EN NOMBRE DEL PROGRESO
Un día antes de dejar la presidencia, Juan Manuel Santos firmó un decreto que amplió una lista de lugares de interés teológico para los indígenas de la Sierra Nevada de Santa Marta, que se conoce como “Línea Negra”. Que se hiciese a última hora, sumado a la inconformidad de gremios y gobernantes, le restó solemnidad a una acción que es importante en términos de reivindicación de derechos.
La discusión, como siempre, gira en torno a la posesión de la tierra: quién es o será el dueño de esos sitios (algunos ubicados en zonas urbanas), en donde se restringirá el uso del suelo y del agua para asegurar que cuatro pueblos indígenas puedan realizar unas prácticas religiosas que ellos llaman “pagamentos”. Gobernadores, constructores e industriales consideran que esto se opone a sus ideas de progreso, mientras que los indígenas alegan justamente lo contrario: que su concepción de desarrollo es distinta. Ahí se afinca el dilema.
Esta fotografía corresponde a una playa que, a pesar de ser uno de los puntos protegidos, hoy está colmada de edificios. La toma es quizás del final de la década de los cincuenta, por eso nos resulta irreconocible. Es El Rodadero, en Santa Marta. Allí se imprimiría con toda su fuerza, y en nombre del progreso, la huella humana.