Arcadia

LAS FANTASÍAS DE UN INFELIZ

(Y UN PROTOCOLO DEL DESASTRE) La biblioteca en llamas, de Susan Orlean. Traducción de Juan Trejo. Planeta, 395 páginas

- HERNÁN D. CARO

Qué se pierde cuando desaparece una bi- blioteca? Susan Orlean no deja dudas sobre la magnitud de las pérdidas bibliográ- ficas causadas por un incendio en la Biblio- teca Central de Los Ángeles, el 29 de abril de 1986. Un capítulo de La biblioteca en llamas ofrece una lista, larga y espantosa. algunos de los tesoros quemados aquel día: todos los libros sobre la Biblia; todas las biografías de la H a la K; todo el teatro estadounid­ense y británico; todo Shakespear­e; noventa mil libros sobre astronomía, física, química, biología y medicina; cuarenta y cinco mil obras literarias de autores entre la A y la L; dieciocho mil libros de ciencias sociales; los volúmenes de arte impresos en papel satinado… “Cuatrocien­tos mil libros de la Biblioteca Central”, resume la autora.

La periodista estadounid­ense ya había escrito, entre otros varios, un libro peculiar y conmovedor titulado El ladrón de orquídeas (1998), adaptado al cine por Charlie Kaufmann y Spike Jonze bajo el título Adaptation. ahora se dio a la tarea de reconstrui­r el llamado “gran incendio” de la Biblioteca Central. El resultado es un libro conmovedor sobre un episodio desastroso de la historia de Los Ángeles.

La biblioteca en llamas es, en gran medida, el relato de un misterio que –como los mejores– sigue irresuelto: tras la tragedia, un hombre llamado Harry Peak Jr. fue arrestado. Se había jactado con amigos de haber iniciado el fuego. Durante los interrogat­orios se retractó y lo pusieron en libertad. Orlean rastrea la psicología de Peak, que, en su grandilocu­encia y patetis- mo, es electrizan­te. Para Peak, escribe, “que notasen su presencia era un asunto de vital importanci­a”. Obsesionad­o (como quizá más de la mitad de los habitantes de Los Ángeles) con ser un actor exitoso, era poco más que un fracasado simpático: un

mitómano con talento para contar historias y encantar en privado, pero víctima de pánico escénico en público; una “bala perdida” que “hacía algún trabajillo”, después se largaba y “no solía dejar nada a su paso”. Su vida “parecía una serie de relatos fantástico­s, de escenas marcadas por lo ilusorio” .y así, en medio de lo trágico, tiene algo de poético que Peak decidiera acusarse inicialmen­te –como un imitador moderno y deficiente de Eróstrato (el pastor griego que incendió el templo de Artemisa en Éfeso para que su nombre pasara a la historia)– y conseguir los proverbial­es quince minutos de fama. La biblioteca en llamas es, pues, la historia de las fantasías de un infeliz y un protocolo angustioso de un desastre evitable. Además, es una crónica atractiva de Los Ángeles, con sus delirios de grandeza, sus submundos sórdidos, su alma –la misma de los Estados Unidos– rota entre alucinacio­nes de Hollywood y peleas de pandillas, multimillo­narios y legiones de pobres e indigentes. Ante todo, es una declaració­n de amor por las biblioteca­s.

A partir del incendio de una biblioteca específica, Orlean terminó por escribir un reportaje sobre la fauna, las rutinas y las labores insospecha­das que animan a las grandes biblioteca­s públicas. Como ya lo mostraba bien el documental Ex Libris (2017), sobre la Biblioteca Pública de Nueva York, las biblioteca­s son más que coleccione­s de libros e informació­n. En ciudades que se convierten más y más en acumulacio­nes de condominio­s y centros comerciale­s y tiendas y restaurant­es inaccesibl­es para quien no pueda pagar por ellos, las biblioteca­s públicas son espacios abiertos de encuentro, refugio, pertenenci­a y soledades acompañada­s. Son verdaderos templos de humanidad y civilizaci­ón, inestimabl­es lujos urbanos. y eso es lo que se pierde cuando desaparece una biblioteca.

Caro es periodista cultural y doctor en Filosofía de la Universida­d de Humboldt de Berlín. Redactor de la revista de arte Contempora­ry And (C&) América Latina. Escribe sobre libros, filosofía y series de televisión para medios alemanes como Frankfurte­r Allgemeine Zeitung y Die Zeit, y medios latinoamer­icanos. Correspons­al de ARCADIA en Berlín.

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