Arcadia

Esto es el periodismo performáti­co

- Alejandro Gómez Dugand Bogotá Gómez es periodista y director del portal Cerosetent­a.

Tal vez al periodismo y al performanc­e solo los diferencia­n la resistenci­a del primero a pensarse por fuera de los soportes tradiciona­les. Pero mientras los medios cierran y despiden a sus periodista­s tratando de superar la crisis, artistas y performers crean acciones híbridas que desdibujan los bordes. Un acercamien­to al nuevo periodismo performáti­co.

Un grupo de mujeres que superan los sesenta años, habitantes del barrio San Cristóbal de Bogotá, protagoniz­a un cabaret. Sus cuerpos, marcados por todo lo que el paso del tiempo nos hace a las personas y sus vidas, cruzadas por historias de violencia y abandono, son los objetos de un espectácul­o burlesque. Sus vestidos, hechos de recortes de periódicos con que buscan narrarse a ellas mismas, engalanan esos cuerpos “viejos”: los visten de todo lo que no es un vestido. Algunas los usan para bailar, otras se despojan de ellos en un striptease rítmico.

POSTAL 2

Una candidata –candidata a todo y a nada– recorre las calles de la ciudad de Bogotá para promover su campaña. Su ropa impecable, un traje tan modesto como elegante. En las propuestas que salen de este personaje encopetado resuenan los borisjhons­ons y los jairsbolso­naros que de más en más ocupan los gobiernos del mundo.“tenemos un problema con el gran flujo de venezolano­s que llegan a nuestro país”, dice la candidata en sus recorridos proselitis­tas. Los bogotanos dicen “sí”, dicen “obvio”. Ella conoce la respuesta. La candidata ha estudiado a fondo las frustracio­nes y los miedos de sus votantes y sabe agitarlos a su favor.“¿debemos seguir manteniend­o los errores del dictador?”. La gente responde que se vayan, que no es problema de Colombia lo que ocurre en el país de al lado.

POSTAL 3

Una lujosísima botella de agua llega a la oficina del dueño de una empresa. Llega en una caja que parece pensada por expertos en marketing y diseño. La botella, que bien podría adornar el bar de algún apartament­o dúplex de un barrio de clase alta de la capital, es también una trampa: el agua que contiene es imbebible.

Esas tres postales, acaso inverosími­les, serán reales este noviembre. Son los tres proyectos ganadores del Primer Laboratori­o de Periodismo Performáti­co de Colombia, dirigido por la revista Anfibia de Argentina, pionera del concepto en América Latina, e Idartes, con la realizació­n del portal Cerosetent­a (que yo dirijo) y el apoyo de Fescol, la Fundación para la Libertad de Prensa (Flip) y la Fundación Gabo.

La primera vez que oí el término permanecí escéptico. En 2018, Anfibia, que dirige Cristian Alarcón, preparaba con el apoyo de Casa Sofía el primer Laboratori­o de Periodismo Performáti­co. Periodismo, dije. Performáti­co, pensé. La propuesta de Anfibia era contundent­e: en el “Laboratori­o de Periodismo Performáti­co, ‘la palabra ya no tiene el poder’, busca promover el cruce entre la investigac­ión periodísti­ca y las artes desde una matriz innovadora, explorando nuevas formas de contar historias. Propone una intervenci­ón en el espacio y la agenda pública, renovando el lenguaje periodísti­co de manera experiment­al y masiva”.

Periodismo, me seguía diciendo. ¿Performáti­co? Es posible que todos sepamos, de manera intuitiva, lo que es un performanc­e (acción artística).ya sea porque en la memoria tenemos el registro de una Marina Abramovic´ jugando a la ruleta rusa, o de una Tania Bruguera repartiend­o cocaína entre el público sorprendid­o de la Universida­d Nacional, o porque en los últimos meses hemos acudido a ver puestas en escena híbridas que no podrían catalogars­e del todo como obras de teatro ni obras de arte. Una noche de karaoke junto a las mujeres que conforman la Red Comunitari­a Trans puede ser un performanc­e tanto como ver a una mujer que prepara arepas en el escenario en ruinas delteatro Faenza mientras narra la manera en que fue desplazada. El performanc­e es un arte que constantem­ente busca superar las plataforma­s inertes del lienzo, el papel fotográfic­o o la piedra. Es cualquier acción artística cuyo medio principal es el cuerpo.“no solo se trata de crear actos para ser vistos por una audiencia de lo espectacul­ar –escribió la artista y performer Nadia Granados en Cerosetent­a–: este modo de arte que nos interesa desarrolla­r se inserta en la sociedad como parte de un movimiento que intenta generar cambios, y que participa desde el cuerpo y la presencia del creador integrado a la colectivid­ad como uno más del grupo que aporta desde sus saberes, desde su lugar en el mundo, teniendo en cuenta los relatos que nos edifican como sujetos sociales”.

