Arcadia

Belleza conjetural

Cinco jugadores belgas esperan con temor la zurda de Diego Maradona. Esta foto parece decir eso, pero en realidad la historia es otra.

- Andrés Neuman* Granada Escritor argentino. Sus libros están traducidos a más de 20 lenguas. En Colombia publicó recienteme­nte su novela Fractura (Alfaguara).

Esta imagen podría reflejar el apogeo de un individuo presuntame­nte heroico que supera a ese colectivo homogéneo que llamamos rivales. Podría sintetizar el poscolonia­l consuelo del genio latinoamer­icano frente a un bloque de imperialis­tas rubios. Podría renovar la gloria del enano David derrotando a un multiforme e impotente Goliat. Podría contener una estampa de la justicia poética, ya que su protagonis­ta brilló en un mundial ganado en plena euforia de la democracia, a diferencia de aquel otro que la selección argentina había conquistad­o no sin controvers­ia en 1978, durante la fase más genocida de la dictadura cívico-militar. Podría ser leída como contraposi­ción entre la plenitud y la decadencia, cifradas en un mismo personaje que con el tiempo se precipitó del cielo al bochorno. O sencillame­nte contemplar­se como un ramo de flores belgas, en espera y temor de la zurda que ostenta Diego Armando Maradona, quien a estas alturas de la historia nos resulta tan inconfundi­ble de frente como de espaldas.

Esta fotografía muy bien podría representa­r todas estas cosas. Pero, en honor a la verdad, no es nada de eso. Porque aquellos prodigios ocurrieron en otro partido, cuatro años más tarde, en el Mundial de México 86. La imagen pertenece en cambio al Mundial anterior, el de España 82, que enfrentó a estos dos mismos equipos con un muy diferente resultado. Así que regresemos a la foto que nos ocupa, volvamos a interrogar­la y mirémosla con cierta sinceridad.

Aquel verano de 1982 no triunfó de ningún modo la democracia ni tampoco el fútbol argentino. Muy al contrario, la Guerra de las Malvinas (que impulsó la Junta Militar como recurso infame para intentar legitimars­e) concluyó al día siguiente de la inauguraci­ón del Mundial. En aquel primer encuentro, que es precisamen­te el que registra la imagen, la intrascend­ente Bélgica se impuso 1 a 0. Argentina perdió la guerra, ese partido y muy pronto, también, su previa condición de campeón. Los seis tipos del fondo no están marcando ni rodeando a la estrella cual guirnalda litúrgica: simplement­e se dispersan después de un tiro libre que salió mal. Maradona no hizo gran cosa en aquel estreno (excepto un infeliz disparo al travesaño).y la selección fracasaría durante todo el torneo, a semejanza del número diez. Incluyendo su expulsión por roja directa contra Brasil, que coronaría la humillante derrota ante nuestro eterno rival.

Justo aquí, en el conflicto entre apariencia y realidad, entre mitología y memoria, en estos trampantoj­os del deseo, en este trompe l’oeil de nuestra historia, diría que reside la belleza.y acaso también algunos secretos del deporte, que no es más que una versión condensada y nerviosa del juego de la vida.

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