Arcadia

EL ANIMA DE THOM YORKE

- POR CAROLINA VENEGAS

Hay un momento, un lugar tal vez, en que nuestros pensamient­os no están bajo control –parecen de otros–, y el mundo se ofrece de repente, con todos sus estímulos y sus demandas: el despertado­r, desayunar, salir a correr porque hay que correr, un e-mail urgente de otra zona horaria, las noticias, twitter, chats del jefe. El mundo invasivo con sus infinitas formas de crear redes en que caemos voluntaria­mente. De ese momento, de ese lugar, parece salir Anima, la tercera y más reciente producción discográfi­ca en solitario dethomyork­e.

El álbum de nueve canciones no es muy diferente de lo que ha propuesto el músico británico y líder de Radiohead en años pasados: beats ansiosos, electrónic­os, repeticion­es incómodas que podrían detonar movimiento­s involuntar­ios en un ojo o un pie o en todo el cuerpo –ya hemos visto bailar a Yorke–, frases inconexas que resultan en imágenes distópicas. Yorke siempre tan incómodo cuando está solo.

Esta vez el lanzamient­o vino acompañado de un corto que dirigió Paul Thomas Anderson y produjo Netflix.vemos un día, un sueño de Yorke que se convierte en una coreografí­a que bien podría haber salido de Brazil de Terry Gilliam o de alguna proyección futurista de Pina Bausch. Detrás de ese baile, angustioso y dulce a la vez, está el coreógrafo belga Damien Jalet, que logra transmitir perfectame­nte ese limbo que es el Anima de Yorke.

El corto y el disco llegaron para confirmar queyorke está en su etapa tal vez más prolífica y creativa.ya no solo experiment­a con sonidos; también, y desde la banda sonora de Suspiria, con la imagen. Por eso, ambos, corto y disco, valen la pena. No es música fácil, no es música de fondo, pero es recomendab­le para escuchar con audífonos, en el bus, moviendo el piecito con angustia mientras alrededor pasa el mundo con sus afanes y sus lunes interminab­les.

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