¿Qué pasará si de verdad pasamos página?
Las mujeres pertenecientes a todas las etnias y culturas del planeta han sufrido doblemente los efectos de los conflictos armados, los desastres naturales y los desplazamientos forzados.
Recientemente, durante un conversatorio con un grupo de mujeres indígenas que compartían sus testimonios de vida, una de ellas, después de descargar su corazón al relatar los sufrimientos padecidos durante el conflicto, nos habló de sus obligaciones, sus sueños y sus ambiciones. Luego concluyó con una nota sentida y familiar para todas nosotras: “A veces quisiera pasar página, pero no puedo”.
Las mujeres han sido actoras determinantes de la historia y, si esta se escribiera con justicia, deberían ser sus voceras más confiables. Al fin y al cabo, han sido sus víctimas y el modelo más claro de la capacidad de resiliencia.
De cada capítulo trágico de la historia, sin importar la magnitud del sufrimiento que esta le haya causado, la mujer termina extrayendo el ejemplo y las lecciones que transmitirá a su descendencia con el objetivo de hacer de sus integrantes mejores individuos. En el drama implacable de la historia, la mujer es un rescoldo inmortal de la supervivencia de la especie.
Frente a la predisposición intrínseca de nuestros pares masculinos a delegar las faenas que no les gustan o no les interesan, las mujeres siempre han antepuesto las necesidades e intereses de la familia y del trabajo a sus propias ambiciones. Lo han hecho porque asumen que al final de cada día alguien debe dejar la página correctamente escrita.
Las mujeres pertenecientes a todas las etnias y a todas las culturas han sufrido doblemente los efectos de los conflictos armados, de los desastres naturales y de los desplazamientos forzados. En estas circunstancias se agudizan las discriminaciones y las vulnerabilidades que resultan de los prejuicios que sirven de cimiento al patriarcado. Pero, aun así, han cumplido un rol fundamental y de liderazgo como depositarias de los saberes ancestrales y del patrimonio cultural.
Hoy las mujeres migrantes, que representan más del 48 % de las personas que se desplazan en el mundo, también ven incrementado su lote de discriminación. En su proyecto migratorio, además de ser víctimas de vejámenes en relación con su integridad física y emocional, sistemáticamente reciben menos reconocimiento salarial que los hombres. Está demostrado que ellas envían remesas proporcionalmente más voluminosas, y más constantes, a los familiares que han dejado atrás y con los cuales mantienen mayores lazos afectivos que los hombres, más propensos a crear nuevos vínculos familiares en los lugares de destino y a dejar en el olvido sus responsabilidades originales.
Podríamos incluir muchos otros ejemplos, pero lo cierto es que delegar y, más aún, “pasar página” es una alternativa para los hombres, vedada a sus pares mujeres.
Al hablar de “pasar la página”, en el fondo siempre se tratará de algo que va más allá de una decisión personal, y si bien esto aplica para cada ser individual, es más complejo en el caso de ellas. Podríamos preguntarnos si la mujer del siglo xxi está preparada para asumir esto responsablemente. Creo que sí. Muchas mujeres han logrado poco a poco dar vuelta a la página sombría de sus vidas enfrentando nuevos desafíos, logrando el reconocimiento de sus anónimos liderazgos y convirtiéndose en referentes exitosos no solo para otras mujeres, sino también para el mundo, sin desvincularse de sus deberes tradicionales.
Ahora bien, queda abierta la pregunta de si, llegado el momento en que las mujeres deben dar prioridad a su proyecto personal y delegar equitativamente sus obligaciones legendarias, el mundo del siglo xxi está preparado para ello.