Historia patria versión 2.0
JUAN ESTEBAN CONSTAÍN alguna vez me dijo esta verdad: las festividades patrias son ante todo celebraciones políticas y un laboratorio para entender el momento histórico que atraviesan las sociedades. El centenario de la independencia ocurrió en una Colombia que había salido de la guerra de los Mil Días y había perdido a Panamá. Surgió así la generación del centenario, cuyos miembros –intelectuales y políticos que dominaron la vida pública hasta los años sesenta– pedían poner a la patria por encima de los partidos. 1910 y 1919 debían ser el inicio de una historia que dejara atrás los conflictos que habían atormentado y dividido a los colombianos.
Cien años después, esas ideas de unidad y progreso se repitieron durante la celebración del bicentenario, en los discursos del presidente Iván Duque y la vicepresidenta Marta Lucía Ramírez, quienes echaron mano de la historia para decir que durante doscientos años los colombianos hemos logrado el destino manifiesto de construir una nación grandiosa pese a unos cuantos –que en su relato son “narcoterroristas”, no guerrilleros o exguerrilleros– que han sembrado el odio.
Aun cuando en los últimos años ha habido avances historiográficos para comprender mejor la historia del país, lugares comunes como “hemos construido un territorio de todos y para todos” y “pasamos de una sociedad de castas a una pluriétnica” fueron las constantes de ambas alocuciones, e impusieron la idea de la necesidad de construir un relato único e incluyente, aunque la realidad sea distinta y su destino se mantenga en manos de las élites. Su narrativa no es más que una reedición de una historia patria que evita el análisis crítico de los hechos. Cabe anotar que esta forma de pensar no es única de las élites colombianas: Nicolás Maduro e incluso Hugo Chávez en su momento hicieron, en estas celebraciones, lo mismo con la figura de Simón Bolívar.