Señores Arcadia
EXCELENTE NÚMERO DE la revista. El especial “La realidad distorsionada” y el editorial es un llamado urgente a reivindicar a la cultura como el espacio que nos permite pensar la realidad para no caer en polarizaciones, fanatismos y en eso que Felipe Aljure llama “la negación y las burbujas de distracción”. La realidad es lo que es.
DIEGO ARTURO GONZÁLEZ TAMAYO
POR AHORA SOLO quisiera que le aclararan al profesor Camilo Hoyos que La ciudad de los umbrales no es un libro de cuentos sino una novela, y que quizá los nombres que cita los leyó en La travesía del vidente, libro de cuentos. Esto en su artículo sobre Mario Mendoza, en la revista ARCADIA, por cierto, muy corto para una obra de tal magnitud; que lo acepten o no, no es una cuestión de mercadeo sino de literatura que debe ser estudiada desde la profundidad de sus temas y de su escritor.
ÓSCAR ALFONSO
MI ESTADO ACTUAL es de permanente tristeza. Los extremos en la convivencia, cualquiera sea, nos están destruyendo y la esperanza de Francisco se quedó en el discurso. Pero más me hunde, sin extrañarme, que la “varada” del Estado frente a la cultura no vislumbra repuesto. Porque dentro de ese selecto grupo de donde salió nuestro próximo “domador”, ninguno mostró el látigo de la cultura. ¿A cuál le preocupa que cantemos, bailemos, pintemos...? Mientras nos odiemos, sus logros serán alcanzados. Sin pesimismo, sigo al lado de las POCAS...ARCADIA.
PILAR AVELLA SALAZAR
HACE DOS EDICIONES, en la 151, Pablo Correa denunció un falso abismo entre las ciencias y las artes. Se trata de un artículo con una retórica científica muy efectiva que se aprovecha de algunos clichés académicos poco originales (como la crítica a un feminismo mal aprendido). Sin embargo, el texto es muy claro y no carece de razón. Evidentemente, el divorcio entre ciencia y arte es un problema central. No obstante, me gustaría recordar que la vía científica para cerrar esta brecha no es la única ni la primera. De hecho, el problema al que alude no es otro que el problema que marca el paso de la Crítica de la razón pura a la Crítica de la razón práctica (Kant), o el que demarca momentos muy importantes del camino de la conciencia en la Fenomenología del espíritu (Hegel), o el que formula las líneas generales de la fenomenología en La filosofía como ciencia estricta (Husserl). Con esto solo quiero señalar que el autor oculta y hace parecer evidente un problema importante y viejo que se podría formular así: en el marco de nuestra pertenencia cultural y biológica, ¿podemos dar cuenta de forma objetiva de las correlaciones entre el “mundo” físico y el mundo cultural? Puesto así, parecería que yo estuviera exigiendo un retorno a una discusión no menos que bizantina. Sin embargo, me gustaría recordarle al autor que, así como la biología del cuerpo humano afecta la construcción de nuestra identidad de género (algo que los estudios de género saben y asumen), también el arte y la literatura influyen en la manera en la que la ciencia se piensa a sí misma y se constituye como un discurso objetivo (aunque a ella misma no le guste).
CAMILO MORENO C.