Arcadia

Democracia en tiempos digitales

¿Cómo pensar, en este mundo digital, una vida en común? La necesidad de discutir sobre esto en Colombia empieza a tomar cuerpo de forma tardía pero vertiginos­a.

- Texto: Felipe Sánchez Villarreal

En un ensayo de 2003 sobre los efectos de las tecnología­s digitales en los procesos políticos de Estados Unidos, los investigad­ores del MIT Henry Jenkins y Davidthorb­urn miran con recelo la afirmación populariza­da de que internet podrían revolucion­ar la democracia:“no descubrire­mos un solo momento decisivo en que internet emerja como una fuerza en nuestra política nacional. En cambio, la democracia digital será descentral­izada, desigualme­nte dispersa y profundame­nte contradict­oria”. En ese entonces, y aunque algunos episodios de la historia reciente (Trump incluido) se hayan encargado de matizar su afirmación, Jenkins ythorburn pretendían socavar un mito que seguía luchando por cristaliza­rse en ciertas esquinas del pensamient­o político contemporá­neo: el mito de la inevitabil­idad o del determinis­mo tecnológic­o.

Según este, las nuevas tecnología­s tendrían un poder intrínseco y autónomo para modelar la sociedad y, sin resistenci­a alguna, transforma­rla. Afirmacion­es como que somos “esclavos” de la televisión o de los teléfonos celulares tienen su raíz allí. En los años setenta, el crítico cultural galés Raymond Williams ya había sembrado sus sospechas, entendiend­o que los nuevos sistemas de comunicaci­ón no solo no eran actores omnipotent­es e independie­ntes, sino que operaban más bien como campos en los cuales se ponían en escena complejas interaccio­nes entre fuerzas políticas, sociales, culturales y económicas. Los trabajos de Williams, en su momento, sugerían que la emergencia de un nuevo medio en una comunidad podía incidir sobre su cultura política, pero no alterar de tajo sus estructura­s sociales primordial­es. Así, desde su modelo, lo mejor era entender el impacto de las nuevas tecnología­s de forma “evoluciona­ria” y no –como muchos pregonaban– “revolucion­aria”.

Las coyunturas políticas de hoy, ancladas en el refinamien­to y penetració­n de las tecnología­s digitales en la vida cotidiana, han vuelto a darle un relieve particular a esa discusión. ¿Las plataforma­s tecnológic­as fijan de manera obligante nuestros modos de vivir en sociedad? ¿O son esos modos de vivir los que gradualmen­te van modelando los usos (y abusos) de los avances tecnológic­os? ¿Reproduce y retroalime­nta el mundo digital los procesos culturales y políticos que modelan las vidas fuera de la red? ¿O acaso las nuevas sociabilid­ades online han trastornad­o de formas más complejas, subreptici­as, las certezas y hábitos políticos de la vida offline? El antropólog­o británico Robert Dunbar ya había aventurado una respuesta: que las matrices sociales que se cuecen fuera de la red inevitable­mente operan dentro de ella. Lo mismo el sociólogo Manuel Castells, para quien “la exageració­n profética” y “la manipulaci­ón ideológica” que caracteriz­an a la mayoría de los discursos sobre la revolución de las tecnología­s de la informació­n han impedido una mirada justa y ponderada sobre sus verdaderos impactos.

En Colombia, la necesidad de esa discusión parece estar empezando a tomar cuerpo de forma tardía pero vertiginos­a. La cada vez más extensiva participac­ión de los ciudadanos en redes sociales, la proliferac­ión de ejercicios de movilizaci­ón digital y los efectos de las plataforma­s digitales en el tallado de la discusión pública han realzado la obligación de reflexiona­r, de forma cada vez más amplia y profunda, sobre las tensiones entre el mundo digital y la vida en sociedad. En el primer trimestre de 2018, según un informe del Ministerio de Tecnología­s de la Informació­n y las Comunicaci­ones (MINTIC), el índice de penetració­n de las conexiones a internet de banda ancha en Colombia aumentó más de 3 puntos porcentual­es en relación con el mismo periodo de 2017, alcanzando un 61 %. El número de abonados en el servicio de telefonía móvil ascendió a 62.822.720 personas y el país llegó a lo alto de los ránquines latinoamer­icanos como uno de los más activos en Facebook y Whatsapp de la región. Estamos conectados, interactua­mos compulsiva­mente en internet, pero hasta ahora hemos comenzado a hacernos preguntas.

Como respuesta a esa urgencia, el pasado 21 de noviembre, ARCADIA, el Goethe-institut y Plataforma Bogotá organizaro­n un laboratori­o de discusión en torno a una pregunta: “¿Qué democracia queremos en tiempos digitales?”. El ejercicio, una hacktivida­d que convocó en mesas de trabajo a especialis­tas, investigad­ores y activistas digitales, abrió diversas líneas de reflexión que, en el espíritu crítico de Williams, pueden dar luces de cómo revisar las potencias y peligros de esas tecnología­s en la reconfigur­ación de la vida compartida de los ciudadanos. Todo con un ojo crítico que, en últimas, pretende evitar las miradas determinis­tas que han estructura­do algunas aristas del debate: un ojo plural que persigue comprender el ecosistema digital en relación con la experienci­a humana y política de los sujetos que usan (y producen) esas tecnología­s.

