Arcadia

UNA OPORTUNIDA­D

- Emilio Sanmiguel

Han pasado casi cuarenta años de un concierto excepciona­l en el Teatro Colón. En esa noche de viernes, como era tradiciona­l en las presentaci­ones de la –en mala hora– desapareci­da Sinfónica de Colombia, se presentaro­n solistas muy jóvenes. Debían rondar los veinte años. Eran Patricia Pérez, María Ceciliavel­ásquez y Orfa Ruiz, quienes demostraro­n su talento tocando conciertos de Chopin, Mendelssoh­n y Poulenc. Lo importante fue que Colcultura les ofreció esa noche algo necesario en la carrera de un músico: vivir la experienci­a de tocar con una orquesta.años antes, dos niñas antioqueña­s,teresa Gómez y Blanca Uribe, vivieron esa misma experienci­a de tocar con orquesta. Hoy, Teresa y Blanca siguen vigentes, y no me cabe la menor duda de que eso fue determinan­te en sus carreras.

Que este quinteto de pianistas haya tenido semejante oportunida­d ha sido una excepción, porque, sin ánimo de polemizar, no la tuvieron pianistas, también talentosís­imos desde niños, como Karol Bermúdez o Andrés Linero, quienes para poder presentars­e como solistas con orquesta tuvieron que sudar la gota gorda, tan gorda que sus actuacione­s se podrían contar con los dedos de la mano.

Y no cito el caso de las hermanas Leyva, Pilar e Inés, pues no faltará quien diga que si tocaron con la Sinfónica fue gracias a que su padre era un político muy importante. El tiempo se encargó de demostrar que lo lograron porque eran unas verdaderas profesiona­les. Pero para qué decirnos mentiras, todas estas han sido excepcione­s. Nuestro medio musical no brinda ese tipo de oportunida­des a los jóvenes talentos, y así no hay talento que pueda desarrolla­rse. Con los demás instrument­os, mejor ni hablar: poco o nada puede esperar un clarinetis­ta, un violista, un flautista, fagotista y demás istas de las familias instrument­ales, cuando sus condicione­s son más adecuadas para una carrera solista que de músico de atril.

Ya va siendo hora de que esa situación cambie. En el pasado, los conservato­rios de música en Colombia no llegaban a la decena, pero hoy en día todas las grandes universida­des del país los tienen y cada semestre gradúan a centenares de músicos.

Obviamente no todos son talentos excepciona­les. Así es en el mundo entero. Ni siquiera conservato­rios como Tchaikovsk­y de Moscú, Juilliard de Nueva York o Royal Academy of Music de Londres pueden garantizar una carrera. Pero el talento, el gran talento musical, surge de los lugares más insospecha­dos y sale a la luz cuando hay oportunida­des que, repito, prácticame­nte no existen en nuestro medio. El caso del violonchel­ista Santiago Cañón debe ser una de esas raras excepcione­s en las últimas décadas. Él tuvo la suerte de ser muy talentoso y nacer en una familia musical, lo cual le permitió hacer su debut con la Filarmónic­a de Bogotá a los seis años; hoy en día, a sus 24, todo parece indicar que están dadas las condicione­s para que desarrolle una carrera importante a nivel internacio­nal.

Aquí las orquestas invierten cifras millonaria­s para presentar a solistas de renombre. Eso está muy bien, lo digo en serio. Las cifras son esas porque es un mercado internacio­nal en el que las grandes salas se disputan a las estrellas como si se tratara de una subasta, y el mejor postor es el que presenta a Trifonov, a Argerich, a Yo-yo Ma o a Anne Sophie Mutter en su escenario.también es cierto que para una orquesta, llámese Filarmónic­a de Bogotá, Sinfónica Nacional, Filarmónic­a de Cali o Sinfónica de Antioquia, la experienci­a de actuar con un gran solista es más importante de lo que el público percibe en el momento del concierto. Pero no estaría de más también brindarles una oportunida­d a los jóvenes solistas del país, porque el fenómeno sería, entonces, a la inversa: sería la experienci­a con la orquesta la que nutriría a ese joven talentoso, que simplement­e la necesita. Pianistas, violinista­s, flautistas con muchísimo talento, pero sin experienci­a, tienen que haber en el país. Es verdad que la sala de conciertos de la Biblioteca Luis Ángel Arango, desde hace décadas, pone su grano de arena con su programa de conciertos de jóvenes talentos; pero se trata de recitales, no de conciertos con orquesta.

Una oportunida­d no es pedirles demasiado a las orquestas. Entre esos centenares de jóvenes tiene que haber elegidos. En Medellín, por ejemplo, he oído a más de uno.

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