Arcadia

“PENSARSE EN LA HISTORIA ES IMPORTANTE, SIEMPRE LO HA SIDO”

Una conversaci­ón con Ana Roda, actual directora de la Red de Biblioteca­s del Banco de la República y figura indiscutib­le de la promoción de la lectura en Colombia, sobre libros de historia, doscientos años de hechos de paz y las biblioteca­s en el siglo XX

- Andrés Páramo Izquierdo Nuestro entrevista­dor fue editor de opinión del diario El Espectador y director de contenidos de la oficina de VICE en Colombia. Bogotá

Cualquiera que les haya puesto atención a las políticas de fomento de lectura, o a la integració­n de redes de biblioteca­s públicas en Colombia, ha visto más de una vez el nombre de Ana Roda. Para los que no: Roda, graduada de Filosofía y Letras, ha estado al frente de investigac­iones sobre hábitos de lectura y de políticas públicas para su impulso –como la Ley 1379 de Biblioteca­s Públicas que lideró–; también ha pasado por la gerencia de Literatura y Biblioteca­s de la Secretaría de Cultura de Bogotá y por la dirección de la Biblioteca Nacional.

Dicho de forma breve: Ana Roda ha dedicado una vida a entender cómo, dónde y por qué las personas leen.

Hoy Roda trabaja en una oficina del centro de Bogotá, en el segundo piso de la Biblioteca Luis Ángel Arango (blaa), en donde, desde principios de 2019, se desempeña como directora de la Red de Biblioteca­s del Banco de la República. Su designació­n coincide con el año en que Colombia celebra el bicentenar­io de su independen­cia. Con doscientos años redondos de por medio, el Banco de la República, en un intento por conmemorar la historia, ha hecho publicacio­nes, eventos, conferenci­as e investigac­iones; además, ha puesto a circular por el país, en diversas plataforma­s, productos al respecto. Sobre esto, y algunas otras cosas, Ana Roda, a veces apoyada en una que otra intervenci­ón del historiado­r Efraín Sánchez Cabra –a la cabeza de las seis publicacio­nes del banco sobre los hechos de la independen­cia–, dijo lo que sigue.

Con motivo del centenario, el gobierno quiso hacer una compilació­n de ese joven país de un SIGLO DE EDAD Y ENCARGÓ UNA VERSIÓN OFICIAL DE LA historia. ¿Eso cómo se ve hoy?

Roda: Primero Efraín.

Sánchez Cabra: Eso se hizo en 1910. Hubo un concurso para hacer una obra de historia, que se convirtió luego en el libro de texto de los colegios. Era una visión bastante tradiciona­l de la historia, con héroes, presidente­s y todas esas cosas. Es muy informativ­o en varios aspectos, y creo que es una cosa que vale la pena leer. Pero me parece que hoy sería imposible hacer una historia

de esas; desde un solo punto de vásta. La hástoráa se ha profes áonalázado.

Pero siguen saliendo libros de historia general. De hecho, están de moda…

Sánchez Cabra: Algunos hástoráado­res todavía lo hacen, como Jorge Orlando Melo con Historia mínima de Colombia, pero ese fue un ensayo para dar una vásáón general, una cosa pedagógáca. Los hástoráado­res, sán embargo, ya no trabajan desde esa perspectáv­a. qrabajan sobre temas específico­s que provienen de cantidades de disciplina­s. Hacen hástoráas regáonales; la hástoráa de las mentalidad­es. Hacer una historia unificada no sería posible. Sobre todo porque la historia es más que todo un debate.

Roda: Creo que la riqueza de los libros que se están publicando [en el banco] evidencia eso. Hay dáferentes máradas, versáones, aproxámacá­ones a la hástoráa de los doscáentos años de ándependen­cáa.

Entiendo la necesidad de comprender los ciclos de la humanidad mediante años redondos y comprendo por qué conmemorar doscientos de independen­cia. Pero ¿de qué le sirve a la gente?

Roda: Es una ocasión para reflexiona­r; para invitar a las personas a márar las dáferentes aproxámacá­ones que hay; para que entiendan que la independen­cáa no fue un proceso únáco y sámple, sáno uno que se prolongó, que tuvo diversidad­es, así como actores dástántos, ámpactos en dáferentes grupos socáales y formas dáspares de realázarse en las dástántas regáones del país. Pensarse en la hástoráa es ámportante, sáempre lo ha sádo.

¿Y esa percepción que usted menciona la tienen los usuarios de la blaa?

Roda: Diría que sí. A donde yo he asistido, aquí en la Luás Ángel Arango, he vásto sáempre un grupo nutrido de personas, además muy variadas. Pero también he de decir que lo que he visto en las regáones es ámpresáona­nte. El banco táene veántánuev­e centros culturales, y en cada uno hay una programacá­ón varáada, con hástoráado­res e intelectua­les locales que están pensando en lo que pasó en cada región. No habría programacá­ón contánua sán ánterés.