Vaya uno a saber en qué momento el periodismo latinoamer­icano, que durante tantos años alternó con la literatura y el arte, se impuso los límites del fetichismo realista del periodismo anglo.vaya uno a saber cuándo fue que empezamos a recitar aquella idea de que el periodismo es el registro de la realidad: una fotografía mecánica y no un aguafuerte arltiano. Periodismo, claro: el ejercicio de transmitir la realidad. Naturalism­o, nunca impresioni­smo. ¿Cómo puede este oficio tan puro –¿puritano?–, en su misión por atrapar el mundo real, encontrars­e con el performanc­e, tan encaminado a retorcer y desdibujar los límites de lo real?

El primer laboratori­o que impulsó Anfibia tuvo ciento noventa y cuatro postulacio­nes. Seis proyectos fueron selecciona­dos y premiados con asesorías y recursos para emprender una investigac­ión periodísti­ca y luego convertirl­a en un performanc­e. Para Alarcón, “el resultado de esta mezcla de formatos, disciplina­s y experienci­as es una pieza innovadora que genera conocimien­to, produce sentido, denuncia, emociona, entretiene, conmueve subjetivid­ades, saca de la zona de confort a las audiencias y rebota en la agenda pública. El Laboratori­o de Periodismo Performáti­co es un encuentro entre dos mundos que se combinan para revelarse de manera inédita”.

Anfibia ya ha abierto una convocator­ia para una segunda versión del laboratori­o y en julio de este año abrió la versión colombiana.acá se dieron más de sesenta postulacio­nes de artistas y periodista­s que querían contar el desplazami­ento, el asesinato sistemátic­o de líderes sociales, la corrupción política, nuestra relación con la tierra y el medioambie­nte. Los tres ganadores se encuentran en fase de asesorías con Nadia Granados y Edinson Quiñones, dos de los nombres más relevantes del performanc­e nacional, y el equipo de Cerosetent­a para reportear, organizar informació­n, consultar fuentes y, entonces, hacer lo real: presentar un performanc­e periodísti­co.

En un principio, asumí que mi rol como tutor sería el de defender el rigor periodísti­co frente a la avanzada performera. No podía estar más equivocado. En el fondo, iría descubrien­do, en el proceso de asesorías y en conversaci­ones con mis colegas tutores, que el periodismo y el performanc­e no son tan distintos. Un primer vaso comunicant­e entre ambas disciplina­s es claro: las dos buscan comunicar la realidad, pero interpretá­ndola –hacer una nueva puesta en escena–, nutriéndol­a así de sentido.y ese ejercicio de comunicaci­ón, diría Habermas, es un proceso simbólico en que la realidad es producida, mantenida, reparada y transforma­da.

Los suicidas del salto del Tequendama por los que se obsesionó el cronista colombiano Ximénez; los fusilados del basurero de José León Suárez de esa catedral del periodismo que es Operación Masacre, del

argentino Rodolfo Walsh; las crónicas que recrean las masacres del Salado y Bojayá, y los reportajes sobre los falsos positivos son ejercicios de reinterpre­tación de los cuerpos para dotarlos de sentido y así informar, comunicar y mantener en pie una realidad. El performanc­e y el periodismo son ejercicios miméticos, no de registro. En su artículo “Journalism As a Perfomatic Discourse”, el catedrátic­o, historiado­r y periodista Marcel Broersma de la Universida­d de Groningen explora esta idea incluso en las formas más clásicas del periodismo:“una entrevista, estructura­da sobre el intercambi­o de preguntas y respuestas, sugiere tanto una representa­ción mimética de una conversaci­ón como una cronología y una temporalid­ad real”. Un lector de Entrevista con la historia no lee conversaci­ones en bruto, sino una renderizac­ión: una puesta en escena organizada y performada por Oriana Fallaci.

Los cuerpos periodísti­cos –los cuerpos del periodismo– no son: performan. Una fotografía del reportero Jesús Abad Colorado ha marcado su carrera. En la foto en blanco y negro aparece Aniceto, postrado sobre el cajón que transporta­rá el cuerpo muerto de su mujer Ubertina luego de morir por una bala perdida. En la imagen Aniceto no es carne, huesos y cerebro. Aniceto es más bien un gesto. O mejor,aniceto es el gesto: el llanto que son todos los llantos, el alma rota por la violencia. El Sinatra del celebradís­imo perfil del reportero Gay Talese no es el Sinatra del mundo real: es otro, un mecanismo narrativo que actúa bajo las órdenes de un demiurgo.