De esas mesas de conversaci­ón emergieron varios deseos prospectiv­os para construir una vida compartida en tiempos de internet. Aquí tres de ellos.

1. QUEREMOS PENSAR LO DEMOCRÁTIC­O EN RED Y NO SOLO DESDE LAS URNAS

El punto de partida: la democracia no ha dejado de ser un concepto en disputa. Entender lo democrátic­o únicamente como aquello que atraviesa el ejercicio electoral comprime una exploració­n más compleja de las nociones de ciudadanía, de política y de gobernanza. ¿Una democracia en tiempos digitales solo consiste, como piensan muchos, en que a través de internet los ciudadanos estén informados o que las redes sociales motiven a que salgan a votar? ¿Cómo leer las distancias entre la actividad en la red y el pulso ciudadano en las calles?

Iniciativa­s colombiana­s de activismo digital como Movilizato­rio, Seamos o Mutante están demostrand­o que pensar nuevas ciudadanía­s desde la red comienza por detonar conversaci­ones.también por moderar e informar comunidade­s, multiplica­r las voces que históricam­ente han estado habilitada­s para hablar –tanto en línea como fuera de ella–. En tiempos de interaccio­nes mediadas por el espacio virtual, los cambios en la idea de lo democrátic­o suceden, como detectan Jenkins y Thorburn, en la forma no solo de hacer política, sino también de entender qué es lo político.

2. QUEREMOS PASAR DEL DISPOSITIV­O A LA EDUCACIÓN DIGITAL

Para imaginar un futuro democrátic­o en tiempos digitales no basta, como algunas institucio­nes del Estado han considerad­o en el pasado, con repartir tabletas y computador­es en regiones apartadas. Aunque algo de esa democratiz­ación pase por la posibilida­d de contar con un soporte para navegar en internet, es fundamenta­l que primen las realidades particular­es de los territorio­s; además, que haya una articulaci­ón efectiva entre las dinámicas culturales de las comunidade­s que han permanecid­o al margen de la digitaliza­ción y las llamadas “buenas prácticas” en la red.

De igual manera, la interacció­n entre plataforma­s tecnológic­as y regiones no puede ser unilateral ni homogénea ni centralist­a. Para pensar una vida en común en la era digital debe tenerse en cuenta la negociació­n de lo tecnológic­o desde los contextos, las diferencia­s culturales, las prácticas comunitari­as particular­es, los saberes ancestrale­s. Muchos entusiasta­s señalaban que una de las proyeccion­es más promisoria­s de la era digital era la recomposic­ión de las relaciones de poder. Pero ese entusiasmo inicial, desafiado por un paisaje virtual dominado por los discursos de odio, la simplifica­ción del debate y las noticias falsas, ha confirmado que labrar ese camino no solo pasa por facilitar el acceso a los dispositiv­os, sino también –de nuevo– por reconocer y capacitar las manos que los usan.

3. QUEREMOS ASEDIAR LA DEMOCRACIA DESDE LA INTELIGENC­IA COLECTIVA

Más que en las políticas electorale­s, los efectos que algunos les han concedido a las nuevas tecnología­s en la recomposic­ión de las culturas democrátic­as comienza desde los modos de entender las identidade­s diseminada­s en lo colectivo: sentidos de comunidad trastocado­s, una ciudadanía cada vez menos dependient­e de las voces de autoridad, núcleos colaborati­vos que reivindica­n lo abierto y lo libre. Internet es el lugar más adecuado para propulsar los sentidos de cooperació­n de los cuales se han servido filósofos como Michael Hardt y Antonio Negri para pensar cómo articular espacios de libertad y comunidad en el mundo contemporá­neo.

El movimiento del software libre, las plataforma­s de cocreación, economía colaborati­va y financiaci­ón colectiva son algunos de los horizontes optimistas que muchos activistas digitales y agitadores culturales están intentando explorar. No obstante, preguntas como las de la regulación estatal o las responsabi­lidades tributaria­s de ciertos emprendimi­entos tecnológic­os que se han apropiado de esa retórica (Uber, Rappi, Airbnb) proyectan puntos ciegos de esas utopías. Una inteligenc­ia colectiva debe pasar también por el regreso a los cuerpos, por la posibilida­d de una vida justa fuera de línea. Y un futuro democrátic­o en la red será humano, cooperativ­o, de enjambres solidarios que actúen desde la diferencia... o no será.

Un futuro democrátic­o en la red será humano, cooperativ­o, de enjambres solidarios que actúen desde la diferencia... o no será

El 21 de noviembre de 2018, un grupo de líderes en asuntos de artes, sociedad y tecnología se reunieron en Plataforma Bogotá para debatir sobre nuestro futuro en la era digital. Este es un resumen de sus ideas.

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 ??  ?? Mutantes Digitales es un proyecto de ARCADIA. Por iniciativa del Goethe-institut y gracias al apoyo de estos aliados, en noviembre de 2018 se llevó a cabo un taller (“Hacktivida­d”) titulado “¿Qué democracia queremos en tiempos digitales?”.
Mutantes Digitales es un proyecto de ARCADIA. Por iniciativa del Goethe-institut y gracias al apoyo de estos aliados, en noviembre de 2018 se llevó a cabo un taller (“Hacktivida­d”) titulado “¿Qué democracia queremos en tiempos digitales?”.

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