Arcadia

Forjar una nueva relación

Esta es la historia de cómo el gobierno y la sociedad canadiense han logrado entender el valor de la confrontac­ión del pasado para la reconcilia­ción.

- Marcel Lebleu*

verdadhist­órica

Esta es la historia de Saúl, un niño indígena del norte de Ontario, Canadá. A los siete años fue separado de su familia ojibwa y llevado al internado de Saint Jerome. Un fuerte olor a desinfecta­nte le dio la bienvenida, acompañado de los polvos blancos que un sacerdote le espolvoreó y el cepillado de las monjas sobre su piel. “Nos frotaron casi en carne viva. Se sentía como si estuvieran tratando de eliminar más que la suciedad o el olor. Se sentía como si estuvieran tratando de quitar nuestra piel”. Acto seguido, le cortaron de un tajo su larga cabellera, y Saúl debió enfrentar la vida en el internado, lejos del territorio ancestral de su pueblo, de las costumbres y de la tradición oral de su familia.

La historia de Saúl es la historia de Indian Horse (2012), la novela de Richard Wagamese (1955-2017) que inspiró la película del mismo nombre de Stephen Campanelli (2018). La historia de Saúl es la historia de cerca de 150.000 niños, niñas y jóvenes indígenas canadiense­s, víctimas del sistema de escuelas residencia­les de Canadá.

“MATAR AL INDIO EN EL NIÑO”

Por más de cien años, entre 1870 y 1990, existieron en Canadá cerca de 130 escuelas residencia­les, administra­das por el gobierno federal (bajo el Departamen­to de Asuntos Indígenas) y en asociación con iglesias. La asistencia era obligatori­a y agentes estatales fueron empleados para asegurar que todos los niños nativos asistieran a la escuela. Se considerab­a que existía un “problema indígena”, por lo que había que “civilizar” su cultura.

Mediante abusos físicos, emocionale­s y sexuales, se esperaba “matar al indígena en el niño”, aislarlo de su familia y cultura y hacerle asimilar la cultura dominante. Las escuelas residencia­les produjeron una generación de sobrevivie­ntes marcada por traumas y sufrimient­os; el resultado de la intervenci­ón fueron el alcoholism­o, la drogadicci­ón y la vulnerabil­idad.

RECONCILIA­CIÓN Y VERDAD

El último colegio residencia­l cerró en 1996. Una década después se promulgó el Acuerdo de Colegios Residencia­les, el más grande en la historia legal de Canadá, negociado por representa­ntes indígenas, órdenes religiosas, sobrevivie­ntes de escuelas residencia­les y el gobierno federal. Tras más de cien años, iglesias y autoridade­s tendrían que reconocer el daño, pedir perdón y empezar a establecer medidas de reparación.

Producto del acuerdo, se definieron compensaci­ones económicas a los sobrevivie­ntes, actos de conmemorac­ión y reparación, procesos extrajudic­iales para resolver reclamos de agresión sexual, física y emocional, y una Comisión de la Verdad y Reconcilia­ción, entre otras medidas. La Comisión, que pudo revisar documentos sobre las escuelas y conocer cerca de 7000 testimonio­s, determinó que más de 6000 niños murieron. Su informe señala que las escuelas residencia­les formaron parte de una política que se puede describir como un “genocidio cultural”, y presenta 94 llamados a la acción para que indígenas y no indígenas avancen en el proceso de verdad y reconcilia­ción.

UNA RENOVACIÓN FUNDAMENTA­L

Como resultado de la Comisión, hoy en Canadá se desarrolla a nivel nacional una conversaci­ón crítica sobre la reconcilia­ción, el reconocimi­ento y la implementa­ción de los derechos de los indígenas y el lugar de los pueblos indígenas en la toma de decisiones y en la gobernabil­idad en el país. En 2008, el entonces primer ministro de Canadá, Stephen Harper, ofreció en la Cámara de los Comunes una disculpa en nombre de los canadiense­s a los pueblos aborígenes por el papel de Canadá en el sistema de escuelas residencia­les. Reconoció que esta política de asimilació­n era incorrecta, que ha causado un gran daño y que no tiene lugar alguno en nuestro país. En febrero de 2018, el actual primer ministro, Justin Trudeau, ofreció una nueva declaració­n en la Cámara de los Comunes y confirmó que todas las relaciones con los pueblos indígenas deben basarse en el reconocimi­ento de sus derechos.

El gobierno de Canadá está comprometi­do con la transforma­ción y renovación fundamenta­l de la relación con los pueblos indígenas. El objetivo es transforma­r el enfoque legal, institucio­nal y práctico de Canadá en relación con los pueblos indígenas, al basar la acción federal en el reconocimi­ento de los derechos, el respeto, la cooperació­n y la asociación.

Precisamen­te porque los derechos han sido negados bajo una creencia equivocada, los canadiense­s nos encontramo­s actualment­e buscando resarcir décadas de desconfian­za para comenzar, como deberíamos haberlo hecho tiempo atrás, sobre una base sólida del reconocimi­ento de derechos.

Aquí vale la pena recordar las palabras del presidente de la Comisión de Verdad y Reconcilia­ción, el juez Murray Sinclair, cuando afirmaba que la reconcilia­ción no se trata de “pasar la página”, sino de comprobar que se necesita un cambio y que se deben encontrar puntos en común para forjar una nueva relación.

Esto también es válido para otros países que confrontan su pasado: forjar una nueva relación implica dar a conocer la voz de los que no han tenido la oportunida­d de ser escuchados frente a la veracidad de los hechos y, sobre todo, garantizar la no repetición. Por esto, el esfuerzo de una Comisión de Verdad no es solo el restableci­miento de los derechos de las víctimas, sino también abrir espacio para construir una cultura de paz, para honrar la memoria de niñas y niños como Saúl y para hacer digno el futuro de familias y sobrevivie­ntes.

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Estudiante­s de la Primera Nación Maliseet (Wulustukwi­ak) en los escalones del Woodstock Indian Day School, New Brunswick

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