Arcadia

Carmen Inés Vásquez: un año en el Ministerio de Cultura

Hablamos con la ministra Carmen Inés Vásquez sobre el enfoque que le ha dado a la cartera de Cultura, su visión de la economía naranja y su proyecto de un Bicentenar­io que haga visibles otras voces.

- Felipe Sánchez Villarreal Sánchez es profesiona­l en Estudios Literarios y editor digital de ARCADIA.

Cuando a usted la nombraron ministra, la hija de Petronio Álvarez, Juana Francisca Álvarez, dijo que confiaba en usted porque seguía siendo “una niña de puerto”. ¿Ha definido su arraigo a Buenaventu­ra su ruta de gobierno?

Sí. Yo puedo estar en cualquier lugar, pero Buenaventu­ra siempre está en mi corazón y en mi mente. Eso tiene que ver con la forma en que fui criada: con arraigo al territorio y a la cultura. Cuando estaba pequeña, en Buenaventu­ra había dos teatros y, porque no había muchas cosas que hacer, para mí era una emoción ir a cine los domingos o verme una de las películas de Bruce Lee, las únicas que circulaban por mi barrio. También me acuerdo de que me afectaba mucho cuando cerraban los teatros. De ahí viene quizá que yo valore tanto el cine que se produce en la comunidad y su capacidad de hacer que la gente se involucre, que cuente sus historias.

Cuando estuvo en el Ministerio del Interior, usted mantuvo un diálogo con líderes territoria­les. ¿Cómo ha incorporad­o esa experienci­a al sector cultural?

El enfoque territoria­l ha tenido un rol principal en mi gestión, no solo por mi experienci­a en el Ministerio del Interior, sino también porque soy una mujer de territorio. Encontré un equipo interesado en las regiones, y eso hizo fácil concentrar­nos en ese enfoque para estos cuatro años: cultura y territorio. Hay que reconocer que tenemos un país multicultu­ral y pluriétnic­o, inmensamen­te rico en cultura, diverso en cada una de sus regiones. Mi interés es llegar a los territorio­s, reconocer sus particular­idades y realidades, y construir junto con la ciudadanía. Quiero que surja un diálogo muy franco con las comunidade­s, con los gestores y los actores. Y eso es lo que hemos hecho este año: acercarnos a las comunidade­s y leer los territorio­s con ellas.

¿Cómo se ha dado ese diálogo y cuáles son las necesidade­s más urgentes que le han manifestad­o los gestores culturales en las regiones?

Hemos logrado reunirnos con más de veintidós mil personas en el país, incluidos los representa­ntes de las institucio­nes culturales y de los consejos de cultura. Ese diálogo nos sirvió de insumo para el Plan Nacional de Desarrollo (pnd) y nos permitió trazar dos grandes líneas. Una tiene que ver con nuestro objetivo de generar condicione­s para garantizar el acceso a la cultura en los territorio­s, porque la cultura es un derecho. La segunda consiste en salvaguard­ar nuestro patrimonio cultural, material e inmaterial. Con los gestores culturales también hemos conversado sobre la necesidad de que la cultura y la creativida­d se conviertan en herramient­as para cerrar brechas sociales y en bienes y servicios que desarrolle­n procesos sostenible­s para las comunidade­s. Estoy convencida de que con la economía naranja estamos condenados al éxito.

Muchos de esos procesos se han dado por liderazgos de gestores culturales e iniciativa­s comunitari­as privadas en los territorio­s. ¿Cómo entra el Estado a dialogar allí?

Ese diálogo ya se está dando. El Consejo Nacional de Economía Naranja integra siete ministerio­s y otras entidades que nos retroalime­ntan permanente­mente. Por ejemplo, la idea es que el Dane nos pueda ir mostrando qué está pasando con los emprendedo­res en los territorio­s: en qué nivel de emprendimi­ento están, cuál es su vocación, qué están haciendo, para, así mismo, decidir cuál es el apoyo y acompañami­ento que requieren.

Algunos han dudado de la efectivida­d de ese acompañami­ento estatal. Sonó mucho un comentario de la líder Francia Márquez, cuando a usted la nombraron ministra, en el que ella cuestionab­a su manera de proceder, desde el Ministerio del Interior, con la marcha de mujeres negras del Cauca. Es importante recordar que ahora, en nuestros acercamien­tos a los territorio­s, siempre vamos acompañado­s de los Planes Especiales de Salvaguard­ia, que las mismas comunidade­s construyen; además ellas mismas nos ayudan a hacerles seguimient­o. Más allá de lo que dijo, yo le tengo todo el reconocimi­ento a Francia por su trabajo y la labor que hace por las comunidade­s. De hecho, la acompañé cuando ganó el premio como líder defensora ambiental. Fue algo muy merecido y lo celebré mucho. Y, al igual que el gobierno, manifesté mi preocupaci­ón y rechazo cuando hace poco sufrió un atentado. Ella es una líder que hay que reconocer y me siento muy orgullosa de ella.

Este año hubo un episodio muy sonado: el fuerte discurso de Rubén Mendoza en la inauguraci­ón del Ficci. ¿Cómo recibió las críticas? La crítica es importante porque nos ayuda a construir, y así la recibimos. Pero pienso que el diálogo debe ser otro; hay otras maneras de expresarse. Nuestra respuesta es llegar a los territorio­s, dialogar con la gente y contar en qué estamos. Vamos a seguir reuniéndon­os con el Consejo Nacional de Cultura, comunicand­o con las herramient­as que tenemos, como nuestra página web, que está cargada de informació­n de estímulos, concertaci­ón, economía naranja.

