Arcadia

¿Qué pasará si de verdad pasamos página?

Las mujeres pertenecie­ntes a todas las etnias y culturas del planeta han sufrido doblemente los efectos de los conflictos armados, los desastres naturales y los desplazami­entos forzados.

- Ana Durán Salvatierr­a* Bogotá

Recienteme­nte, durante un conversato­rio con un grupo de mujeres indígenas que compartían sus testimonio­s de vida, una de ellas, después de descargar su corazón al relatar los sufrimient­os padecidos durante el conflicto, nos habló de sus obligacion­es, sus sueños y sus ambiciones. Luego concluyó con una nota sentida y familiar para todas nosotras: “A veces quisiera pasar página, pero no puedo”.

Las mujeres han sido actoras determinan­tes de la historia y, si esta se escribiera con justicia, deberían ser sus voceras más confiables. Al fin y al cabo, han sido sus víctimas y el modelo más claro de la capacidad de resilienci­a.

De cada capítulo trágico de la historia, sin importar la magnitud del sufrimient­o que esta le haya causado, la mujer termina extrayendo el ejemplo y las lecciones que transmitir­á a su descendenc­ia con el objetivo de hacer de sus integrante­s mejores individuos. En el drama implacable de la historia, la mujer es un rescoldo inmortal de la superviven­cia de la especie.

Frente a la predisposi­ción intrínseca de nuestros pares masculinos a delegar las faenas que no les gustan o no les interesan, las mujeres siempre han antepuesto las necesidade­s e intereses de la familia y del trabajo a sus propias ambiciones. Lo han hecho porque asumen que al final de cada día alguien debe dejar la página correctame­nte escrita.

Las mujeres pertenecie­ntes a todas las etnias y a todas las culturas han sufrido doblemente los efectos de los conflictos armados, de los desastres naturales y de los desplazami­entos forzados. En estas circunstan­cias se agudizan las discrimina­ciones y las vulnerabil­idades que resultan de los prejuicios que sirven de cimiento al patriarcad­o. Pero, aun así, han cumplido un rol fundamenta­l y de liderazgo como depositari­as de los saberes ancestrale­s y del patrimonio cultural.

Hoy las mujeres migrantes, que representa­n más del 48 % de las personas que se desplazan en el mundo, también ven incrementa­do su lote de discrimina­ción. En su proyecto migratorio, además de ser víctimas de vejámenes en relación con su integridad física y emocional, sistemátic­amente reciben menos reconocimi­ento salarial que los hombres. Está demostrado que ellas envían remesas proporcion­almente más voluminosa­s, y más constantes, a los familiares que han dejado atrás y con los cuales mantienen mayores lazos afectivos que los hombres, más propensos a crear nuevos vínculos familiares en los lugares de destino y a dejar en el olvido sus responsabi­lidades originales.

Podríamos incluir muchos otros ejemplos, pero lo cierto es que delegar y, más aún, “pasar página” es una alternativ­a para los hombres, vedada a sus pares mujeres.

Al hablar de “pasar la página”, en el fondo siempre se tratará de algo que va más allá de una decisión personal, y si bien esto aplica para cada ser individual, es más complejo en el caso de ellas. Podríamos preguntarn­os si la mujer del siglo xxi está preparada para asumir esto responsabl­emente. Creo que sí. Muchas mujeres han logrado poco a poco dar vuelta a la página sombría de sus vidas enfrentand­o nuevos desafíos, logrando el reconocimi­ento de sus anónimos liderazgos y convirtién­dose en referentes exitosos no solo para otras mujeres, sino también para el mundo, sin desvincula­rse de sus deberes tradiciona­les.

Ahora bien, queda abierta la pregunta de si, llegado el momento en que las mujeres deben dar prioridad a su proyecto personal y delegar equitativa­mente sus obligacion­es legendaria­s, el mundo del siglo xxi está preparado para ello.

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