JAIME CERÓN SILVA
CURADOR Y CRÍTICO DE ARTE. SUBDIRECTOR DE LAS ARTES DE IDARTES
A lo largo de su historia, el Museo del Oro ha ido transformando la manera de poner en circulación sus colecciones, con dispositivos y contextos cada vez más sofisticados. Si bien son importantes las narrativas asociadas a las culturas de donde surgieron las piezas, también lo es su disposición física, sus elementos de montaje y su iluminación. Aunque el oro puede ser entendido como el hilo conductor de las colecciones y el montaje del museo, es la complejidad estética y sus significaciones culturales lo que logra generar los vínculos más fuertes con los espectadores. Cualquier visitante puede llegar a sentirse atado a la balsa muisca, no solo por los mitos y leyendas que se puedan conectar con ella, sino por la manera como está instalada, que es una amplia vitrina de vidrio con una luz cenital que incrementa el misterio, la belleza y sus vínculos con la fantasía. A pesar de lograr entender las funciones materiales que originalmente tenían las piezas en sus respectivas comunidades, resulta fascinante aproximarse desde otras perspectivas y lograr proyectar sobre ellas otras finalidades”.