Arcadia

MEGAN Y EGAN: ADIÓS AL PODER

- Por Sandra Borda

Ella, Megan Rapinoe, la estrella del equipo de fútbol femenino estadounid­ense que ganó el más reciente campeonato mundial, lo dijo claro en una entrevista que se hizo viral: “I’m not going to the fucking White House”. Él, Egan Bernal, el ciclista colombiano campeón del Tour de

Francia, decidió invitar a su homenaje en Zipaquirá, su tierra natal, solo al alcalde del municipio y al gobernador de Cundinamar­ca. Duque, entonces, no pudo entregarle la Cruz de Boyacá, ni pudo rendirle un homenaje televisado. Como la celebració­n no tuvo lugar en Bogotá y Bernal no fue a la Casa de Nariño, el presidente argumentó que la ceremonia sucedería al mismo tiempo que los festejos del bicentenar­io y prefirió no ir a Zipaquirá.

La resistenci­a de Rapinoe al gobierno de Trump es ya conocida: ha criticado explícitam­ente a su gobierno y ha sido de los primeros deportista­s blancos en juntarse al gesto de Colin Kaepernick, y otros jugadores de fútbol americano, de poner una rodilla en el suelo cuando suena el himno nacional, antes de que el juego empiece. El gesto se hizo célebre en 2016, cuando Kaepernick decidió protestar contra la brutalidad policial y el racismo poniendo su rodilla en el suelo al inicio del partido (que es lo que hacen los quaterback­s hacia el final de un juego, después de recibir la pelota, y lo hacen para terminarlo cuando llevan ventaja).

Hace cinco años, Egan Bernal recurrió a Facebook para buscar los recursos necesarios para competir en el mundial de ciclomonta­ñismo en Noruega.ya entonces estaba en el puesto doce del ranking mundial, pero, como gran parte de los deportista­s colombiano­s, tuvo que acudir a ese mecanismo para poder competir y practicar el deporte que hoy lo tiene en la gloria. Bernal decidió entonces que su deuda después de ganar el Tour de Francia era con la gente que lo apoyó en las etapas tempranas de su carrera, y no con el gobierno nacional.

Si bien son dos formas distintas de asumir la relación entre políticos y deportista­s, Rapinoe y Bernal están proponiend­o un alejamient­o crítico a todas luces sano. Los deportista­s triunfador­es les vienen como anillo al dedo a los políticos porque su éxito es contagioso, mejoran el autoestima colectivo e inyectan optimismo. Por eso, les son supremamen­te útiles a los mandatario­s, que alimentan en su nombre el siempre ventajoso nacionalis­mo y, con el uso del plural mayestátic­o (“hemos triunfado”, “hemos llegado lejos”, “somos un pueblo peleador y fuerte”), presentan triunfos

que no son suyos como si los fueran.

Tristement­e, el poder político solo se muestra, con todo su alcance mediático y grandilocu­ente, en el momento del triunfo. Las jugadoras de la selección femenina de fútbol estadounid­ense ganan menos que los jugadores de la selección masculina (lo mismo sucede en Colombia), a pesar de que han ganado muchos más campeonato­s, la audiencia las sigue con más asiduidad y, dejémoslo claro, son mucho mejores en el juego. Por eso, cuando la selección estadounid­ense ganó el más reciente campeonato mundial en Francia, todo el estadio cantó al unísono “equal pay” (pago igualitari­o).

En Colombia, hoy hay más presupuest­o que antes para el deporte, y el desempeño de nuestros deportista­s ha mejorado sustancial­mente en el ámbito internacio­nal. Sin embargo, este gobierno acaba de decidir recortar de nuevo el presupuest­o en un doce por ciento; y el respaldo estatal está lejos de ser suficiente para que nuestros deportista­s se dediquen profesiona­lmente a la práctica de su deporte .así que, también el reciente elogio de Faryd Mondragón a la vicepresid­enta Marta Lucía Ramírez por su apoyo a la Selección Colombiana de Fútbol Femenina es, pues, bastante exagerado.

Pero aún en el caso hipotético de que el Estado apoyara más y mejor a sus deportista­s, es un deber del Estado y no un favor que hace el mandatario de turno, por lo que ningún agradecimi­ento público y ninguna visita a los oscuros palacios del poder son obligatori­os.

La decisión de estos deportista­s de mantener sus éxitos lejos de la esfera de acción del poder político está plenamente justificad­a. En el caso de Rapinoe, la distancia crítica se ha convertido en activismo puro en contra de Trump y ello, en mi opinión, es otra forma legítima de usar la visibilida­d y el gran simbolismo de los triunfos deportivos. Los deportista­s, como todos nosotros, tienen preferenci­as políticas y están en libertad de tramitarla­s públicamen­te, o de no hacerlo.

Es posible que estemos entrando en una nueva era en que el deporte está empezando a construir una relación distinta, más crítica y menos obsecuente, con el establecim­iento político. Como en el caso del arte, creo que esa distancia no es solo saludable: es absolutame­nte necesaria.

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