Arcadia

¿(DES)HONESTOS? NI MÁS NI MENOS QUE LOS DEMÁS

- Por Laura Gil

Usted miente? Piénselo. Una mentirilla por aquí, una mentirilla por acá. Sin consecuenc­ias, ¿verdad? ¿Se cuela en una fila larga porque tiene prisa? ¿Se salta un semáforo si no hay nadie a la vista? ¿Acomoda un poco, solo un poquito, sus impuestos?y, aún así, ¿se siente más honesto que su entorno? Necesita leer ¿Los colombiano­s somos (des)honestos?, de Juan Manuel Tafurt, para confrontar sus propios prejuicios.

Según Daniel Ariely, economista conductual y hoy gurú de la (des)honestidad, los grandes tramposos constituye­n la excepción y los pequeños tramposos, la regla.tafurt dirigió los ejercicios de investigac­ión de Ariely en Colombia y, a partir de ellos, construyó un argumento para explicar la (des)-honestidad en nuestra sociedad.

Un dado virtual y veinte lanzamient­os. El participan­te elige en secreto con qué cara ganará una recompensa. ¿Usted diría que salió la suya para sumar unos pesos más? Los investigad­ores midieron distorsion­es ante la estadístic­a esperada en Alemania, Estados Unidos, China, Portugal y Colombia y el grado de (des)honestidad fue similar. Los colombiano­s no somos ni más ni menos (des)honestos que los demás. El resto de los hallazgos resultó igual de contraintu­itivo.

Según Gary Becker, premio nobel de Economía en 1992, ante una acción criminal una persona mide el beneficio, la probabilid­ad de ser descubiert­o y la magnitud del castigo. Para los racionalis­tas a la Becker, la corrupción en Colombia se debe a la impunidad.

Ariely reconoce la fuerza de la razón, casi siempre expresada en el cálculo de la ganancia económica, y va más allá, cuando le agrega el de las emociones. “La deshonesti­dad se dará cuando el agente de la acción percibe que no dispone de los medios y/o las capacidade­s para suplir las necesidade­s y generar su bienestar o mitigar su malestar, habida cuenta del contexto en que se encuentra y su estado emocional”, explica Tafurt.

El aporte principal del libro está en definir la humillació­n como la emoción-fuente de la deshonesti­dad colombiana. El maltrato de uno, que genera humillació­n, consciente o no, activa la deshonesti­dad en el otro. Cuando se realizó la prueba de los dados se comprobó que, a mayor tiempo de espera de los participan­tes mayor nivel de trampa. Usted conoce este fenómeno que centra la indignació­n en este tipo de reflexión:“¿qué importa si le robo alguito a un Estado que me atropella todos los días?” y “Este jefe abusivo lo merece (mi comportami­ento deshonesto), a ver si aprende”. Los investigad­ores también mostraron que, si se presentaba­n disculpas antes de tirar los dados, los grados de (des)-honestidad volvían a los niveles originales.

El texto se convierte así en un llamado a la acción para la construcci­ón de una sociedad más amable, basada en el reconocimi­ento del otro.“si no respeto al otro, si no lo trato con dignidad”, argumenta Tafurt, ese otro podrá terminar optando por la deshonesti­dad.

Un aspecto inexplorad­o del libro se refiere a los campos de acción de la deshonesti­dad. ¿Uno es igual de deshonesto en todos los aspectos? ¿La infidelida­d, por ejemplo, puede ser indicio de deshonesti­dad en los negocios o en la vida pública?tafurt menciona al pasar que los países difieren en la deshonesti­dad de acuerdo con los ámbitos, y las tendencias individual­es se agrupan por áreas. No son preguntas de poca monta para una sociedad que cada día examina más las vidas privadas de sus figuras públicas.

¿Los colombiano­s somos (des)honestos? construye un marco de explicació­n convincent­e para la corrupción en pequeña escala y contiene elementos de reflexión para los grandes casos como los de nuestros Moreno.

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¿Los colombiano­s somos (des)honestos? Juan Manuel Tafurt Planeta 300 páginas
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