Mil palabras por una imagen
Antonio Caballero
Estos de la fotografía son osos blancos. No lo parecen. Blancos no son, sino de un sucio gris parduzco. Ni siquiera parecen osos. Osos polares: esos imponentes animales feroces que se yerguen y rugen en los hielos perpetuos del círculo ártico, tan blancos como ellos. Parecen mansas ovejas de rebaño, pastando.
Pero pastando en un basural, y no en una pradera. Un basural espeso que se extiende hasta donde alcanza la vista en la fotografía, hasta el mar oscuro y gris, rayado de espuma; hasta el cielo cargado, entre amarillo y azul. Basura, basura, basura de colores chillones de plástico: rojo, amarillo, verde, naranja. ¿Es esa la llamada “economía naranja” con que nos amenazan? Y que amenaza a estos hambrientos osos polares que estiran el cuello para hundir el hocico en busca de las posibles sustancias alimenticias que contenga la porquería –cajas de madera y de cartón, latas aplastadas, botellas de plástico, mangueras verdes de caucho como culebras de jardín, una llanta, un bidón de gasolina, un pedazo de cama de barrotes de hierro: los pecios asombrosos que arrastra el mar–, en vez de cazar sabrosas y nutritivas focas. Ellas también, pobres, en vez de atrapar peces pescan indigeribles bolsas de plástico flotantes, que toman por medusas.
Hay varias cajas de madera casi intactas, como esas que se ven en los mercados callejeros para empacar tomates o naranjas. ¿Tomates y naranjas en el árido archipiélago de Nueva Zembla, tan cerca del Polo Norte, que hasta ayer no más quedaba tan lejos y era tan inaccesible en buque rompehielos o en trineo de perros? Ahora está a la vuelta de
la esquina: tan cercano que hasta allá llegan nuestros desperdicios antes que los osos polares y los fotógrafos de las agencias de prensa –en este caso Alexander Grir, de AFP–.
Este espectáculo grotesco de un rebaño de mansos osos polares escarbando en la basura para comer cáscaras de naranja o tomates podridos, o directamente el plástico de sus envoltorios, es una de las muchas manifestaciones del cambio climático, junto con las oleadas extremas de calor y de frío, con el agravamiento de los tifones y de los huracanes, con las inundaciones de los ríos y el derretimiento de los glaciares y el avance de los desiertos. Un cambio climático que todos percibimos, hasta en las fotografías de las agencias de prensa, pero que todavía muchos niegan por interés a corto plazo o por ceguera, que son la misma cosa.
En eso parecen estar reflexionando los tres osos llegados de últimos al banquete, viendo que ya los otros se han quedado con los bocados más apetitosos. Esos tres del fondo son los únicos que levantan la cabeza con ojos redondos de sorpresa, en especial el del centro de la imagen, que contempla la humillante derrota de sus hermanos y se dice sin duda: “Hasta aquí hemos llegado”.
Porque el próximo paso será la extinción de los osos polares.y de los seres humanos.