues Caputo salió de la estructura muy rápidament­e. Parece algo menor, pero si lo que queremos son ferias sin programaci­ón cultural, lo mejor sería volver a la Feria del Parque Santander, que era gratis.

En definitiva, el asunto de la curaduría es tan importante que justamente de eso se habla cuando se nombran las reputacion­es de las institucio­nes culturales.

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