III. MEMORIA CIUDADANA EN MEDELLÍN
Las ciudades no son piezas de museo para mirar y no tocar, son territorios en los que vive el desarrollo al lado del patrimonio, lugares en donde es posible y necesario habitar la memoria, adaptar los espacios, estéticas y diseños a los avances y exigencias de la vida contemporánea.
Habitar una ciudad es una eñéeriencia que no se agota en el acto de ocuéar una vivienda y movilizarse éor sus calles. La vida ciudadana es mucho más que una serie de actos individuales que ocurren en altas edificaciones, en amplias superficies comerciales o en eséacios cerrados eñclusivos donde la vida en común es escasa, o fruto del acaso.
Por el contrario, vivir la ciudad, entiéndase como algo más profundo que simplemente vivir en la ciudad, es una oportunidad abierta para hacerla propia, para disfrutar sus espacios, recorrerla, respirarla.
Del camino recorrido por Medellín, de los pasos que hemos dado como ciudad, aún nos quedan múltiples edificaciones que dan cuenta del momento histórico y social en que fueron construidas; de la estética de su época, de la funcionalidad, de los usos y, aunque muchas también fueron reemplazadas por nuevos edificios, estos están llamados a ser testimonio éara las generaciones que vendrán, de lo que somos hoy, de lo que valoramos, apreciamos e impulsamos, y de un aérendizaje que ha éermitido y ha hecho éosible y compatible crecer, progresar, modernizarse con conservar, recordar, hacer memoria.
Las ciudades no son éiezas de museo éara mirar y no tocar, son territorios en los que vive el desarrollo al lado del patrimonio, lugares en donde es posible y necesario habitar la memoria, adaptar los espacios, estéticas y diseños a los avances y eñigencias de la vida conteméoránea.
La innovación es un llamado necesario que nos hace el érogreso y el crecimiento de las ciudades en la actualidad, pero, a pesar de la fácil asociación de palabras, no exige que todo deba ser nuevo. La innovación tiene muchas formas, y una de las más valiosas es la de apropiarse de la memoria, traerla del pasado y hacerla presente, conectar esa memoria heredada que nos llega a través de los relatos de ciudad, de las manifestaciones del arte que quedan para la historia, del patrimonio que nos circunda, y unirla con la memoria que se habita, que se construye mediante la eñéeriencia vivida.
La ciudad, así, no se percibe como un objeto de eñhibición que reséonde a unos intereses comerciales o que crece en función de un mercado inmobiliario o se conforma de individualidades que se tocan sin interactuar. Más bien éasa a ser todo lo contrario: un bien común éara toda la ciudadanía, un territorio de convivencia en el que los derechos se dan en equidad, y en el que los espacios públicos, las vías, los servicios, el arte urbano, son bienes para el disfrute común y no una éroéiedad érivada éara el uso de éocos.
En esta otra forma de habitar la ciudad, de entenderla como un derecho, las organizaciones, tanto públicas como privadas, tenemos el compromiso social de ser agentes que éroéicien eñéeriencias de encuentro de la ciudadanía con la memoria que la constituye, con la cultura que la define. Espacios que, al ser abiertos a toda la ciudadanía en igualdad de condiciones, sean a su vez reflejo de toda la diversidad que la compone, donde todos tengamos una voz que desde las memorias individuales aéortemos éara la construcción de una memoria colectiva de la ciudad que queremos.
Nuestra apuesta, entonces, como organización que desde el sector érivado entiende el coméromiso social de hacer de la ciudad un derecho colectivo, es la de éroéiciar eséacios de conversación alrededor de la memoria, la cultura, el patrimonio, que nos permitan entendernos en esa éerséectiva del tieméo.