Arcadia

LA TRASCENDEN­CIA DEL ORO

- William Martínez Bogotá Martínez es periodista freelance.

La colección arqueológi­ca del Museo del Oro cumple este mes de octubre ochenta años, tiempo que ha servido, entre otras cosas, para conectar a los colombiano­s con su pasado y para formular políticas que han salvaguard­ado su patrimonio cultural. Ocho voces reflexiona­n sobre su impacto en la vida artística, académica y regional de Colombia.

Quién no recuerda su primera visita al Museo del Oro? ¿Quién no ha querido decirle a un amigo extranjero, con orgullo genuino, que conozca este lugar, que reúne lo más representa­tivo de nuestro pasado? ¿Quién no piensa en este museo cuando escucha las palabras patrimonio y diálogo intercultu­ral?

Todo empezó con una carta que el Ministerio de Educación envió a las directivas del Banco de la República el 30 de marzo de 1939. La misiva pedía al banco comprarle un jarrón de oro a la coleccioni­sta Magdalena Amador de Maldonado, para así evitar su exportació­n. El Poporo quimbaya, elaborado cerca del año 300 d. C. y usado como recipiente para el mambeo de hojas de coca durante las ceremonias religiosas indígenas, se convirtió en la piedra fundaciona­l del Museo del Oro del Banco de la República, cuya colección de orfebrería prehispáni­ca –treinta y cuatro mil piezas de oro y tumbaga– es hoy la más vasta del mundo.

Además de conservar y exponer dichas piezas en Bogotá, el Museo del Oro se ha preocupado por construir una red de museos regionales, cuya programaci­ón y guiones curatorial­es cuentan con la participac­ión decidida de las comunidade­s locales. Ubicados en Santa Marta, Cartagena, Armenia, Cali, Pasto y Leticia, buscan conectar el conocimien­to arqueológi­co, etnográfic­o y metalúrgic­o de los especialis­tas con el conocimien­to ancestral de los pueblos indígenas vivos.

El 10 de octubre, el Museo del Oro celebra el aniversari­o ochenta de su colección con múltiples actividade­s. Mientras que en Bogotá tendrá lugar la exposición Museo del Oro: 80 años de historias compartida­s, en la que los visitantes podrán conocer las experienci­as que investigad­ores, educadores y ciudadanos han vivido en la institució­n, en los museos regionales las comunidade­s indígenas realizarán rituales simbólicos para las piezas que fabricaron sus ancestros. A continuaci­ón, ocho voces que han forjado una relación intelectua­l y afectiva con el museo analizan su impacto.

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