EN BUSCA DE B.
El actor Mathieu Amalric, conocido por interpretaciones exhaustivas e intensas en películas como La escafandra y la mariposa, volvió a la dirección con Barbara, un biopic alejado de todas las convenciones del género y que sin renunciar a presentarnos aspectos de la vida y el carácter de su personaje principal, es también una indagación sobre la creación, las fuerzas psíquicas que la sostienen y los sacrificios que demanda. En 2010,Amalric había dirigido otro filme sobre el mundo del espectáculo: Tournée, con el que ganó el premio a Mejor director en Cannes. Estas dos películas descentradas e inclasificables retan toda solemnidad y convierten a Amalric en uno de los temperamentos más originales del cine francés contemporáneo.
Barbara, también premiada en Cannes, podría tener por título simplemente B., y con eso ser aún más elusiva. B. por Barbara, el ícono de la canción francesa que la inspira; por Brigitte, el nombre de la actriz que la interpreta en la película, y por Balibar, el apellido de la actriz que encarna a Brigitte. En ese juego de espejos, de narraciones que se superponen, se encuentra el nudo de la película. Más que una puesta en abismo para dar gusto –y trabajo– a críticos y teóricos, lo que vemos es una delicada y juguetona reflexión sobre la identificación y el vampirismo. La gran Jeanne Balibar (quien ganó un premio César como Mejor actriz por esta interpretación) poco a poco va perdiendo sus contornos para convertirse en Barbara.actriz y personaje logran una simbiosis casi mágica. Ser testigos de este proceso, y de sus costos, es el significativo mérito de esta película, inusual en los estándares de nuestra cartelera de cine.
Pero Barbara, en fuga permanente de cualquier idea que la aprisione o alguna unidad en la que el espectador pueda sentirse firme, es también una obra sobre el artista que dirige la película, cuya preparación y rodaje vemos: un hombre inestable e hiperbólico que no logra mantener a raya sus muchos demonios. El actor que interpreta a ese director no es otro que Mathieu Amalric. El embrollo emocional y creativo queda así intensificado. “¿Estás haciendo una película sobre mí, o sobre ti mismo?”, pregunta la cantante. “¿Acaso no es lo mismo?”, responde el director.
Pero el filme de Amalric procura más placeres que el de descifrar acertijos. Sí, la película se entrega con fruición al enredo: por momentos resulta indistinguible el material de archivo de la Barbara real con el footage rodado en el presente y surge la pregunta sobre dónde termina la biografía de la mítica cantante y qué tanto hay de autorrepresentación de Amalric y Balibar, y de sus propios conflictos como artistas y como la pareja que fueron en la “vida real”.y es esa ingenua seguridad en la llamada “vida real” lo que la cinta desmonta paso a paso. El credo del realismo más estulto recita que el arte imita a la vida o está supeditado a ella. En Barbara, por el contrario, vida y arte se canibalizan sin pausa. En la creación nos completamos, inventamos vidas posibles que nos redimen de la miseria y las limitaciones de la realidad. El arte es bigger tan life, y eso explica la compleja identificación que nos provee.
El interés de Amalric en la canción popular y en los fenómenos más accesibles del mundo del espectáculo y el entretenimiento ya había sido destilado en la mencionada Tournée. En este filme previo un productor de televisión abandona su vida exitosa y emprende un viaje a “America”. Años después regresa a Francia con un grupo de exorbitantes bailarinas de cabaret. Las románticas ideas sobre Francia que ha inoculado en la variopinta troupe que logra armar, chocan, en el terreno, con la cruda realidad. Pero Amalric jamás nos quiere decir que esa evasión hacia la fantasía sea una realidad menor. Es una realidad otra, pero necesaria. La vida y el espectáculo son interdependientes: se chupan, vampíricamente, sus mutuas corrientes sanguíneas, para vitalizarse y dejar traslucir, así sea por cuestión de segundos, la eternidad.