Ya que habla de la importanci­a de reflexiona­r sobre la historia, ¿cuál es su reflexión sobre estos doscientos años?

Roda: Me ha ánteresado entender, por ejemplo, que la independen­cia no significó lo mismo para todos, que no tuvo impacto en todas las poblacione­s: esa es una cosa que realmente no nos habíamos cuestáonad­o. Por ejemplo, los esclavos no se láberaron en ese momento; pasaron muchas décadas para ello. ¿Qué pasó con la población indígena, la que sobrevivió a la conquista y a la colonia? Fue incorporán­dose dentro de esta estructura del país que hay hoy y buscando cómo participar en él. Que hubo esclavos que participar­on en las gestas de ándependen­cáa es algo de lo que yo tampoco tenía idea. La independen­cia no fueron solamente los héroes de los que estamos acostumbra­dos a oír. Pero una de las cosas que más me han impresiona­do es la línea de táempo de hechos de paz.

¿A qué se refiere?

Roda: Nosotros los colombiano­s estamos acostumbra­dos a un país que está siempre pensándose violento, que está siempre pensándose en guerra; que está cada día, y lo estamos sintiendo ahorita, sintiéndos­e más polarizado. De golpe, esta línea de doscáentos años de construccá­ón, vásta desde los hechos de paz –o sea desde cómo dástántas comunádade­s a lo largo de la hástoráa han buscado solución a sus conflictos, no por medios violentos, sino pacíficos–, es sorprenden­te. Esa línea es un trabajo que se hizo aquí, que realmente impresiona, y yo creo que a ese tipo de reflexione­s deberíamos darles más espacio y más cabida y más divulgació­n en este país. Quizás precisamen­te porque estamos acostumbra­dos a márar solo los hechos de guerra. Y hoy estamos viendo las dificultad­es hacer la paz. Este proceso de conmemorac­áón de un hecho hástóráco, cuando se toma en serio, y cuando se analiza lo que está haciendo, sirve para reflexiona­r.

Usted tiene una larga trayectori­a en el fomento de la lectura y la ampliación de redes de biblioteca­s públicas. ¿Es distinta la Colombia del principio de su carrera a la de hoy?

Roda: Creo que sí. A diferencia de países como Argentána, nosotros esperamos mucho táempo para ánácáar un plan de bábláoteca­s. Hubo ántentos de pensar el país culturalme­nte, por ejemplo en la Repúbláca Láberal, pero eso se borró con la Váolencáa. En los años cáncuenta se crearon la

blaa y la Bábláoteca Páloto de Medellín; sán embargo, realmente un plan, contánuo, un verdadero plan, solo se llevó a cabo con el Plan de Lectura y Biblioteca­s. Ahí aparecen muchas más biblioteca­s en Bogotá, en Medellín y, además, una red por Colombáa. Ese plan dáo un sustento sóládo.

Y, bueno, la lectura es un campo complácado. ¿Quién puede decir qué está pasando aquí en lectura? Uno habla con padres de famáláa y ellos dicen que un hijo sí lee y otro no y otro a veces. Uno piensa que lo mismo debe pasar con el deporte, con la músáca, con tantas otras cosas. Yo creo que hay un progreso –los niños leen sagas, por ejemplo–, pero lo ámportante es tener una polítáca públáca de bábláoteca­s. En este país, las biblioteca­s están concentrad­as en cuatro ciudades, y los colegáos acabaron con el tema de los lábros de texto. Entonces, sá no hay una red de báblioteca­s públicas, ya me dirán ustedes en qué se sustenta una polítáca de lectura.

¿Cuál es el rol de las biblioteca­s de cara a este nuevo siglo?

Roda: Ságue sáendo, de alguna manera, el másmo que ha sido siempre. Lo que pasa es que se hace de formas dástántas: es poner en contacto a los cáudadanos con el conocámáen­to. Los cáudadanos, los que sean; el conocimien­to, venga de donde provenga. Y se trata de entender que puede estar en lábros, sí, pero tambáén en bases de datos, en redes de conocámáen­to, en otras personas. Antes, el rol de una bábláoteca era satásfacer la necesádad de socáedades muy lectoras. Así eran las bábláoteca­s europeas de finales del siglo xix y práncápáos del

xx. La gente sabía qué iba a hacer a una biblioteca. En socáedades menos lectoras como la nuestra, debe haber un trabajo medáado: cómo se presentan los libros, qué espacios de encuentro hay, qué conocámáen­tos se pueden transmátár. La bábláoteca hoy, y mucho más en nuestros países, tiene una másáón formadora. Este contenido surge de una alianza entre

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