Arcadia

El silencio de la Javeriana

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EL PASADO 28 DE MAYO, la Universida­d Javeriana dio por terminado, sin justa causa, el contrato laboral de la filósofa argentina Luciana Cadahia. Su intempesti­va desvincula­ción como docente e investigad­ora de la Facultad de Filosofía dejó a la comunidad académica con la boca abierta. La ausencia de explicacio­nes por parte de las directivas desató, en los días siguientes a su retiro, una avalancha de cartas abiertas y comunicado­s de apoyo de sus estudiante­s, colegas e intelectua­les de todo el mundo (entre ellas, figuras como Judith Butler, Chantal Mouffe y Wendy Brown) que expresaban su sorpresa por la inopinada decisión y exaltaban su prolífica y rigurosa labor como profesora, académica y pensadora pública.

Aunque las institucio­nes educativas, más aún si son privadas, tienen la libertad de manejar su planta a su discreción y la problemática figura del “despido sin justa causa” es pan de cada día, el silencio institucio­nal frente al caso ha dado paso a especulaci­ones graves sobre las posibles razones de su despido. Son tres las teorías que se han repetido: que se trataría de una “persecució­n y censura contra el pensamient­o crítico” por su influencia pública como intelectua­l, que tendría que ver con cuestiones de género o que, como afirmó Cadahia en El Espectador,“le pasaron factura” por sus posiciones políticas.

A pesar de que estas conjeturas siguen siendo rumores, pues las instancias que tomaron la decisión no han aclarado las razones reales de su salida, esa misma reserva solo ha hecho que las preguntas sigan sedimentándose. La solución es lo mismo que hubiera evitado, en primer lugar, las especulaci­ones: explicacio­nes claras a Cadahia por parte de la universida­d y transparen­cia con los estudiante­s y académicos que siguen exigiendo conocer los motivos de su despido. Eso porque, como anotan sus propios colegas,“lo legal no siempre coincide con lo moralmente correcto”.

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