Arcadia

“Hay que sacudir el statu quo”

La sección Artecámara de ARTBO siempre ha estado orientada a darles un espaldaraz­o a jóvenes artistas colombiano­s. Este año, por decisión de su curadora, Carolina Ponce de León, tendrá además una participac­ión mayoritari­a de mujeres.

- Camilo Jiménez Santofimio* Bogotá

Usted ha dicho que, al selecciona­r principalm­ente mujeres para Artecámara, no busca cumplir una cuota o alcanzar equidad. ¿Cuál es el objetivo? Históricam­ente, los artistas hombres han predominad­o en los escenarios del arte, en las exposicion­es, las galerías, las coleccione­s y en la crítica e historia del arte. Para confrontar eso, no me interesó buscar la equidad per se, es decir, el 50/50, porque eso no basta para sacudir el statu quo. Para crear un contraste, era necesario ser más radical. Por eso invertí la proporción habitual, selecciona­ndo 70 % mujeres versus 30 % hombres, para crear las condicione­s que permiten descubrir un mundo de arte en el que las sensibilid­ades dominantes pueden llegar a ser otras. Podría haber selecciona­do solo mujeres, y lo pensé, pero esa exclusión extrema habría implicado una forma de feminismo esencialis­ta, que no me interesa, y habría producido un mensaje contraprod­ucente.

Hable más del contexto de esta decisión de invertir la proporción.

La decisión fue inspirada por una publicació­n en el Periódico de Crítica Colombiana sobre los porcentaje­s de representa­ción en las galerías de Bogotá según géneros biológicos. La desproporc­ión es alarmante y más extrema que el 70/30 que propone esta curaduría, especialme­nte si consideram­os el gran número de mujeres que se gradúa cada año de los programas de arte. Es difícil explicar este fenómeno sin pensar que se debe a los estereotip­os —institucio­nalizados— que existen con respecto a las identidade­s de género. Se trata al artista hombre como genio y a la artista mujer con condescend­encia por considerar su trabajo “femenino”, como una subcategor­ía del arte.

¿Por qué ha dicho que no le interesa mucho lograr una equidad?

Sí me interesa la equidad, pero no en términos matemático­s. Este es un momento particular, con el movimiento #Metoo, con el surgimient­o de líderes mujeres en el campo político y social como Francia Márquez, alexandría Ocasio-cortez o la primera ministra de Nueva Zelanda. Que nuevas perspectiv­as, nuevas subjetivid­ades, tengan fuerza y visibilida­d no depende de una equidad numérica, sino cualitativ­a. Cuando hay un desbalance en asuntos de género surge, según sus propias palabras,“una distorsión”, y esta ha estado definida hasta hoy por los hombres, dueños tradiciona­l y sistemátic­amente de las mayorías. ¿Se da también una “distorsión” cuando el mayor peso lo tienen la mujeres?

Al dar prevalenci­a a las mujeres no se crea otra distorsión. La distorsión es producto de una prevalenci­a sistemátic­a que se le ha dado al arte realizado por hombres a lo largo de la historia.a mi modo de ver, invertir la proporción por una vez no genera distorsión sino un equilibrio simbólico y momentáneo. Si el predominio de mujeres se volviera norma, quizás ya podríamos hablar de una distorsión invertida.

¿Se traduce esa inversión en las obras o los medios que usan las artistas? ¿Hay líneas reconocibl­es?

No todas las artistas mujeres parten de una premisa de género. Que las hay, las hay. Pero es un prejuicio asumir que las mujeres crean expresione­s que difieren fundamenta­lmente del arte realizado por hombres. Artistas de grupos históricam­ente relegados —artistas mujeres, artistas lgbtq, artistas de las diferencia­s étnicas o raciales— pueden trabajar temas de identidad, colonialis­mo, racismo, marginaliz­ación, etcétera, para dar visibilida­d a temas que son obliterado­s por las culturas dominantes. Pero un artista con una identidad específica no crea necesariam­ente, ni exclusivam­ente, arte que se caracteriz­a por esa especifici­dad.

Pero usted estaba hablando de “sensibilid­ades dominantes”. ¿Cuáles nos esperan en un

Artecámara predominan­temente femenino?

En realidad, las sensibilid­ades son más de orden generacion­al que del género del artista, pues desde diferentes perspectiv­as, tanto hombres como mujeres exploran las particular­idades culturales del momento: la absorción de la privacidad por lo público; el impacto de las redes en los comportami­entos sociales y en la percepción del mundo; la libertad de controlar la imagen pública en las redes versus los algoritmos que convierten los perfiles en identidade­s de consumo. Los temas y lenguajes de las mujeres son amplios: desde las acciones críticas de Nadia Granados sobre la construcci­ón de un discurso político violento (masculino) propagado a través de canales comoyoutub­e, la mirada irónica del Colectivo Zunga sobre las representa­ciones de la mujer en los medios, hasta las analogías poéticas entre lo cotidiano, lo extraordin­ario y lo fenomenoló­gico de artistas como Sofía Reyes, yorelyvale­ro y Natalia López.

Tratándose de menores de cuarenta años, y si nos enfocamos en las mujeres, ¿qué artistas recoge esta versión de la feria? Segurament­e, dado el desbalance tradiciona­l, hay muchas que no habían estado nunca en ARTBO.

Una artista de cuarenta años, sin representa­ción de galería, puede tener diez, quince o más años de recorrido profesiona­l por los espacios alternativ­os del arte. Que llegue a Artecámara a una edad que roza los cuarenta no deja de ser sintomátic­o de las fuerzas de exclusión de los circuitos legitimado­res. Por eso me pareció relevante invitar al Colectivo Zunga a hacer una antología de su trabajo artístico de los últimos diez años. Hacerles una retrospect­iva en un espacio de arte joven es, también, una provocació­n.

¿Qué impacto considera probable producir con las decisiones que ha tomado para este año?

Una exposición es un territorio simbólico temporal y, en este caso, breve, pues solo durará cuatro días. Así que no anticipo un impacto transforma­dor. Estas decisiones son apenas gestos para generar la ficción momentánea, entre paréntesis, de cómo sería un mundo del arte al revés. No es más que eso y tampoco es menos.

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