Uno de los desafíos del gobierno, y del Ministerio de Cultura, ha sido precisamen­te ese: la comunicaci­ón con los ciudadanos. ¿Ha habido dificultad­es para contarle a la gente lo que están haciendo?

Justo por esa razón yo estoy dos días a la semana en el territorio, y lo que hemos escuchado es que sigue habiendo muchas expectativ­as. Todavía falta bastante para satisfacer­las, no podemos decir que no. Pero también hemos visto a la gente agradecida por el simple hecho de que por lo menos llegamos hasta allá. Hace unos meses, cuando estuve en Santa María la Antigua del Darién, me dijeron que era la primera vez que recibían a una ministra, y así me ha pasado en muchos municipios. Además estuvimos en el Catatumbo. Otra cosa que la gente del sector reconoce es lo que logramos aprobar en el

pnd. Este primer año hemos trabajado muy duro para crear herramient­as y condicione­s que generen acceso a la cultura, y herramient­as para que la economía naranja salga adelante.

En el sector muchas personas aún no entienden a qué se refiere exactament­e el gobierno con “economía naranja”. Si tuviera que ponerlo en pocas palabras, para ciudadanos y gestores en las regiones, ¿qué les diría?

Una definición es que la economía naranja es una política sincera que tiene como objetivo poner a la cultura, la creativida­d, el patrimonio material e inmaterial y la diversidad de la expresión simbólica en el centro de la agenda social y económica de nuestro país. El Festival de Música del Pacífico Petronio Álvarez es un muy buen ejemplo.

¿Por qué?

En los territorio­s ha sido más fácil dar una explicació­n. Pero cuando uno pone ejemplos como el Petronio, que representa con tanta claridad lo que buscamos, la gente dice: “Ah, yo hace rato estoy haciendo economía naranja”. En el

territorio hay arraigo, pero también gente que emprende: en gastronomí­a, en la elaboració­n de bebidas tradiciona­les, en diseño de moda afro, en artesanías. Digo que el Petronio es un buen ejemplo porque muestra que es posible preservar, conservar tradicione­s, y al mismo tiempo permitir que esas tradicione­s se conviertan en industrias creativas y culturales que generen empleo e ingresos y, además, mejoren la calidad de vida de las personas. La Alcaldía de Cali invierte alrededor de cuatro mil millones de pesos en el Petronio, y en los días que se desarrolla el festival se generan casi cincuenta mil millones. Eso es economía naranja.

¿Qué les dice, sin embargo, a quienes todavía cuestionan que se vea a la cultura desde un enfoque comercial? ¿Podría ese enfoque llegar a desplazar al Programa Nacional de Estímulos o a limitar el apoyo solo a emprendimi­entos como Rappi?

Justo eso no es economía naranja. No es, como se ha querido dejar en el aire, una política para las grandes plataforma­s, para los ricos y las empresas rentables. Tampoco es una política que pretenda invisibili­zar la riqueza de nuestra vida cultural, ni los grupos étnicos y sus manifestac­iones culturales. Esta estrategia busca lo contrario: responder a un anhelo del sector cultural de hace muchísimos años. No vamos a cerrar ningún programa de estímulos, ni el de concertaci­ón. Al contrario, este año los fortalecim­os. En el primer semestre, el Programa Nacional de Estímulos se incrementó en un 67 % y entregó más de veintitrés mil millones de pesos, que son más recursos que el año anterior. A esto se suma que las líneas de trabajo ahora tienen ese enfoque territoria­l y poblaciona­l que queremos. El Programa Nacional de Concertaci­ón Cultural, que acaba de abrirse y va a hasta el 26 de septiembre, ofrece sesenta mil millones de pesos, en unas líneas que le apuntan a nuestro enfoque territoria­l. Queremos que los recursos se queden en los territorio­s.

Su año al frente del ministerio coincide con la conmemorac­ión del bicentenar­io y con la reflexión de que hemos sido incapaces de integrar a los diversos procesos comunitari­os en nuestro relato de nación y, por ende, en nuestra identidad. ¿Tienen algún plan desde el ministerio para pluralizar ese relato?

De la conmemorac­ión del bicentenar­io a mí me emociona, por un lado, tener la oportunida­d de recordar lo que hicieron nuestros próceres por fundar una república. Por otro lado, es un momento importante para visibiliza­r la participac­ión de la mujer, de las comunidade­s indígenas, de los afros en nuestro proceso histórico. Acabamos de llevar una escultura de Matilde Anaray a Socha, Boyacá. Esta niña, en un gesto de solidarida­d que debemos recordar todos, donó sus ropas al ejército que, bajando del páramo de Pisba, venía sediento, hambriento y casi desnudo. El resto de la población imitó el gesto. Esos son los procesos que queremos hacer visibles.

Uno de los resultados de esa relación entre poder de unos e invisibili­zación de otros ha sido una historia colombiana de hombres blancos. Como una ministra arraigada a su herencia afro y, además, mujer, ¿le ha costado ser una mujer negra en espacios de gobierno?

No ha sido fácil, pero cada tropiezo me ha hecho más fuerte. Los que venimos adelante tenemos que abrir el camino para los que vienen atrás. He tratado de olvidar los tropiezos. Recordarlo­s sería darles demasiada importanci­a. Pasó, lo superé, aprendí y sigo adelante. Y eso que me siguen pasando; aún aquí, estando en un espacio que llaman “de poder”, me siguen pasando cosas. Pero sigo firme.

Ahora que cumple un año en el cargo, ¿qué espera haber logrado cuando acabe su gestión?

Que Colombia sea un referente en materia de emprendimi­ento, industrias creativas y culturales, y que la cultura se convierta en la esencia de nuestro país, que se transforma desde los territorio­s.

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