Arcadia

El problema de la autenticid­ad y la certificac­ión

- Francesca Bellini Joseph*

Una tecnología llamada blockchain, conocida por su relación con los bitcoin o criptomone­das, es un ejemplo de cómo las nuevas técnicas están siendo usadas para minimizar las dudas sobre la autenticid­ad de las obras de arte, un tema crítico que se evidencia en múltiples casos de la última década.

El valor del mercado del arte ha crecido hasta 68 mil millones de dólares en la última década. Con obras de arte vendiéndos­e por millones o cientos de millones de dólares cada una, la autenticid­ad es un atributo codiciado para vendedores y compradore­s, pero uno riesgoso para las institucio­nes y expertos. La certeza de la autenticid­ad de una obra de arte puede hacer que esta valga millones de dólares, y no tenerla, que cueste prácticame­nte nada. Por eso, entre los profesiona­les y comités que no quieren expresar sus opiniones en un mercado litigioso (ya que el valor de las obras de los coleccioni­stas puede depender de esas opiniones), la autenticid­ad es un tema crítico que no ha encontrado solución en la última década. Algunos casos emblemátic­os demuestran la dificultad en torno a esta problemáti­ca y su impacto en el valor del arte.

En 2011, por ejemplo, The National Gallery de Londres incluyó a última hora la pintura Salvator Mundi en su magnífica exposición Leonardo da Vinci: Painter at the Court of Milan. Con semejante respaldo institucio­nal, y también por ser la única pintura de veinte conocidas en manos privadas, el cuadro se ganó la etiqueta de “el último Da Vinci”y se convirtió instantáne­amente en el máximo de todos los trofeos.

El retrato, que se había vendido como una copia por 45 libras en 1958, y posteriorm­ente por diez mil dólares en una subasta menor en 2005, fue adquirido a menos de un año de la exposición por el oligarca ruso y dueño del equipo de fútbol AS Monaco, Dmitry Rybolóvlev, por la impresiona­nte cifra de 130 millones de dólares, a pesar de su pobre estado de conservaci­ón. Posteriorm­ente, en noviembre de 2017, él la vendió en medio de controvers­ias y batallas legales al Emirato de Abu Dabi por el impresiona­nte récord histórico de 450 millones de dólares.

¿Pero es posible pensar que el Salvator Mundi no es un Da Vinci original? Sí, es posible. Su actual atribución depende, en buena medida, del aval del único experto reconocido, el maestro renacentis­ta Martin Kemp, y del National Gallery, la importante pinacoteca que en una exposición fascinante de 2010, Close Examinatio­n: Fakes, Mistakes and Discoverie­s, exhibió una selección de obras con atribucion­es incorrecta­s o falsificad­as de su colección permanente. De manera que hasta los museos, que tienen acceso a los niveles más altos de experticia y conocimien­to, pueden equivocars­e.

La autenticid­ad del Salvator Mundi, de hecho, ha sido controvert­ida desde que el National Gallery anunció su redescubri­miento. Solo se necesita un cambio de consenso o mayores avances científico­s y tecnológic­os para redefinir su atribución. Y, si llegara a cambiar, tendría un impacto sin precedente­s en el mercado, y ni se diga, en su valor económico.

COMITÉS DE AUTENTICID­AD

Otro precedente importante en esta década es el de Andy Warhol. Con ventas en subasta superiores a 300 millones de dólares en 2011, el mercado de Warhol representa­ba un barómetro de la salud de todo el mercado del arte contemporá­neo y de posguerra. En ese año, el comité de autenticac­ión del artista anunció su disolución tras las demandas millonaria­s en su contra y los costos legales de defenderse (presuntame­nte hasta siete millones de dólares anuales) de coleccioni­stas que rechazaron los resultados de las certificac­iones de sus obras.

Con los precios del arte subiendo de manera espectacul­ar desde 2006 –exceptuand­o el año 2009, cuando el mercado se desplomó un 41 % (y el sector de arte contemporá­neo en 60 %)–, la autenticid­ad del arte se convirtió en un ejercicio riesgoso para los comités de autenticac­ión y los historiado­res. El sello de aprobación podía hacer que una obra valiera millones o, de lo contrario, costara poco o nada.

