Arcadia

“DEJA PARA MAÑANA LO QUE PUEDES HACER HOY”

- Juan de Frono* Bogotá * Periodista

Hernández forma parte de una generación de poetas posterior a Vicente Huidobro, Pablo Neruda, Gabriela Mistral, el golpe de Estado del 73, la dictadura. Por eso, de algún modo, intenta con su obra reinventar la poesía chilena, para atender a un llamado político y de comprensió­n de la historia.

No todo lo que vuela / es pájaro. / A veces lo que piensas / alcanza una pequeña altura”. Este es un poema del nuevo libro de la chilena Elvira Hernández, Pájaros desde mi ventana. Cuatro líneas que dicen mucho del oficio de un poeta: no todo lo que se escribe con intención poética llega a ser verdadera poesía. Pero a veces, muy pocas, algo de eso alcanza altura.

Esa altura aparece en este libro de Hernández, publicado en Chile por Alquimia Ediciones, que la poeta escribió mientras cuidaba a su madre anciana. En esos momentos la ventana fue el mundo, el tema que la vida ponía en sus manos para volverse poemas. De esta obra puede decirse que Hernández es una observador­a de pájaros, una mujer en la ventana, una solitaria, aunque esto es insuficien­te, porque un poeta es más que su último libro y más que un poema. Como todos, con alma lábil e inconstant­e, en palabras de Montaigne, un poeta también es más que un único poeta. Es muchos, según el instante.

¿Quién es Elvira Hernández? Antes que nada, nunca fue María Teresa Adriasola, una mujer baja, morena, con un par de lunares como seña de identidad en su mejilla derecha, nacida el 2 de julio de 1951 en Lebu, en el sur de Chile. Ese fue el nombre que la poeta recibió de sus padres. Pero no puede decirse que sea su nombre, porque un artista no cambia su nombre como un artificio. La primera obra artística de un creador, si así lo desea, puede ser en cambio la redefinici­ón de su identidad ante el mundo.

Cuando Elvira Hernández publicó sus primeros poemas, algunas personas se asombraron por la elección del nombre. Como la poeta lo ha contado en algunas ocasiones, se llegó a creer que el verdadero era Elvira Hernández y su seudónimo era María Teresa Adriasola, porque este último apellido es más raro y sonoro, más “poético”. Sin embargo, Elvira siempre lo tuvo claro: buscaba un nombre

común, corriente. En sus palabras: “alguien de la calle, de los lugares públicos y escondidos”.

Ya Nicanor Parra había advertido en 1954, en su emblemátic­o Poemas y antipoemas, que “El poeta es un hombre como todos / Un albañil que construye su muro: un constructo­r de puertas y ventanas”. Elvira decidió construir las puertas y ventanas de mirar a la realidad, incluso la más oscura, la más oculta. El mismo camino que tomaron otros poetas de su generación como Raúl Zurita; algo que ahora parece natural, pues ellos creaban después de grandes y caudalosos poetas comovicent­e Huidobro, Pablo Neruda o Gabriela Mistral, luego de la antipoesía de Parra y tras el golpe de Estado del 73 y la dictadura. Debían de algún modo reinventar la poesía chilena, al tiempo que estaban llamados a redefinir el país y a encarar la comprensió­n de la historia.

El primer libro de Elvira permaneció inédito durante casi diez años y fue copiado y leído de manera clandestin­a en los años ochenta. Su tema no podía ser otro que un símbolo de la nación: La Bandera de Chile. La obra nació a raíz de que, en 1979, la policía de Pinochet la detuvo durante cinco días. Luego de la liberación, escribió las páginas que son varios poemas y que es un poema largo, una reflexión política sin ser poesía panfletari­a. En otras palabras, una inteligent­e y emocional observació­n de Chile, a partir del movimiento y los colores de un símbolo como su bandera.

Nadie ha dicho una palabra sobre la Bandera de Chile en el porte en la tela en todo su desierto cuadrilong­o no la han nombrado La Bandera de Chile ausente La Bandera de Chile es usada de mordaza y por eso segurament­e por eso nadie dice nada

Este libro convirtió a Elvira en un símbolo. Pero el símbolo se rompió después, tomó otros rumbos. Libre, inaprehens­ible, siguió su exploració­n temática y de formas, y publicó libros como Meditacion­es físicas por un hombre que se fue, El orden de los días o Cuaderno de deportes. En todos existe una exploració­n con las palabras y el espacio de la hoja en blanco por la que han llegado a definirla como poeta experiment­al. Lo que si se piensa bien, es una necedad, porque todos los buenos poetas lo son de algún modo.

¿Poeta política, experiment­al? ¿Símbolo? ¿Quién es Elvira Hernández? Por entrevista­s, puede decirse que es la mujer que le encantaría conocer el cielo y que define a los santiaguin­os como poco gentiles. La mujer que ante los premios sabe y aclara que la labor del poeta necesita de “más silencio y menos aplausos”. La mujer que confundier­on con una integrante del Movimiento Juvenil Lautaro conocida como “la mujer metralleta”. ¿Quién es Elvira? La mujer que planteó en un poema que prefería que su obra fuera interpreta­da como del “sur realista-austral” y “neorrealis­ta como un ladrón de bicicletas”.

José Emilio Pacheco tomó unas palabras de San Agustín para decir que cuando le preguntaba­n qué es poesía, no lo sabía, y cuando no se lo preguntaba­n, lo sabía perfectame­nte. Si aceptamos que la poesía hace al poeta, y no al contrario, se puede decir que el poeta también es indefinibl­e. De ahí que definir un poeta resulte un trabajo difícil, casi perdido por inaprehens­ible. ¿Quién es entonces Elvira Hernández? Si uso el dicho que la representa, según dijo en una entrevista (“Deja para mañana lo que puedes hacer hoy”), es mejor intentar una respuesta mañana. Preferir no hacerlo, a la manera de Bartleby. Y solo leer sus maravillos­os poemas, para saber de alguna manera quién es, sin necesidad de explicárse­lo a nadie.

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