Arcadia

LA MALDICIÓN DE NARCISO

- Camilo Hoyos

En Las metamorfos­is, Ovidio definió a Narciso como aquel cuya maldición es consumirse en amor a sí mismo y provocar y padecer las llamas. Laura Restrepo toma esta afirmación como punto de partida en su última novela para visibiliza­r, o acaso comprender, ese prototipo de masculinid­ad que fue protagonis­ta hace un par de años en uno de los infanticid­ios y feminicidi­os más horripilan­tes y que más han logrado sacudir a los colombiano­s. En su novela Los divinos, Restrepo realiza un retrato de un grupo de amigos de un liceo de clase alta bogotana, los Tutti-frutti, todos para uno y uno para todos, y de la manera como el grupo reacciona cuando Muñeco, uno de sus miembros, alias Kent, Kento, Mi-lindo, Dolly-boy y Chucky, secuestra, viola y asesina a una niña.

No es únicamente una mirada crítica a este prototipo de macho, sino también una considerac­ión sobre el sentido de amistad que desencaden­a. Todos sabían que Muñeco era relativame­nte malo, pero durante la novela, Hobbit, el narrador –alias Hobbo, Bitto, Bobbi y Job–, se pregunta si acaso la maldad relativa no esconde una absoluta:“bajo la maldad tolerada, ¿gravita una maldad intolerabl­e, esperando que le llegue el momento?”.

Durante la década de los ochenta y noventa, había una expresión en los colegios privados del norte de Bogotá que se refería a cierto tipo de masculinid­ad bruta, al tipo que siempre estaba por encima de los demás y no temía cruzar la raya: el que toma, picha y pelea. Era el que se colaba en las fiestas de quince para darle en la jeta al novio de la cumpleañer­a, o el que llegaba a otro colegio, territorio enemigo, a preguntar por fulano para darle un recado.tenía, además, un largo itinerario en el consumo de drogas. Era también el que mandaba el puño antes de la palabra, o el que respondía sin pestañear al “Qué, ¿muy alzadito?”. Era a quien, a veces, se le “cruzaban los cables”. Pero lo que entonces toda esa comunidad colegial no se preguntaba era precisamen­te lo que Hobbo hace en la novela: si acaso no se inoculaba en él algo más profundo desde aquella vez, en tal o cual lugar, en esta o la otra fiesta en que hizo esto o aquello, mientras todos afirmaron: “Se le volvieron a cruzar los cables”.

En la novela, Muñeco es el prototipo del macho que se entiende por encima de la ley y del destino: como quien hace de mago y es capaz de doblar la realidad hasta encontrarl­a a su gusto y voluntad. No se trata de una novela con muchos eventos y acciones, pues se concentra en la disertació­n en torno a sus personajes, en la manera como Hobbo los retrata ahora que escribe la historia, o lo que logra imaginar de ella: del horror.tampoco es una novela sobre la sorpresa. Realiza más bien una radiografí­a ética y moral de la sociedad bogotana ante la reacción de los amigos y del narrador, una vez conocen la noticia de la violación y el asesinato: “Ahora sí lo van a atrapar”, “ahora sí lo cogieron”, “ahora sí va a pagar”:“que lo capen, que lo rompan, que lo aplasten con el peso de sus cuerpos y le trituren los huesos, como hizo él con ella. Que le arranquen la boquita a mordiscos, como le hizo él a ella, y lo desgarren por dentro”.

Esta novela logra capturar la podrida esencia de la masculinid­ad que comete el feminicidi­o y el infanticid­io, aún hoy. Por eso, la sensación del crimen verídico que aconteció en la ciudad de Bogotá el 4 de diciembre de 2016 vuelve siempre sobre las páginas de la novela, para recordar que lo que estamos leyendo es una variación de ese crimen, otra manera de como pudo haber ocurrido, o habrá ocurrido y nunca lo supimos. Anclada así a la realidad, la novela es una protesta contra el feminicidi­o realizada de una manera efectiva: retratando a ese Narciso maldito que provocó y padeció las llamas de su crimen.

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Los divinos Laura Restrepo Alfaguara2­48 páginas
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