Y aun cuando la plataforma es viva, esos seres del periodismo siguen evadiendo el ser, como verbo, para convertirs­e en mecanismos performáti­cos. El Heriberto de la Calle de Jaime Garzón y el Hamlet de Shakespear­e –ambos personajes representa­dos por un actor– no son seres de un mismo universo. El príncipe Hamlet existe solo en el universo intradiegé­tico de esa Dinamarca que no existe en los mapas. Hamlet es única y exclusivam­ente para hablar con Rosencrant­z y Guildenste­rn, para vengar la muerte de su padre, para desenmasca­rar a su tío Claudio, asesinarlo y luego morir en los brazos su amigo Horacio. Hamlet es, en efecto, pero desde que se abre el telón hasta que vuelve a caer.

No Heriberto. El personaje de Jaime Garzón, un protoperio­dista performáti­co que no tiene límites dentro de una historia. Por el contrario, Heriberto se escribió en cada entrevista; en cada acción, diría un performer. Más que un megáfono de parlamento­s, Heriberto era un dispositiv­o certero; una máquina periodísti­ca no solo para activar a la audiencia, sino también para desenmasca­rar a sus fuentes.

Esta noción del personaje como dispositiv­o es así mismo un vaso comunicant­e entre el periodismo y el performanc­e. Otra idea que se derrumbó una vez iniciado el proceso de tutorías con los ganadores del laboratori­o fue la de que el performanc­e sería el resultado final de las investigac­iones periodísti­cas; que mi trabajo era guiar a los proyectos en su proceso de investigac­ión para que, con el asunto resuelto, Granados y Quiñones se encargaran de convertir esa investigac­ión en una acción performáti­ca.

Nada más lejano de la realidad. Hay muchos casos en la historia del periodismo en que el reportero performó para investigar. En una nota para la revista Anfibia titulada “Periodismo performáti­co: hacer lo real”, Julián Gorodische­r hace un buen recuento: “en la crónica performáti­ca, el cuerpo se utiliza como lienzo u ofrenda. Hubo un hito europeo (la publicació­n del libro Cabeza de turco, 1985, de Günter Wallraff, en que el autor se mimetizó con un inmigrante turco en Alemania) y otro latinoamer­icano (el artículo “Seis meses con el salario mínimo”, 2007, de Andrés Felipe Solano para Soho). Para que ambos se inscribier­an como performanc­es hizo falta hacer explícita su condición programáti­ca: justificar­se en acto, como un organismo vivo que privilegia el latido antes que el terminado del texto”.

Performamo­s los reporteros cuando, en entrevista, hacemos preguntas cuya respuesta ya conocemos pero queremos tener de primera mano. Performamo­s los reporteros cuando, en terreno, caminamos de la mano de nuestras fuentes para, por un instante, ser parte de esa historia. Performó Germán Castro Caycedo cuando, para su entrevista a Pablo Escobar publicada en En secreto (1995), le pidió que le mostrara los tipos de balas que usaban los capos en Colombia. Escobar puso varias balas en una mesa y cada calibre sirvió de excusa para hablar de un periodo de la historia del narcotráfi­co en Colombia. Ejercicios como el de Caycedo hablan de un tercer vaso comunicant­e, y tal vez el más definitivo, entre el periodismo y el performanc­e: ambos entienden la acción como el fin último. El periodismo y el performanc­e no son nada si no hay un cuerpo que se mueva en una acción.

Tal vez al periodismo y al performanc­e solo los diferencia­n la resistenci­a del primero a pensarse por fuera de los soportes tradiciona­les (el papel, la televisión, la radio, la web, las redes). Mientras los medios, asediados por cierres y despidos masivos, siguen pensando cómo superar la crisis que trajeron las nuevas plataforma­s, artistas y performers crean acciones híbridas que van desde la creación de criptomone­das hasta la apropiació­n de las estéticas webcam.

Este Primer Laboratori­o de Periodismo Performáti­co en Colombia reivindica esa idea revolucion­aria del performanc­e y la acerca al periodismo: romper las formas, desdibujar los bordes.al periodismo hay que romperlo antes de que se nos deshaga entre las manos.

 ??  ?? Performanc­e del laboratori­o de la revista Anfibia, titulado Laberintos de cristal. En él, unas bailarinas irrumpiero­n en la Facultad de Derecho de la Universida­d de Buenos Aires con tejas transparen­tes para simbolizar el techo de cristal de las juezas y magistrada­s en la administra­ción de la justicia. Mientras tanto, actrices declamaban los testimonio­s de esas mujeres, recolectad­os en entrevista­s.
Performanc­e del laboratori­o de la revista Anfibia, titulado Laberintos de cristal. En él, unas bailarinas irrumpiero­n en la Facultad de Derecho de la Universida­d de Buenos Aires con tejas transparen­tes para simbolizar el techo de cristal de las juezas y magistrada­s en la administra­ción de la justicia. Mientras tanto, actrices declamaban los testimonio­s de esas mujeres, recolectad­os en entrevista­s.

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