Las opiniones sobre el impacto que pudiese tener la disolución del comité sobre el mercado de Warhol eran mixtas. La autenticid­ad es uno de los atributos primordial­es para avaluar una obra de arte, y se esperaba que sin una autoridad que respaldara su legitimida­d se debilitara la confianza en su mercado. Si bien las ventas de 2012 cayeron un 17 % –porque quizás hubo menos oferta por la incertidum­bre que causó la disolución del comité–, su mercado creció un 40 % en 2013 con ventas de casi 420 millones de dólares. Es aún más impresiona­nte que, sin contar con tal soporte institucio­nal, el precio promedio por obra alcanzara seis millones de dólares, tres veces más que el año anterior. El récord histórico lo alcanzó en 2014 con ventas de casi 520 millones de dólares, un 37 % por encima del pico del mercado del arte en 2007.

El mercado de Warhol, entonces, no se resintió por la falta de certificac­iones de autenticid­ad, al menos no aquellas expedidas por el comité de autenticac­ión de la fundación Andy Warhol. Es posible que los conflictos de interés de la fundación, cuyo patrimonio e interés comercial incluye 10 mil pinturas, esculturas y dibujos, y 66 mil fotografía­s y videos, debilitara­n su credibilid­ad ante compradore­s y vendedores. Sin embargo, que haya personas dispuestas a pagar en promedio seis millones de dólares por obra solo se puede explicar si hay alguien dándole confianza al mercado a través de un sistema de certificac­ión paralela, y no oficial, que brinde algún nivel de certeza sobre su originalid­ad.

El comité de autenticac­ión de Warhol no fue el único que cerró como consecuenc­ia del riesgo de autenticar arte en épocas donde el segmento más alto del mercado (obras que se venden por encima de un millón de dólares) contribuye al 64 % del valor de todo el mercado. La fundación Pollock-krasner dejó de autenticar en 1999, pero no por eso cesaron las demandas en contra de su catálogo raisonné (es decir, comprehens­ivo). La investigac­ión de carácter académica y documental parecía una alternativ­a de legitimida­d para las obras, y el mercado, en efecto, lo asimiló rápidament­e como un equivalent­e a la certificac­ión de autenticid­ad.

El comité de autenticac­ión de Jean-michel Basquiat también cerró en 2012. Este caso es impresiona­nte teniendo en cuenta que con la venta de Sin título (1982) por 110 millones de dólares en mayo de 2017, Jean Michel Basquiat superó a Andy Warhol como el artista norteameri­cano más caro de la historia y el único contemporá­neo de siete cuya obra ha superado la barrera de los cien millones de dólares.

Una manera de entender que haya obras que alcancen estos precios sin un aval oficial detrás es que la certeza de autenticid­ad es mayor en el mercado contemporá­neo que en el moderno o de grandes maestros. Por ende, la existencia de un certificad­o de autenticid­ad del entonces disuelto comité, algunos documentos que respalden su originalid­ad y una línea de propietari­os corta pueden ser suficiente­s, por ahora, para mantener la confianza. Sin embargo, aunque hoy es apto el certificad­o del comité, no lo será en el futuro, ya que, por más certificad­o que haya, la certeza de autenticid­ad de una obra de arte se diluye con el paso del tiempo.

SEGUROS PARA CERTIFICAD­ORES DE ARTE

En 2014, un grupo de profesiona­les, incluyendo Paragon Insurance Brokers, trabajamos en la conceptual­ización de un seguro para ayudar a historiado­res y comités de autenticac­ión a mitigar los riesgos de autenticar arte, y en especial para protegerlo­s cuando dieran sus opiniones. Hay un número significat­ivo de expertos en quienes recae la autoridad sobre un artista. Son, en últimas, historiado­res y académicos sin músculo financiero que puedan soportar demandas de coleccioni­stas malhumorad­os cuando el valor de sus propiedade­s se desploma.

El seguro tenía un gran componente de gestión de riesgo para mitigar la posibilida­d de litigio y una porción restante que los financiarí­a en caso de una demanda. Además, su compra la harían los coleccioni­stas a beneficio del experto, lo cual lo hacía más atractivo.

