LA TRASCENDENCIA DEL ORO
La colección arqueológica del Museo del Oro cumple este mes de octubre ochenta años, tiempo que ha servido, entre otras cosas, para conectar a los colombianos con su pasado y para formular políticas que han salvaguardado su patrimonio cultural. Ocho voces reflexionan sobre su impacto en la vida artística, académica y regional de Colombia.
Quién no recuerda su primera visita al Museo del Oro? ¿Quién no ha querido decirle a un amigo extranjero, con orgullo genuino, que conozca este lugar, que reúne lo más representativo de nuestro pasado? ¿Quién no piensa en este museo cuando escucha las palabras patrimonio y diálogo intercultural?
Todo empezó con una carta que el Ministerio de Educación envió a las directivas del Banco de la República el 30 de marzo de 1939. La misiva pedía al banco comprarle un jarrón de oro a la coleccionista Magdalena Amador de Maldonado, para así evitar su exportación. El Poporo quimbaya, elaborado cerca del año 300 d. C. y usado como recipiente para el mambeo de hojas de coca durante las ceremonias religiosas indígenas, se convirtió en la piedra fundacional del Museo del Oro del Banco de la República, cuya colección de orfebrería prehispánica –treinta y cuatro mil piezas de oro y tumbaga– es hoy la más vasta del mundo.
Además de conservar y exponer dichas piezas en Bogotá, el Museo del Oro se ha preocupado por construir una red de museos regionales, cuya programación y guiones curatoriales cuentan con la participación decidida de las comunidades locales. Ubicados en Santa Marta, Cartagena, Armenia, Cali, Pasto y Leticia, buscan conectar el conocimiento arqueológico, etnográfico y metalúrgico de los especialistas con el conocimiento ancestral de los pueblos indígenas vivos.
El 10 de octubre, el Museo del Oro celebra el aniversario ochenta de su colección con múltiples actividades. Mientras que en Bogotá tendrá lugar la exposición Museo del Oro: 80 años de historias compartidas, en la que los visitantes podrán conocer las experiencias que investigadores, educadores y ciudadanos han vivido en la institución, en los museos regionales las comunidades indígenas realizarán rituales simbólicos para las piezas que fabricaron sus ancestros. A continuación, ocho voces que han forjado una relación intelectual y afectiva con el museo analizan su impacto.