EL ANIMA DE THOM YORKE
Hay un momento, un lugar tal vez, en que nuestros pensamientos no están bajo control –parecen de otros–, y el mundo se ofrece de repente, con todos sus estímulos y sus demandas: el despertador, desayunar, salir a correr porque hay que correr, un e-mail urgente de otra zona horaria, las noticias, twitter, chats del jefe. El mundo invasivo con sus infinitas formas de crear redes en que caemos voluntariamente. De ese momento, de ese lugar, parece salir Anima, la tercera y más reciente producción discográfica en solitario dethomyorke.
El álbum de nueve canciones no es muy diferente de lo que ha propuesto el músico británico y líder de Radiohead en años pasados: beats ansiosos, electrónicos, repeticiones incómodas que podrían detonar movimientos involuntarios en un ojo o un pie o en todo el cuerpo –ya hemos visto bailar a Yorke–, frases inconexas que resultan en imágenes distópicas. Yorke siempre tan incómodo cuando está solo.
Esta vez el lanzamiento vino acompañado de un corto que dirigió Paul Thomas Anderson y produjo Netflix.vemos un día, un sueño de Yorke que se convierte en una coreografía que bien podría haber salido de Brazil de Terry Gilliam o de alguna proyección futurista de Pina Bausch. Detrás de ese baile, angustioso y dulce a la vez, está el coreógrafo belga Damien Jalet, que logra transmitir perfectamente ese limbo que es el Anima de Yorke.
El corto y el disco llegaron para confirmar queyorke está en su etapa tal vez más prolífica y creativa.ya no solo experimenta con sonidos; también, y desde la banda sonora de Suspiria, con la imagen. Por eso, ambos, corto y disco, valen la pena. No es música fácil, no es música de fondo, pero es recomendable para escuchar con audífonos, en el bus, moviendo el piecito con angustia mientras alrededor pasa el mundo con sus afanes y sus lunes interminables.