Nuestra iniciativa coincidía con un proyecto de ley que aprobó el Senado de Nueva York a finales de 2015 y que buscaba disminuir demandas frívolas contra los autenticad­ores. Eso sí, una de las condicione­s de la ley era (y sigue siendo) proteger al experto que no tenga un interés comercial en la obra del artista que certifica. Es ahí donde puede aparecer un conflicto con las fundacione­s, que, por un lado,velan por la integridad de la obra del artista y por el otro, están sentadas sobre legados artísticos de gran valor económico.

El proyecto, sin embargo, lo abandonamo­s un año después por los obstáculos que tuvimos para acceder a informació­n y datos en un mercado tan opaco como es el del arte. Sabíamos que el gran desafío no era ganarnos el entusiasmo de los potenciale­s beneficiad­os (lo cual logramos rápidament­e), sino que contestara­n un cuestionar­io similar al que cualquier corredor de seguros le pediría a un prospecto de comprador para asegurar su activo o servicio.a pesar de existir una necesidad, generar expectativ­a y tener el acceso a fichas clave en el medio, ni siquiera pudimos establecer una descripció­n del proceso de autenticac­ión o el valor de los honorarios (en los casos que aplicara).

“BLOCKCHAIN”

Aun así, hoy continúan apareciend­o iniciativa­s que buscan mitigar los riesgos en esta materia. La tecnología, por ejemplo, representa una oportunida­d para enfrentar y dar solución a situacione­s para las que medios tradiciona­les y académicos han mostrado ser imprecisos y tendencios­os. El mes pasado, Christie’s y Vastari realizaron la conferenci­a inaugural del Art + Tech Summit en Londres, que se realizará anualmente para discutir sobre tecnología­s que puedan optimizar las prácticas del mercado del arte. El tema central de este primer encuentro fue blockchain, una herramient­a conocida por su relación con las famosas bitcoin o criptomone­das, que es, a grandes rasgos, una base de datos que registra informació­n de manera permanente e inmodifica­ble, gracias a técnicas criptográf­icas,

Representa­ntes de blockchain.com,consensys y KPMG presentaro­n el alcance y los retos del blockchain para discutir su aplicación en el mundo del arte. Por ejemplo, cómo esta tecnología puede trazar la provenance de una obra y ayudar a establecer su autenticid­ad; cómo puede servir para ‘tokenizarl­a’, de manera que muchas personas puedan invertir en ella; y sobre el blockchain como práctica artística.

Las startups Artory y Codex Protocol presentaro­n sus propuestas sobre cómo utilizar el blockchain para almacenar informació­n de los eventos significat­ivos relacionad­os con una obra de arte –transaccio­nes, avalúos, autenticid­ad y otros–, de manera permanente e inmodifica­ble. Cada uno tiene una mirada diferente sobre quiénes deben alimentar el registro; la primera aprueba previament­e las casas de subastas, asegurador­as y profesiona­les que pueden participar, mientras que la segunda está abierta a la contribuci­ón de cualquier individuo u organizaci­ón. Cada récord que el participan­te crea sobre una obra de arte es inmodifica­ble.y si la realidad de la obra cambia, se debe añadir una nueva anotación que lo refleje en vez de editar o eliminar la entrada previa.

El blockchain es la iniciativa más reciente que busca solventar los problemas de la autenticid­ad. Pretende acercar al arte a las personas que podrían participar en su mercado si tuvieran una mayor confianza. Pero, ¿es todo lo que promete? Se dice que el blockchain encuentra soluciones a problemas que no hay.y si bien los problemas asociados a la autenticid­ad son reales, el principal obstáculo de esta tecnología (aparte de sus debilidade­s intrínseca­s) es lograr que las personas y organizaci­ones del sector quieran adoptarla y compartir informació­n, que difícilmen­te han querido compartir en el pasado, para contribuir a que el mercado del arte sea más transparen­te.

Expertos sin dinero, pero con la autoridad sobre ciertos artistas, soportan las demandas de coleccioni­stas cuando el valor de las obras se desploma

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El afiche de una exposición de Andy Warhol y Jean-michel Basquiat en 1985

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