LA VOZ Y EL DESIERTO
quince años de distancia hay entre el primero y el más reciente libro de la colombiana Andrea Cote.algunas cosas han cambiado en su poesía, pero las más importantes se repiten, como el paisaje cálido y la voz íntima y epistolar. La poeta nació en Barrancabermeja, y en Puerto calcinado (2003) usó sus recuerdos para escribir poemas que son una hermosa carta al mundo; un mundo que no envía ni enviará respuestas, como dijo Emily Dickinson. En las praderas del fin del mundo (2019) es omnipresente un paisaje seco, porque la escritora vive desde hace algunos años en El Paso,texas, rodeada de desierto y praderas. Nuevamente, la aridez; y que casi todos los poemas se escriban para un destinatario.“padre, madre, ya tengo el peso de un hombre”, comienza el primer texto del libro. Se refiere a su hijo, a quien está dedicado el conjunto, pues ahora Cote es madre. Pero la voz se mantiene depurada, perfeccionada. Hay poetas que dan vueltas alrededor de un estilo, puliéndolo, y otros que huyen de la recurrencia a una misma voz.andrea Cote pertenece a los primeros.y esa voz permanente se ha convertido, es justo decirlo, en una de las más hermosas y sinceras de la poesía latinoamericana actual. juan de frono