“EL ARTE DE LA DESOBEDIENCIA”
UNA MUESTRA EN EL MAMBO
Más de un centenar de obras, entre las que se cuentan piezas firmadas por Beatriz González, Feliza Bursztyn y Ana Mercedes Hoyos, componen esta vibrante muestra de la colección del Museo de Arte Moderno de Bogotá. El periodo abordado, entre 1965 y 1984, constituye un punto decisivo para la emergencia del arte contemporáneo en Colombia. Por ello, la curaduría de María Wills, Carmen María Jaramillo y Sylvia Suárez supuso una inmersión total en el depósito de obra, gracias a la cual es posible hacer una lectura transversal de esa producción marcada por el humor negro, la experimentación formal y un desparpajado ímpetu contestatario. Una fuerte matriz de fotografía y video, al igual que de pintura, collage y obra no objetual, hacen parte de esta muestra que transporta a la turbulencia de una época, tan convulsa en la política como en el arte. Santiago Cárdenas. Espacios ambientales, 2002.
En 1969, cinco artistas fueron invitados por Álvaro Barrios y Marta Traba a crear obras para espacios específicos. El resultado fue un punto de quiebre con el arte tradicional de marco y pedestal; las piezas inmersivas dialogaban con el espacio y creaban una experiencia novedosa para el espectador. La versión original de esta intervención de Santiago Cárdenas hizo parte de esa muestra sobre las paredes de la primera sede del Mambo, en la Universidad Nacional, y fue reconstruida en 2002 en la sede actual del museo. Desde entonces, estuvo oculta bajo capas de drywall hasta ser revelada al público para esta exposición.
Jonier Marín. Papel y lápiz (detalle), 1976
Esta obra de uno de los más importantes artistas del conceptualismo colombiano es disruptiva por prescindir de la institución y crear mecanismos de exhibición manejados directamente por el autor. Marín invitó a más de 30 artistas de varios países a enviar al Mambo un dibujo hecho a lápiz, acompañado por un retrato fotográfico que validara la pieza. “Es una obra individual que operó y opera como una expresión conjunta, un variado repertorio de estilos que resultan en una poética visual que vale la pena revisitar”, afirma el artista.
Juan Camilo Uribe. Declaración de amor a Venezuela, 1976.
“Uno de los grandes aportes de Uribe es el humor en relación con la cultura colombiana. El lado kitsch y vernáculo de nuestra cultura popular y la devoción, a veces ciega, que nos ha hecho denominarnos el país del Sagrado Corazón, han construido nuestra estética pop, tan diferente a la norteamericana o a la inglesa”, afirma María Wills, una de las curadoras de la muestra. En este collage, Uribe integra dos íconos identitarios de América Latina: un corazón trazado con la imagen de José Gregorio Hernández, el médico venezolano venerado como si fuera un santo, rodea ese otro corazón tan colombiano, sangrante y Sagrado.