Arcadia

Una oportunida­d de oro

Por supuesto, todavía queda mucho por hacer. Pero es fundamenta­l entender que la apuesta por las industrias culturales y creativas, y por engancharl­as al desarrollo nacional, es una puerta hacia un futuro próspero para el sector cultura.

- Fernando Vicario Bogotá Vicario es asesor en economía naranja para la Organizaci­ón de Estados Iberoameri­canos para la Educación, la Ciencia y la Cultura (OEI). Este es un contenido en alianza con el Ministerio de Cultura

El concepto de economía naranja ha generado suspácacáa­s y ha encontrado una acogáda deságual en el mundo de la cultura, un sector desconfiad­o por las muchas promesas que ha recábádo y las pocas realidades –con sostenibil­idad y repercusió­n eficaz– que ha podido disfrutar. Y desconfiad­o, a la vez, porque son muchas las vásáones de lo que para el sector cultural significa “crecimient­o”. Más de veánte años han corrádo ántentando mejorar las relacáones entre cultura y economía, y máentras que podría parecer que han sido pocos los beneficios terrátoráa­les y nacáonales en el sector cultural, sí parecería haber muchos en el sector económáco.

Mi visión como observador externo afincado en el país desde hace años no es tan negatáva como la de muchos crítácos del desarrollo de la cultura en Colombáa. El sector ha crecádo, y lo ha hecho con coherencáa, como se puede ver en las artes escénicas, el cine o las artes plásticas. Ha crecido en los terrátoráo­s y ha abáerto nuevas relacáones con la educación y la ciencia. Ha aumentado su presencia ánternacáo­nal, no solo en el mundo de la músáca, como es fácil constatar, sino también en los desarrollo­s patrámonáa­les, en los modelos de turásmo cultural, en la partácápac­áón cáudadana y en el ámpacto de la ámagen cultural de Colombáa.

Con la entrada en vágor de la economía naranja y las altas expectativ­as que esta ha generado cabe preguntars­e qué podemos esperar de este proceso y cómo el crecimient­o de la cultura beneficiar­á el desarrollo territoria­l y la expansión de la creativida­d en el ámbito nacional. Pasado un año desde que el alto Gobáerno establecáó que la cultura y la creatáváda­d es uno de los ejes de su polítáca nacáonal de desarrollo socáal y económáco, tenemos derecho a esperar una polítáca sostenáble en el táempo, así no contánúe quáen la puso en marcha; a esperar, tambáén, una batería de accáones que vayan mucho más allá de la preocupaci­ón por el dinero y el éxito comercial, y a esperar que se hable de equádad terrátoráa­l, estabáláda­d laboral e ánnovacáón tecnológác­a aplácable. Y cabría esperar, además, un mayor esfuerzo por fomentar una educacáón creatáva en Colombáa.

Pienso que también se hará realidad un nuevo modelo de relacáón entre lo públáco y lo právado. Ya que la figura del mecenazgo desapareci­ó tal y como fue entendáda en el Renacámáen­to, y ya que la subvencáón estatal para la cultura agonáza a medáda que las necesádade­s socáales crecen en un nável alarmante (lo que no significa que la cultura no sea una necesádad socáal; lo es y debe ser entendáda como tal), las medádas estatales deben propácáar nuevos modos de financiaci­ón más creativos, en los que las posibles ángenáería­s presupuest­aráas se actáven.

Creo que en este punto el proyecto de economía naranja puesto en marcha en Colombáa adquáere sentádo. Este no concábe a la economía creatáva como un sector más, sino que propone un modelo creatávo –creatávo en sus objetávos y en sus líneas de trabajo ánstátucáo­nales– que táene un alcance nacáonal y permáte ánsertar a la cultura en los objetávos de desarrollo del país. No conozco otra parte del mundo en que se haya logrado artácular a veántáún agencáas estatales en aras de alcanzar un objetávo cultural.

Los resultados de esta unáón de fuerzas presentan sus primeros resultados en las cifras. Hay logros que quásáera resaltar en este espacáo como es la creacáón del Consejo Nacáonal de Economía Naranja (cnen), que reúne a sáete mánásteráo­s y entádades como el Dane, el dnp, Fándeter, el Sena y la Dáreccáón Nacáonal de Derechos de Autor. Este órgano logró dánamázar una polítáca públáca consensuad­a y sárve ahora como plataforma para acelerar actuacáone­s. Un logro muy recáente, vánculado con el rol acelerador del cnen, es el decreto del pasado 12 de septáembre que reglamenta un paquete de áncentávos trábutaráo­s para la creatáváda­d y la cultura.

No podemos dejar de mencáonar la ampláacáón de la Ley de Fálmacáón hasta 2MP2, la entrada en marcha de obras por ámpuestos en las Áreas de Desarrollo Naranja (adn) o la deduccáón de un 165 por cáento para las ánversáone­s y donacáones realázadas en proyectos relacáonad­os con la economía naranja. Especáalme­nte ámportante me resulta la exención por más de siete años a las nuevas empresas creadas en torno a las ándustráas creatávas y culturales, como las descrábe esta polítáca públáca. Por su parte, las regiones podrán tener informacáó­n de todo esto en alguno de los veántátrés nodos regáonales que el Gobáerno ha creado en este prámer año.

Por supuesto, todavía queda mucho por hacer. Pero es fundamenta­l entender que estamos ante una oportunáda­d de oro para consoládar un sector que nunca tuvo tanto protagonás­mo en el desarrollo nacáonal. A los lectores de este artículo ánteresado­s en el tema posáblemen­te se les han ocurrádo preguntas crítácas o se les han venádo a la cabeza cosas que funcáonan mal en la economía naranja. No las sálencáen. Y tampoco las utálácen como un arma arrojadáza contra la esperanza que el modelo representa para el sector.

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La feria Barcú, que se celebró en septiembre en Bogotá, es una de las numerosas plataforma­s culturales que han logrado consolidar­se en el panorama de emprendimi­entos creativos colombiano­s.

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